Decisión

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La cálida corriente de aire me acariciaba el cuerpo con delicadeza, luche contra la pereza dueña de mi ser y conseguí abrir los ojos con lentitud, por la luz del sol que se filtraba tras mis parpados. Tarde largos segundos en conseguir aliviar la pesadez y mantener mi vista en el cielo.

Con la ayuda de mis codos me impulse, logrando sentarme. Desorientada mire hacia mis alrededores, mis pupilas se deleitaron con las diversas tonalidades de lirios que iban desde el blanco puro, pasando por el amarrillo y el naranja hasta llegar al rojo. Se me escapo una enternecedora sonrisa ante el majestuoso campo de lirios que me rodeaba.

Con el cielo despejado, el sol brindando calidez y las ráfagas de viento meciendo tan hermosas flores, no dude en respirar profundo llenando mis pulmones con el dulce sabor de la primavera.

Mi ser se sentía en completa paz, egoístamente quería recostarme nuevamente y descansar eternamente, sin embargo, sacudí mi cabeza esperando alejar dichos pensamientos. Me levanté y comencé a caminar a través del campo con sumo cuidado, esperando encontrarlo.

Y aunque caminará y caminará, el camino parecía interminable. Con la respiración agitada, y la sensación de cansancio me vi obligada a mantenerme cabizbaja, con mis manos sobre mis rodillas.

—¡Michael! —le llame con la voz entrecortada, presa del pánico.

—No deberías asustarte Kassidie, yo siempre estaré contigo— le escuche responder a mi llamado con su característico tono lleno de calidez.

Me reincorpore y en cuestión de segundos me gire para encararle. Una ráfaga de viento me revolvió los cabellos, viéndome en la necesidad de acomodar tras de mi oreja, los mechones que obstruían mi visión. "Así que de esto se trata".

—¿Michael tú...?

—Kassidie...—me interrumpió —debes elegir lo que quieres hacer.

Me quede callada, instándole a continuar.

—La primera opción es que te regrese a tu cuerpo y deje que el ciclo natural fluya.

Fruncí el ceño—¡Auch! Si regreso sólo significaría mucho dolor hasta que finalmente me muera—renegué.

Negó sutilmente— yo podría eliminar tu dolor y...

—¡Que no!

Suspiro—y la segunda opción es que te regrese al mundo que diseñe especialmente para ti.

Le mire confundida— el juego ¿no?

Asintió con obviedad.

—¡No! si regreso, y hago que la farsa continúe, estaría esclavizando a 5 chicos y un gato.

—No esperaba que les tuvieras tanto aprecio—comento con sinceridad.

—Y no lo tengo—le afirme, aunque mis sentimientos por el felino, eran muy rebatibles— no me malentiendas, ellos son unos completos desconocidos con los que a duras penas empiezo a intentar formar un débil lazo de amistad.

—Sigo sin entender los pensamientos en tu cabeza.

Mire hacia el cielo que poco a poco era manchado con las blanquecinas nubes —No lo hago por ellos, lo hago por mí, porque si los obligase a quedarse conmigo, sólo empezaría a sentir asco de mi misma.

Eleve mi mano lo más alto que pude, como si tratara de alcanzar el cielo. La sensación de los lirios hacerle cosquillas a la piel de mis piernas, los finos rayos del sol acariciándome y el oxígeno inflándome el pecho, me hacían por primera vez sentirme viva...Aunque era el caso contrario.

—Entonces, me quedo con la tercera opción.

Michael que se había mantenido expectante de mi respuesta, observando cada una de mis acciones y escuchando mis palabras con calma, pareció alterarse por primera vez.

Dejando de ver hacia el cielo, le observe conectando mis ojos con los suyos—¿Estás solo Michael?

Desvió la vista —no hay tercera opción— renegó, queriendo cambiar el tema.

—Tú eres la opción definitiva— me acerque a él, cortando la distancia. Entendía porque se había aferrado a mí, y también comprendía el porque yo deseaba quedarme con él.

Le rodee con mis brazos, y él quedó inmóvil cual piedra, si responder a la efímera muestra de calor que mi cuerpo le ofrecía —Tú y yo somos iguales. Tú también estás solo.

Con sutileza me aparto de su lado y coloco sus manos sobre mis mejillas. Sus ojos brillando ante lo que preví como esperanza, se hallaban clavados en los míos, como si buscase algún atisbo de mentira.

—Kassidie, tú naciste para ser mi cura, y yo para ser la tuya.

Se inclinó un poco, y abriendo sus labios fue acercándose lentamente hacia los míos, y yo me quede completamente quieta, esperando por realizar aquel íntimo acto.

Atrapada en un otomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora