Capítulo 6

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La mañana del día siguiente comenzó en total tranquilidad, el viento frío mecía las hojas de los frondosos árboles, el comedor repleto de comida y mis pulmones inflándose para soplarle a la humeante taza de café en mis manos

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La mañana del día siguiente comenzó en total tranquilidad, el viento frío mecía las hojas de los frondosos árboles, el comedor repleto de comida y mis pulmones inflándose para soplarle a la humeante taza de café en mis manos.

Por su parte, la amable Mónica yacía a mi lado esperando por si tenía una necesidad, que ella no dudaría en complacer, y aunque le hubiese insistido, ella se negaba rotundamente a compartir el comedor conmigo.

Di un sorbo, sintiendo el líquido caliente de negro color resbalar a través de mi garganta—Ah- que agradable es estar lejos de las masas de testosteronas con frases pre-programadas.

Mónica emitió una risita por mi comentario—no debe ser tan dura con ellos, es sólo que aún no los conoce—les defendió.

Me quede pensativa ante sus palabras, mirando hacia un punto fijo. Tan hundida estaba en mi propio mundo que fue Abel, que con su mano me tomo del hombro sacándome de mis pensamientos. Sobresaltada, derrame un poco de mi café sobre mis manos y mis muslos descubiertos.

—¡Quema!, ¡Quema!, ¡Me quemo!

—Lo siento, lo siento—Repetía una y otra vez un Abel desesperado preso del pánico.

—¡Un trapo!, ¡Necesitamos un trapo, inútiles! —vociferaba don desesperado número dos, Lucas.

El mantel blanco comenzó a elevarse, y unas suaves manos no tardaron en posarse sobre mis piernas. Asustada por el repentino tacto en mi piel, di un pequeño brinco en mi silla.

Antes que pudiese reaccionar para alejarle, ya tenía su lengua lamiendo el líquido sobrante en mis muslos, me estremecí—Detente Azazel, ¡Detente!

El susodicho acato mis ruegos—¿ya te sientes mejor? —me pregunto con inocencia con una mueca ingenuidad en su rostro.

Apreté los labios y asentí—sí, gracias por tu ayuda.

Escuche un bufido a mi costado—Vamos Abel, tan inservible eres que no te puedes acercar a una chica sin lastimarla—el tono de resentimiento que emitía Caín para con su hermano me hizo rodar los ojos.

—¿Con qué derecho lo dices tú? —murmure consternada.

Una gran mano con un limpio pañuelo blanco se acercó hacia mí violando todas las reglas no escritas del espacio personal, parpadee antes de tomarlo y alzar mi cabeza para agradecerle con una sonrisa a Lucy.

—¡Sólo fue un &c$d5/t5! —se defendió Abel—¿verdad Kas? —me tomo de nuevo por el hombro agitándome un poco.

"¡¿Cuál es la última palabra?!, ¡Ya regresas con tus errores juego!"—¿Eh?, pues...—"¿Qué debería responder?"

—¡Claro que no fue un &c$d5/t5 !—recalco Caín nuevamente como si búsquese una pelea con el pelirrojo.

—Caín, ¿tú también? —me golpee la frente con la mano derecha, afligida ante los constantes descuidos por parte del creador.

Atrapada en un otomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora