CAPITULO 7

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A la mañana siguiente y tras una noche larga y agotadoramente placentera, se despertaron Rudy y Juanjo con sus cuerpos entrelazados y la cama revuelta, se sonreían y dejaban caer dulces besos, poco después el alfa lo llevó en brazos al baño para que se ducharan y arreglarse para ir a desayunar. Pasaron a recoger a Oliver por su apartamento y tras un delicioso desayuno fueron a recoger todas sus pertenencias para regresar.

Primero dejó a Oliver en su casa, al que acompañó llevando sus cosas como siempre hacía, era demasiado protector con él desde lo ocurrido aquella vez en su primer celo. Oliver se lo permitía por la evidente necesidad que tenía el alfa para su paz mental.

—¿Puedo hacer una pregunta, Rudy?

—Adelante, nunca me preguntas antes de hacerla, estás raro.

—Es que es de índole personal y no quiero molestarte.

—Dispara.

—¿Va a continuar lo que empezaste este finde con Juanjo?

—No lo sé, no sé tampoco qué quiere él. Puede que sigamos un poco más. No hemos hablado nada y no creo que lo hagamos aún.

—¿Tú qué quieres hacer?

—Pues volver al coche y convencerlo para que venga a quedarse unos días a mi casa, ya que él aún no empieza a trabajar y yo muero de ganas de tenerle en mi cama.

—Pareces muy interesado.

—Y tanto, es un dios del sexo. Nunca he estado con nadie que me complazca tanto y creo que él está sintiendo lo mismo, al menos en este tema.

—De acuerdo, cualquier cosa que pase entre ustedes ve diciéndome. Por cierto, dame una "cita" para dentro de dos semanas, iré a enseñarte lo que he ido haciendo.

—Lo dejaré despejado, almorzamos mientras me muestras tu trabajo, supongo que dos horas irá bien. Me voy, no quiero que Juanjo siga esperando.

—También déjale descansar un poco, hoy apenas podía caminar el pobre.


Una vez en el coche y antes de arrancar, sus labios buscaron los de su copiloto, este se dejó abrazar y parecía deshacerse entre sus brazos acoplándose por completo a su cuerpo y jadeando cuando le soltó para arrancar el coche.

—Juanjo, tengo algo que proponerte. Tienes hasta llegar a tu casa para contestar. Cuando lleguemos, en vez de irte, recoge ropa y cosas que necesites y ven a quedarte al menos esta semana a mi casa. No empiezas a trabajar hasta septiembre y yo estoy en horario de verano y salgo todos los días a las cuatro de la tarde.

—Quieres que esté contigo toda la semana. ¿Estás seguro?

—De lo que estoy seguro, es de que me gustaría estar en la cama contigo sin salir, durante toda esa semana. Pero eso es imposible.

—¿Tanto me deseas? —Seguía jugueteando, burlándose mientras se sentía feliz al ver la necesidad que parecía tener el alfa de estar con él—. Debes enfriar tu mente un poco.

—Dame un momento tu mano, creo que no solo mi mente he de enfriar. ¿Qué dices? —Posó la mano sobre su enorme y palpitante miembro, estaba duro y deseoso desde que le besó hacía unos minutos—. No podré enfriar nada.

—Vale, recogeremos mis cosas e iré a tu casa. Pero tendrás que ayudarme. Eso sí, no intentes hacer nada en mi casa. Las paredes son muy finas y no quiero que mis vecinos me oigan.

—No te tocaré hasta llegar a mi casa, después te daré una llave para que puedas entrar y salir cuando desees.


La semana pasó rápidamente, se les fueron los días entre los dedos. Estaban tan cómodos juntos, salían al cine, pasear, compras, cenar, tomar alguna copa o simplemente en casa sin salir de la cama. Las mañanas Juanjo iba al gimnasio o quedaba con algunos amigos para a partir de las cuatro estar a disposición de su ardiente amante. Lo pasaban muy bien juntos y Juanjo experimentó el mayor placer que nunca había sentido en toda su vida. El alfa era insaciable y le había hecho el amor por cada una de las habitaciones de su enorme piso.

Salía de una habitación o llegaba este del trabajo y ya estaba arrancando su ropa, donde le pillara le hacía suyo, nunca en toda su vida había tenido tanto sexo y tampoco había sido tan cuidado y mimado. El alfa era muy territorial y no le gustaba que le llegara leves olores de otras personas en la ropa del beta.


Finalmente llegó el domingo y los dos se veían algo tristes, no habían hablado de nada, ni que pasaría una vez Juanjo regresara a su casa. Era un tema que no deseaba tratar, sentía algo de angustia, pero no quería escuchar que todo terminaba ese domingo.

Rudy le acompañó hasta su piso, llevando su pequeña maleta y agarrando su mano con la otra. Espero paciente a que abriera la puerta y entraron los dos. Rudy absorbió el olor del piso, olía al beta, le gustaba. Se dirigió al dormitorio donde dejó la maleta. Suspiró y se encaminó al salón donde estaba el beta esperando.

—La semana ha sido increíble, espero que hayas disfrutado tanto como yo. Me tengo que ir, mañana madrugo.

—Sí, fue una semana mágica. Me encantó cada minuto de ella.

—Esta semana la tengo más liada y ocupada con reuniones y mierdas. Por eso no te pedí que te quedarás más, ya que no sé cómo serán mis horarios. ¿Te importa si te llamo cuándo vaya teniendo tiempo para vernos?

—Claro, estaré feliz de verte.

—¿Podremos seguir...esto...ehmmm?

—¿Teniendo sexo? Por mi sí. Echaré de menos no tenerte entre mis piernas esta noche.

—Joder yo sí que echaré de menos no estar en ti y contigo. Ya te llamaré. Que vaya bien tu semana y sigue disfrutando de las vacaciones. En poco tendrás que volver al colegio a dar clases.

—No, me hables. Soportar a los padres te aseguro que es peor que todos esos pequeños.

Se sintió un poco torpe al acercarse para besarlo y despedirse. Antes de despegarse le lamió levemente la nuca, sintiendo como se estremecía el beta. Deseaba llevarle a la cama y marcar su cuerpo, pero le había dejado hacerle el amor durante toda la noche y esa mañana varias veces, no podría resistir otro ataque. Sabía lo agotado que estaba y que todo su cuerpo necesitaba descansar.

—Hasta luego, cariño. Te llamo.

—Hazlo.

Continúa>>>

No deseo amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora