Amor, hoy tengo partido". Rocío odiaba estas palabras con todo su ser. Todos los sábados su novio, Lautaro, se sumaba en los partidos de fútbol que organizaban sus amigos del club. Ella ya sabía que los sábados eran días perdidos en su relación porque él, luego de terminar de jugar, se quedaba tomando algo con "los chicos" en el buffet de su club. A Rocío le fastidiaba un poco no verlo en todo el día, porque a la noche tampoco Lautaro tenía ansias de salir debido a que sus piernas le pasaban factura por el ejercicio hecho a la tarde y le pedían siempre un descanso, pero ella estaba acostumbrada a esto y ya se había hartado un poco de repetírselo cada comienzo de fin de semana a su novio desde hace un año y medio...Pero como también notaba que él era feliz, permitía que vaya.
Un día como cualquier otro, Lautaro a las doce del mediodía comienza a prepararse para un partido difícil: el clásico barrial entre Club Deportivo Lion y Nueva Estrella Fútbol Club. Lautaro estaba súper nervioso, sabía que no era un sábado como cualquier otro, que hoy había que ganar o ganar, que tenía que dejar sus mejores dotes como número 9 en la cancha y el alma tenía que ponerla ahí...Por eso se le ocurrió que quizá la presencia de su novia lo iba a ayudar. Lautaro decidió mandarle un WhatsApp: "Gorda, ¿viste que hoy es el partido importante contra Nueva Estrella? Quiero que vengas a verme".
Rocío lee el mensaje una y otra vez, deliberando qué hacer. No sabía cómo debía vestirse, ni dónde podía sentarse, ni si tendría que ir con alguien o qué. Digamos que a pesar de que no la emocionaba en absoluto la idea, decide aceptar, por amor y porque además iba a aburrirse mucho esa tarde y no le costaba nada darle un poco de apoyo a su novio.
"Dale, a las dos estoy ahí"...y este WhatsApp le dio fuerzas y energías a Lautaro para poder enfrentar un partido complicado. Ella iría, su novia, la que tanto quiere pero le cuesta comprender por su carácter fuerte y sus enojos repentinos, esa rubia de pelo lacio divino y unos ojos verdes que a él tanto le encantaban, ni hablar de su femeneidad y modo de vestirse que a Lautaro lo volvían loco. Él se mira al espejo y suspira, deseando que el resultado sea positivo...
Por su parte, Rocío estaba totalmente estresada. No tenía idea de cómo tenía que actuar porque nunca había ido a ver un partido de su novio, pero lo que más la preocupaba era un temita con el que tenía problemas recurrentemente: "¿QUÉ ME PONGO?". No sabía cómo tenía que vestirse, si era necesario que se ponga una camiseta de fútbol, si podía ir con alguno de sus vestiditos floreados, o si iba a tener que hacerse la "relajada" con unos jeans y unas Converse. Sí, listo, perfecto, esa era la mejor opción, la que te hace zafar de cualquier situación: jean y Converse.
A dos cuadras de la casa de Rocío, sus mejores amigas Celeste y Macarena están caminando por la calle, charlando. La conversación iba muy tranquila hasta que a Maca se le ocurrió preguntar qué era de la vida de Felipe. Ese nombre clavó un puñal en el corazón de Celeste, en lo que iba del día no lo había recordado ni había pensado en él, pero los sentimientos eran imposibles de ocultar o negar.
- No sé, hace varios días que no hablo.- contesta Celeste, bajando la mirada.
- ¿Todavía lo extrañás?.- otro golpe a su orgullo. Sí, ¿cómo no lo va a extrañar? Estuvieron juntos desde los trece años hasta ahora, los dieciocho, que tuvieron que separarse porque él se fue a estudiar a Estados Unidos.
- Maso. Estoy bien así.
Pero ambas sabían que Celeste no estaba bien, que lo necesitaba, que anhelaba esos abrazos y esos besos más que a nada en el mundo, pero para poder estar bien necesitaba cortar de raíz con la relación y separarse del todo. Quizá en otra vida se volverían a encontrar.
Maca notó la cara de Celeste, se dio cuenta que estuvo mal en preguntar por Felipe, que ya era un tema tabú para ellas, por eso comenzó a elogiarla, a decirle que no se bajonee, que puede estar con el chico que quisiera, que tiene una cara especial, unos rasgos árabes hermosos que hacen perfecta compañía con su tez morena y sus ojos verdes, ese flequillito rollinga que tanta personalidad le da al cabello castaño que en compañía con su color de ojos y piel, le daba un estilo único y sofisticado, sin dejar atrás su arito argollita en la nariz y el piercing abajo del labio, en el medio. Cualquier chico podría enamorarse de ella...Todos siempre gustaron de ella. Siempre Celes, Celes, Celes y nunca Maca. Y esto la atormentaba todos los días de su vida.
Maca era una chica bastante especial, de esas que no terminás de conocer despues de la primer salida, ni de la segunda, ni de la tercera...Se podría decir que ni siquiera sus dos mejores amigas de toda la vida la conocían del todo. Quizas ellas pensarán que sí, pero Maca escondía sentimientos mucho más profundos que los que expresaba. En su casa tenía bastantes quilombos, padres separados en malos términos que no querían ni verse, un hermano mayor que lo único que quería hacer era juntarse con sus amigos en el parque a fumar y causar problemas en la casa. Por eso, era el centro de atención y la preocupación constante de sus padres. Y por otro lado...ella. La olvidada. La chica a la que a nadie le presta atención, y por supuesto la que más lo sufre. Maca era bulímica. No sólo vomitaba lo que comía para no engordar, sino que también sentía cierto alivio interno en ello, se podría decir que hasta le causaba placer. Sentía que al vomitar, todos sus problemas salían de ella. Maca no se veía linda, nunca se iba a sentir mujer. Se miraba al espejo y veía una chica rellena, bastante rellena, su pelo negro azabache, lacio e insulso por los hombros, sin forma alguna. Sus piernas súper anchas, sus paletas separadas, su falta de músculos y sobra de grasas...Nada de sí le gustaba.
Rocío tensa por lo que está por presenciar y no saber cómo reaccionar.
Lautaro ansioso por el partido, dispuesto a dejar todo de sí mismo para poder ganar.
Celeste y un pasado que la atormenta día a día.
Macarena y un secreto incapaz de develar.
Un destino que unirá a ellos y muchos más en la misma historia...