CAPITULO 6

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—Hola chicos, gracias por quedarte con él, nos vemos al mediodía.

—"Descansad", hasta luego chicos —se despidió Oliver mientras cerraba la puerta.

—¿No te pareció algo irónica su despedida? Como si supiera lo que pasó entre nosotros.

—No te preocupes Juanjo. ¿Cómo te sientes? —Se acercó y con delicadeza le rozó el rostro con una suave caricia—. Compré varias cosas, mira si necesitas algo de ello. Voy a cepillarme los dientes, ahora vengo.

Juanjo vació el contenido de la pequeña bolsa sobre la cama, había varios medicamentos que tras mirarlos unos segundos eran para las molestias producidas por el coito, así como un gran bote de lubricante, mientras lo miraba y abría para olerlo se sonrojó, también había condones de los más grandes, obviamente, pensaba el beta recordando la noche pasada y sonrojándose aún más.

—¿Por qué estás tan colorado? ¿No tendrás fiebre?

—No, todo está bien. Hiciste una gran compra.

—Cosas muy necesarias. —Se acercó al tímido hombre sentado sobre la cama, ya habían estado las personas que se ocupaban de la limpieza y habían ordenado todo—. Dime una cosa, ¿prefieres descansar o podemos disfrutar?

—Prefiero disfrutar, después podremos descansar un rato.

—Ummmm, me gusta tu manera de pensar. —Ya sus manos estaban sobre el chico, arrancando sus prendas de ropa mientras su boca lamía su clara piel—. Sabes delicioso.

—Con lo frío y serio que sueles ser, parece increíble lo caliente y dulce que eres en la cama.

—Juanjo, lo increíble es lo bueno que eres tú en la cama y que yo haya tardado unos seis años en saberlo, ahora deja que te haga disfrutar.

Sin más y bajo la atenta mirada del beta comenzó a darle placer con la boca, su lengua jugaba y acariciaba su dureza haciendo que un fuego recorriera su cuerpo, el hombre entre sus piernas le echaba miradas que le hacían arder, parecía como si disfrutara tanto como él mismo.

Tiró de sus caderas colocando mejor su postura para elevarle las piernas y dejó acceso para que esa lengua malvada humedeciera y torturara su estrecha entrada. Gemía y jadeaba con las atenciones que su cuerpo estaba recibiendo, era un ataque en toda regla, una mano acariciaba su ardiente piel, mientras la otra masturbaba su cada vez más húmeda polla y esa lengua jugaba con sus sentidos, provocando su estrechez.

—Ahhhhh...no puedo más...penétrame...hazme tuyo ya.

—Eres muy impaciente.

—Ohhhhh...me tienes en llamas...estás muy duro también.

Cambió su postura para poder besarle, el alfa se sentía orgulloso por la sinceridad y lo que se dejaba llevar, sus labios fueron succionados y degustados con ansias. Juanjo temblaba entre sus brazos y sus hermosos ojos marrones brillaban de deseo.

Tras colocarse el condón, comenzó a entrar en ese cuerpo que se iba abriendo a su paso, más jadeos salían del beta y temblaba mientras le rodeaba el cuerpo para pegarse más el uno al otro. Se deslizó por completo en su interior para proceder a embestirse con fuerza contra el punto de placer de su dulce amante.

El baile que fueron realizando sobre la cama, cambiando posturas, besando, acariciando, con cuidado de no dejarse marcas, cada vez más sudados, el placer era intenso y el beta no sabía cómo podía aguantar la fuerza de sus embestidas. Ahora estaba sobre esa gran barra que sentía que le atravesaba, cada vez más agotado, se había corrido varias veces mientras el alfa le devoraba feliz de su entrega.

No deseo amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora