Capitulo. 33

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El circo era uno de los mejores entretenimientos que recordaba de mi niñez, aquellos campos baldíos en las afueras de Londres eran adornados de vez en cuando con coloridas carpas y los animales exóticos se escuchaba incluso desde antes de acercarse al lugar; nuestro padre solía llevarnos sin falta, por lo que ser testigo después de tanto tiempo de como la caravana del circo desfilaba por la ciudad me llenó de nostalgia y no quise acercarme.

Pensé que no valdría la pena sin papá...

Pero aquella noche, cuando el caprichoso destino confabuló a mi favor regalándome la presencia de la señorita que ocupaba mi cabeza día y noche, no pude pensar en otra cosa que en llevarla allí. Una bruma oscura parecía haberle arrebatado aquel hermoso brillo que solía adornar su mirad, una flor que se marchitaba bajo los crueles rayos del sol; y que vi florecer nuevamente cuando salimos de la mansión. Me negaba a que los problemas siguiesen rompiendo su corazón.

— ¡Tenemos un ganador! — Anunció el hombre de gracioso traje a rayas, cuando un muchacho a mi lado logró tirar una pila de vasos con un disparo.

Dos chicas gritaron al unísono encantadas con la sonrisa y coqueteos del chico que decidió pedir un enorme peluche para una de ellas, la situación me causó gracia y por un segundo me imagine haciendo lo mismo que él.

— Esto es imposible. — Se quejó Naomi atrayendo mi atención nuevamente. La muchacha parecía realmente concentrada en intentar darle a su blanco.

Aferrada a intentarlo, volvió a tirar del gatillo, pero esta vez el disparo se desvío aún más y terminó dando contra la pared asustando al pobre hombre de rayas. Que puntería más horrible. Pero entonces su risa llenó el aire como una agradable melodía, la vi retorcerse mientras toda su frustración parecía escapara en forma de verdadera felicidad mientras el pobre señor maldecía su existencia.

— Cuanto lo siento. — Balbuceo secándose las lágrimas que habían escapado de sus ojos.

No, sin duda no necesitaba ser un Don Juan para disfrutar de aquella velada.

El juego acabó y a pesar de no haber ganado nada, me sentía enormemente satisfecho. Por primera vez en toda esa tortuosa semana estaba seguro de que ella estaba a salvo y podía disfrutar tranquilamente de su compañía. La morena caminó a mi lado con una sonrisa adornando sus labios y me deleitaba con cada expresión de su angelical rostro cada vez que nos acercábamos a un nuevo puesto. La clásica sirena en una enorme pecera fue su fascinación y como una niña me miró sorprendida. Una dama muy grande cantaba ópera subida a un podio y un hombre contorsionaba su cuerpo al extremo.

— Es impresionante... — Susurró ella observando con admiración a la cantante que atraía a gran cantidad de personas con su voz.

— Creo que tú lo harías mejor.

— Que tontería, quizás en otra vida. — Se burló ella antes de continuar nuestro camino hacia la enorme carpa.

— ¿Por qué no? Seguramente encantarías incluso al rey de Inglaterra. — Bromeé logrando que ella se relajase nuevamente.

— En realidad, de pequeña soñaba con ser una gran cantante y llenar teatros enteros... — Reveló con cierta nostalgia que me resultó tierna. — Mi madre y yo viajamos mucho cuando era pequeña, en una de las ciudades que visitamos vivimos muy cerca de un teatro, todas las noches las personas acudían y en algunas ocasiones era capaz de escuchar la música desde mi ventana. Me imaginaba con un elegante vestido al frente de todas esas personas, cantando con todo mi corazón...

Sus palabras no se marcharon con el viento, por el contrario, parecieron envolverla y alzarla hacia algún lugar desconocido para mí, el paraíso de los sueños y la imaginación infantil nunca me recibió de buena manera. Pero a Naomi parecía llamarla con fuerza.

Jeune fille indomptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora