Detalles

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Tan cerca. Parecía tan cerca de su objetivo. Casi pudo palparlo. El plan parecía infalible, la oportunidad perfecta, y, nuevamente, se desvaneció frente a sus ojos. No sabía si llamarlo casualidad. No sabía si decirle mala suerte, infortunio, o destino. O quizás, un repetitivo, monótono y tedioso Déjà vu.

¿Hasta cuándo seguiría luchando por conseguir su objetivo? ¿Hasta qué grado llegaría para alcanzar lo que deseaba? ¿Era realmente malo hacer hasta lo inaudito para recuperar a quién amaba?

Acarició la alhaja en su cuello, desanimado ante su nueva derrota.

A estas alturas, la palabra ¨desistir¨, que antes era una idea impensable para él, y que esquivaba a toda costa, se estaba volviendo tentadora y atrayente.

Maquinaba sus planes día a día, vez tras veces, calculando con meticuloso cuidado su siguiente jugada, su próximo paso. Pero estaba pasando algo por alto, un detalle que le impedía avanzar. Y si quería lograr su cometido plenamente, debía averiguar qué era lo que ignoraba.

« ¿Cuál es la pieza faltante?»

Recordó lo sucedido esa noche. Creía que con el apoyo leal de Mayura y aquel poderoso sentimonstruo; aunado a su fuerte determinación, obtendría finalmente los Miraculous de la creación y destrucción. Sus planes se vieron truncados nuevamente con la indeseada aparición de Ladybug y Chat Noir, llevando a cabo su absurda meta de ¨salvar el día¨.

Llevaba tiempo en esto, y sentía que no había logrado absolutamente nada. Aunque eso no era del todo cierto. Había encontrado detalles muy interesantes. Descubrió que existían otros Miraculous fuertes y poderosos, y por ende, más kwamis a quienes someter y dominar. También descubrió que, con ayuda del Grimorio, podía aumentar y mejorar sus poderes, así como sus peores enemigos lo habían hecho.

Pero el único que sabía cómo descifrar aquellos códigos era el Guardián de la caja Miraculous.

El Guardián. Su identidad había quedado revelada aquella noche, y eso era un punto a su favor. La verdad, le sorprendía que un anciano tan decrépito como él fuera el responsable de un privilegio tan importante. No era un mero Guardián de Miraculous, fue el encargado de asignarles a Ladybug y Chat Noir su nueva responsabilidad como súper héroes, lo que incluía dar con el paradero de su alter ego y derrotarlo, cosa que, afortunadamente, no había pasado hasta ahora.

«El Guardián... Ese Guardián...»

Aunque había resuelto el misterio de su identidad (quizás porque sus plegarias fueron oídas), no conocía su paradero actual. Y estaba seguro de que un hombre tan anciano como él era lo suficientemente sabio e inteligente para huir de su hogar sin dejar rastro, por el bien de los Miraculous.

Pero, a todo esto, lo que más le daba vuelta su mente, es que su rostro le resultaba irremediablemente familiar. Aquello parecía imposible, miles de veces intentó desenmascarar a ese hombre y dar con su ubicación, fracasando rotundamente. Por lo tanto, nunca había visto a ese hombre en su vida. ¿O sí?

Se frotó las sienes, frustrado y agotado mentalmente, tratando de hacer memoria, para saber si sus supocisones tenían base o si sólo era una ilusión en su mente, causada por el estrés.

De repente, alzó la cabeza y abrió los ojos como platos.

—Ese hombre... —Llevando la palma de la mano a su boca—. El maestro de chino de Adrien.

Negó enérgicamente con la cabeza, rehusándose a creer que fueran la misma persona. Pero la duda persistía en su cabeza, como una púa molesta en la carne que no dejará de incordiar hasta que te deshagas de ella.

Empezó a caminar de un lado a otro, inquieto y turbado ante aquel hecho, que a priori parecía insignificante, y que ahora parecía una realidad clara y evidente.

«Las cámaras... Las cámaras de seguridad...»

