XXVIII

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Estaba acostada en el sofá de la biblioteca. Miraba al alto techo como si no hubiera mañana.

Por mi mente pasaban muchas cosas. ¿Qué fuera de mi si él nunca hubiera llegado?, ¿Sería feliz?, ¿Mamá estaría viva?, ¿Matías estaría vivo? Prefería pensar que sus muertes no eran mi culpa, pero él siempre me recuerda lo contrario.

No me moví cuando escuche la puerta abrirse. Mis ojos no se despegaron del techo. Ni siquiera me tense al saber quien era. Ya no sentía nada.

-Princesa.

-No me llames así.- es lo primero que sale de mis labios. Lo que dije no había salido mal. Es mas salio carente de emocion. Monótona.

-¿Por qué no puedo llamarte así?- su voz sonaba mas cerca. Nunca puede estar alejado de mi.- Eres hermosa. Mi princesa.

No soy nada tuyo, quise decirle.

Cerré mis ojos cuando sentí como el sofá se hundía. Pensé en otra cosa, cualquier cosa que fuera lo suficientemente bonito para no pensar en la realidad y ponerme a llorar.

Pensé en mi familia. Pensé en esos momentos que tuvimos cuando eramos nosotros cuatro, esos momentos en que a mamá se le podía decir así, papá estaba vivo y lleno de alegría. Eso viajes que hacíamos en donde siempre pasaba algo que nos enojaba y luego mas adelante lo veíamos como la cosa más graciosa del mundo.

Abrí los ojos y me senté cuando sentí una mano en mi pierna. Me arrinconé en una de las esquinas del sofá. El miedo me recorrió por completo. Él no podía lastimarme así, ¿verdad?

-Tranquila, princesa.- trató de calmarme. Quería decir que mi cara había sido todo un poema.- Solo quería despertarte, parecía que estabas en otro mundo.- susurró al final.

Si, era verdad. Estaba en otro mundo, un mundo en donde nunca quería salir.

Michael me quedó viendo para lo que para mí fueron horas. Siempre hallaba fascinante la forma en que su su ojos se enfocaban tanto en mi como si fuera lo único que existiera para él. Lo único que le importaba.

A veces sentía lástima por él, aunque no quisiera sentirla. Su desesperación por ser amado me hacía dar cuenta que la interacciones de cariño en su vida habían sido pocas, o capaz no había tenido ninguna.

-¿Sabes, Aisa?- preguntó tiempo después. Mi vista se centró en él. Ahora tenía que parecer que todo lo que me decía me importaba.- Alexis me dijo que tengo que dejarte en paz, que por un tiempo deberías estar sola, pero tú no sientes eso ¿verdad?

Por un momento me quedé de piedra. No supe que decir, ni cómo reaccionar. La respuesta que tenía que dar era muy obvia y yo la sabía, pero mentir de esta manera, simplemente no podía.

-Aisa.-llamó. Yo solo estaba callada. Él se acercó más a mí.- Tenemos que estar juntos, ¿cierto? Además si te soy sincero, creo que nuestra relación ha avanzado.

-Si.- dije con un nudo en la garganta.- yo también lo creo.

Era la mentira más grande que he dicho.

Al responder lo que quería escuchar, una sonrisa salió de sus labios. Otra cosa que me daba cuenta es que cuando sonreía solo era conmigo. Solo cuando estábamos los dos. Momentos como estos me hacen ver la realidad de las cosas. El no es malo porque quiere, el es malo porque no está bien.

ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora