Prólogo

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—¿Habéis oído? —cuchicheó—. Dicen que han sido ellos los culpables.

—Imposible.

—Míralos, son ellos los que le hicieron eso.

—Que fuerte. —Se escuchó entre los murmullos.

—¡Te digo que es mentira! —grité.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque los conozco. —Soltó una risa sin gracia.

—O creías conocerlos.


Desmadre, música, adolescentes y alcohol, la peor combinación y más siendo el último día de verano.

Muchos recordarán esa noche por la gran fiesta que fue, pero nosotros la recordaremos eternamente por el comienzo de nuestros demonios, de nuestras pesadillas y sobre todo de nuestras mentiras.

Era mi turno, entré a esa sala blanca con luces llamativas e intensas que apuntaban directamente a mí rostro. La detective estaba sentada en la silla con una carpeta en sus manos. En la mesa, había varios archivos revueltos, en el superior vi mi foto junto a mi nombre y a centenares de datos personales. Alcé la vista y vi que, en el techo, había una cámara que me apuntaba como si realmente fuera culpable de algo.

Y lo era.

Era igual de culpable que todos.

—Siéntate, solo serán unas preguntas. —Sonrió cálidamente, acto seguido presionó una grabadora que también estaba sobre la mesa.

Asentí con nerviosismo y lentamente me senté en la silla de enfrente. Para tranquilizarme apreté con fuerza mis manos dejando ir toda la tensión.

Cogí aire.

—Bien, ¿De qué conocías a Lander Anderson?

—Del instituto, era mi compañero en algunas clases. —Me limité a decir sin mostrar ninguna emoción.

La mujer comenzó a apuntar mi respuesta en una libreta asintiendo con la cabeza.

—¿Sabes si se llevaba mal con alguien?

—Qué yo sepa no.

Frunció el ceño y no me quitó ni un solo segundo la mirada de encima.

—¿Qué hiciste la noche del 11 de setiembre? —Sabía que esa pregunta sería formulada, por ello respondí calculadamente.

—Fui a una fiesta de despedida del verano.

—¿Sabes si Lander acudió a esa fiesta? —Negué con la cabeza—. ¿Pasó algo en aquella fiesta?

—Siempre pasan cosas en las fiestas. —Obvié.

—¿No viste nada sospechoso, ni nada que llamara tu atención?

—No —mentí.

—¿Cuándo fue la última vez que lo viste?

Bajé la mirada porque no hay peor cosa que mentir mirando fijamente a la persona a los ojos, era incapaz de hacerlo. Desde pequeños nos inculcan que mentir está mal, que no se debe hacer.

No obstante, a medida que vamos creciendo aprendemos que a veces mentir no hace daño. Todo el mundo sabe mentir y es juzgado por hacerlo, pero también por decir la verdad, ¿Entonces, debemos mentir o decirlo absolutamente todo? O.... ¿Qué pasa si hay dos verdades? O.... ¿Si mientes tanto que te acabas creyendo la mentira?

Pero, ¿Qué pasa si mentimos obligados? Si mentimos sabiendo que está mal. Podemos hacernos daño tanto a nosotros mismos como a los demás. Yo mentía, y lo hacía para mi beneficio o para que la verdad no fuese tan dura.

Pero cuando mientes ocultando así un crimen, entonces ese engaño se vuelve peligroso. Por ello, toda tu vida cambia volviéndose un secreto, una falsa y lo peor que puedes hacer es; vivir en la mentira



[Coupletwins]

Aquí tenéis el prólogo tan emocionante. 

Si te ha gustado, no dudes en guardar esta historia en tu biblioteca y esperar a la nueva actualización que no será muy tarde.


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