El la veìa venir, la observaba todos los dìas. Le gustaba mucho verla morverse con delicadeza, con rapidez, con esa forma tan suya de caminar, moviendo su falda a cada paso. A pasar a su lado, se embriagada con su olor a postres, cafè, a detergente y perfume barato.
Todos los días visitaba la misma cafeterìa, a la misma hora, y en la misma mesa, aquella cerca de la cocina, la que tenia el mantel màs limpio y blanco de todos, en la que ella siempre servia.
Pedìa siempre pastel de fresas con crema, la veìa llenar su taza de cafè hasta el borde, casi a punto de derramarse, la medida perfecta, cada vez que esta se vaciaba. Movia sus pestañas como una princesa, pero sus manos era de pordiosera; agrietadas, resecas de tanto jabòn, pero aun asi hermosas. Sus ojos de un color azul cielo mezclado con un verde pasto, el verde màs pasto que existia, eran realmente preciosos, alegres a simple vista pero solo el se daba cuenta de las tristezas de su pobre alma. Al terminar su postre, llenaba una vez màs su taza de cafè, tomaba su abrigo y se despedìa de ella con una mirada que nunca olvidaria. se hacian una promesa sin que ella supiera: Volverse a encontrar al dìa siguiente.
Pero ese dìa era diferente. El cielo gris amenazaba con lluvia y relampagos, y no estaban los clientes habituales en la cafetería, solo él. Ese día fue el ultimo que se verían.
Repitió esa monotona rutina, sin que ella notara el toque de tristeza que tenian sus actos.
Al beberse el ultimo sorbo de café, le pidio la cuenta a ella y la siguió hasta la caja. Al pagar, la tomo de la mano y le dijo que la acompañara al patio trasero donde nadie los pudiera ver ni oir. Ella se ruborizo y lo siguió, pensando que sería una declaración amorosa. Al llegar, se puso frente de ella y saco algo de su abrigo.
- Perdoname, linda mesera.
En un momento todo había terminado. Se alejo de ahí, fingiendo que el olor a sangre no era de ella, que no habia derramado lagrimas al oprimir el gatillo, que todo estaba bien.
En la entrada de la cafeteria, una camioneta negra lo esperaba. Un hombre alto vestido con sombrero y abrigo negos, bajo de la camioneta y le entrego una bolsa de dinero, subio de nuevo y se alejaron tan silenciosamente como habia llegado.
El, tomo la bolsa con las dos manos y se fue caminando, tapandose de la lluvia.