Como si su vida dependiera de ello, corrió hasta el área de su hogar donde enormes pantallas eran un vago intento de mantener la seguridad de su familia. Tecleó un par de letras en el computador, y deslizó los dedos por varias pantallas, tratando de hallar el archivo de video de esa mañana. Debía estar allí, esa grabación no databa de más de un mes y medio.

Avanzaba y retrocedía las grabaciones una y otra vez, fijándose en que muy pocas personas, aparte de Adrien, Natalie y él, entraban y salían de la lujosa y respetada mansión. Por lo que aquel anciano no podía pasar desapercibido así como así.

Hizo pausa justo cuando vio a aquel hombre de cabellos blanquecinos y camisa hawaiana tocó el timbre de su hogar.

Buen día, soy el señor Chang. Hizo una reverencia. El maestro de chino de Adrien no podrá venir hoy, yo lo voy a sustituir.

«La misma voz, la misma cara, la misma apariencia...»

La misma persona.

Era él. Bufó rendido, al darse cuenta de lo que había hecho. Había dejado entrar a su casa al mismísimo Guardián y ni siquiera se había dado cuenta. No podía creerlo. Y a decir verdad, se vio bastante confiable. Realmente se hizo pasar por un maestro sustituto. Aquella seguridad con la que habló, y el hecho de que supiera que Adrien recibía clases de chino ese día deja ver que ese hombre sabía lo que hacía.

Fue algo premeditado.

Entonces, cayó en cuenta de otra cosa. ¿Por qué precisamente su casa? ¿Por qué el pretexto de darle clases de chino a su hijo? ¿Cuál eran sus verdaderas razones? Dudaba que fuera un cleptómano. A su parecer, un Guardián tenía que ser respetable y honrado. Debía ser otra cosa.

«Acaso... ¿Sabe que yo soy Hawk Moth?»

Eso no tenía sentido. Estaba completamente seguro de que nadie en todo París, aparte de Natalie, conocía su identidad. Y estuvo por muy poco tiempo allí como para decir que buscaba algo importante, como el Grimorio. Es más, dudaba que supiera que él lo poseía si quiera.

«Adrien... Él vino a ver a Adrien...»

Se maldijo internamente por no haber colocado cámaras de seguridad también en el cuarto del rubio, porque así hubiese sabido cual fue el verdadero tema de conversación con él. Porque estaba cien por ciento seguro de que, siendo el Guardián, no vendría por simples clases de chino.

De una cosa iba saltando a la otra, y los fragmentos sueltos se iban acomodando de tal modo que empezaban tomar forma. Esos detalles estaban revelando algo. ¿Pero qué era? ¿Algo oculto? ¿Era eso de lo que estaba ignorando, de lo que no se estaba percatando? ¿Alguna verdad importante?

Una fugaz idea rozó su mente por unos segundos. Idea que él había descartado hace tiempo, y que volvía a negar ante esta situación.

«No. No es posible. No mi hijo.» Pensó mientras reía por lo bajo al dudar de Adrien.

Caminó con sigilo hasta la habitación del muchacho, tratando de hallar consuelo en la pacífica postura de su hijo mientras dormía. Quizás así, calmaría y apaciguaría su atribulada mente. Giró el pestillo de la puerta con suavidad y cuidado, tratando de no despertar a Adrien. Sonrió de inmediato. Allí estaba su pequeño, arropado y descansando, cómo debía ser.

Esa imagen le transmitió por unos segundos la paz mental que tanto buscaba.

Y en eso, su sonrisa se desvaneció. Adrien se removió un poco, dejando ver del otro lado de la cama a un pequeño ser negruzco ser de apariencia felina, pernoctando cómodamente al lado de su primogénito.

Cerró la puerta con rapidez, importándole poco si despertaba al joven o no.

—Mi hijo. —Exhalando con dificultad—. Mi hijo es Chat Noir.

*****

Creo que tendremos a un Gabriel en el hospital por paro cardíaco :v

Ay, es que vi el nuevo episodio de ¨Feast¨ y no pude evitar escribir algo al respecto. De verdad, uno de los episodios más intensos, emocionantes y geniales de todas las temporadas. ¡Lo amé!

Espero les haya gustado este Oneshot... Dejen su opinión en los comentarios c:

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