Capítulo 3: Mi Canario.

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Capítulo 3: Mi Canario.

Las mariposas poseían una belleza exuberante. Tan sutiles y frágiles que pintaban en sus alas la hermosura del cielo, otras los anaranjados y rojos del atardecer, en cambio otras el color verde de los arboles. Y a Alan, desde que era pequeño, le habían gustado las mariposas, fascinándose con la fragilidad de su naturaleza. Y le habría gustado coleccionarlas y clavar alfileres en su cuerpo a modo de recuerdo. Sin embargo, dentro de su corazón reconoció que aunque la idea era tentadora, resultaba muy cruel. Daba tanta pena encerrarlas hasta que murieran. Ellas no habían sido creadas para estar encerradas; su misión en este mundo era vagar de flor en flor, oliendo el polen y ser bellezas andantes.

—¿Te gustan las mariposas? —preguntó la voz dulce y suave de su Canario. Alan apartó la vista del jardín de la vecina y miró a su pajarito.

—Siempre me han gustado, pero jamás las he dibujado

Eso sorprendió un poco a Mario, por lo general Alan dibujaba todo aquello que destacara con una belleza estética fuera de lo normal. Las mariposas también pertenecían a esa categoría, por eso no comprendía porqué no las pintaba o dibujaba como hacia con todo lo que estuviera a su alrededor.

—¿Y eso por qué? —preguntó con curiosidad.

Alan cerró la puerta de la casa con llave y se la guardó en el bolsillo del pantalón. Eran las seis de la mañana y se disponía a acompañar a su canario a la secundaria. Caminaron hasta la salida y de allí continuaron el camino por la acera. La brisa fría y gélida de la mañana les había impulsado a usar abrigos muy gordos para resguardarse del frío.

—Bueno, siempre he creído que las mariposas son libres, así que odiaba la idea de atraparlas y mantenerlas encerradas. Por eso no las pinté, porque si lo hacía es como si estuviera atrapando su imagen para siempre hasta morir. —respondió caminando junto con Mario hasta la parada que quedaba a tres cuadras.

Solían salir a esa hora porque el autobús no pasaban tan lleno, además estaban bastante lejos de la ciudad y llegar temprano siempre era bueno. Alan acompañaba a su canario hasta al colegio y después se iba caminando a pie hasta su trabajo.

—No comprendo lo que quieres decir —dijo confundido—, ¿si pintas algo es porque lo haces tuyo y no lo dejas salir jamás? ¿Y por eso no pintas a las mariposas porque no quieres encerrarlas?

—¡Exacto!

—Pero me has pintado a mí. ¿Acaso no deseas que sea libre?

—Tu eres mío, mi canario —aclaró deteniendo su paso y mirando al joven rubio, este también se detuvo unos pasos delante de él y lo observó con una expresión asombrada—. No voy a entregarte a nadie más. No te dejaré ir nunca

—Y si algún día quisiera irme, ¿Qué harías? 

Alan observó impertérrito a su canario, se acercó a él y acariciándole la mejilla con una sutileza, dijo:

— Te cortaría las alas antes de dejarte ir —a Mario se le cortó la respiración ante semejante respuesta—. No permitiré que me abandones nunca... Eres mío, pajarito. No te entregaré a nadie más.

Mario no podía creerlo. Estaba tieso en su sitio con los oídos zumbándoles. Y Alan al ver la expresión de horror absoluto en su canario, se echó a reír sin poder contener sus carcajadas.

—¡Estoy bromeando, encanto! Por supuesto que nunca te haría algo así —aclaró cuando su estómago había dejado de convulsionarse en potentes carcajadas—. Tú me perteneces, no te dejaré ir... a menos que tú lo desees. No soy nadie para retenerte a la fuerza, así que si un día quieres marcharte respetaré tu decisión.

Secretos De Familia. ME PERTENECES (PARTE II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora