1. LA MARCHA FÚNEBRE

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Apretó un poco los labios, movió hacia un lado su pequeña maleta hasta conseguir que se adentrara en el estrecho compartimento. Dejo escapar un sonoro suspiro el cual quedo ahogado por los diversos murmullos de los demás pasajeros.

No le dio la menor importancia, había conseguido su objetivo, así que decidió girar sobre sus pasos y tomar el asiento que le fue designado. Su espalda crujió un poco, resultaba ciertamente cómodo después de que lo mantuvieran en pie por más de una hora.

Observó atentamente a los demás pasajeros con sus ojos azules, un poco al frente se encontraba una familia, el padre llevaba en brazos a dos bebes, los cuales berreaban como si no fuera haber un mañana. El padre a sabiendas de la molestia que causaban es que buscaba por todos los medios el calmarlos, les agitaba pequeños juguetes por encima de sus regordetes rostros, eso los tranquilizaba por algunos segundos, hasta que perdían el total interés y volvían a sollozar.

—Merry, quieres darte prisa con eso, los gemelos tienen hambre —bramó el bajo esposo agitando en brazos a los llorosos bebes. Aquello lo ayudo a recordar porque se empeñaba y esmeraba en no tener descendientes.

—Lo intento. Y si dejaras de molestarme lo haría más deprisa —le respondió una mujer regordeta que luchaba por introducir en el estrecho compartimento una maleta igual de gruesa como ella.

La inhalación profunda de aire combinada con un ensordecedor ronquido lo arranco de los problemas de aquella pareja, giró el rostro encontrándose con su compañero de viaje. Se trataba de un hombre ya entrado en años. Por debajo de aquella camisa negra se asomaba una prominente barriga cubierta por un espeso vello entrecano. Su acompañante volvió a roncar lo que acabo provocando un terrible temblor que se expandió hasta su prominente barriga, haciéndolo parecer una enorme gelatina humana.

‹‹Es un viaje corto. Solo recuerda eso››, se obligó a pensar al escuchar nuevamente los gritos de la pareja en combinación con aquellos terribles ronquidos.

Un quejido amortiguado le hizo salir de sus pensamientos, giró el rostro encontrándose con unas anchas caderas agitándose de un lado a otro. Por un momento quedo hipnotizado por aquel tamborilearte movimiento de caderas, hasta que un nuevo quejido le hizo elevar la mirada, al deslumbrar su forma de vestir comprendió que se encontraba frente a una de las azafatas, la cual luchaba por evitar que unas maletas mal acomodadas salieran de su compartimento y en el proceso acabaran por sepultarla.

Buscando comprender a que venía aquella escena es que observó a los ocupantes de los asientos, se trataba de una anciana que dormía plácidamente y era acompañada por dos adolescentes, uno de ellos, él más joven estaba completamente abobado con aquel aparato de procedencia americana que reproducía algún videojuego de moda, no tenía forma de saberlo, nunca había llegado a ser fiel amante de esa clase de entretenimiento.

Toda su atención se volcó al último de los ocupantes, el adolescente de mayor edad que se encontraba concentrado en la pantalla de su Kosmo S, era un aparato esbelto, con una elegante carcasa negra, un diseño conservador, donde conservaba una estrella de cinco puntas en color blanco. No tardó demasiado en descubrirlo mirando de reojo a los pechos de la azafata.

‹‹Cretino››, determinó al haberlo atrapado mirando, hasta se le cruzo por la mente el pensar que tal vez el propio muchacho había acomodado mal las maletas con la esperanza de verle algo más a la azafata, al verlo de nuevo al rostro, comprendió que no se encontraba frente alguien de semejante inteligencia, sino que todo parecía haber sucedido por mera casualidad, algo que el chico había decidido aprovechar.

Apretando los labios y sin poder creer que estuviera viviendo en una sociedad como aquella, es que acabo por ponerse en pie.

—Permítame —exclamó y levantando ambas manos, debido a que era mucho más alto que la azafata, le resulto más sencillo el detener las maletas mal acomodadas, tuvo que hacer un esfuerzo por levantar una mientras enviaba otra al fondo con todas sus fuerzas hasta que se encontrara con el inminente final.

Mi dulce tentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora