10/7/2007(En un lugar del sur)
La vida a veces es impredecible, el tiempo pasa demasiado rápido, cómo para qué uno lo termine alcanzando, y a veces, las cosas terminan yendo de una forma en la que no la esperabas, pasando cosas que no siempre son muy agradables. Aún recuerdo cuando tenía 10 años, recuerdo, en esas épocas, cuando vivía en Pueblo Esperanza, salía con mi amigo, solíamos ir a un parque cercano a mi casa, a jugar con el balón qué teníamos, disfrutar de la vida, y en esas épocas, lo veía todo muy claro. Todo el mundo sabe qué no es lo mismo ser un niño, a crecer e intentar sobrevivir a toda costa, con un sueldo miserable, la vida se siente más gris en ese aspecto, a veces, uno tiene la idea, de qué las cosas, están hechas así para enfadarme, pero me resigno a vivirla así, con lo poco que tengo, en verdad.
Sentir el frío de una mañana de invierno recorrer por mi cuerpo, mientras lucho por despertar, pero la rutina se hace tediosa cuando apenas me he levantado, el levantar el cepillo para limpiarme los dientes, dejar de sentir ese gusto amargo en mi boca, y el trabajo es duro, ya que siento que mi mano pesa mucho, sentir qué en cualquier momento perderé la conciencia, y caeré tendido en el suelo, ya es algo que suelo sentir a diario, y la razón por la que siempre debo luchar. Hacerme un café para despertarme, mientras siento que mis ideas vuelan, y tengo nuevas ideas con las que podría salir a flote, podría, si la esperanza en mí mismo no se hubiera acabado ya.
Esa tarde, tuve la brillante idea de encender la televisión, y ver qué tan cruel y tortuosa se vuelve la realidad, con toda su crudeza, golpeándome duro en la cara, noticias cómo "Aumento en el número de suicidios los últimos 10 años", o " Aumento en la tasa de criminalidad los últimos años" pasaban siempre, y yo era siempre consciente de ello, pero, cuando era niño no me preocupaba de ello, ¡Desearía volver a mi infancia!, cuando con mi amigo Jorge, solíamos hacer muchas travesuras, recuerdo qué había una vecina, una señora, que se llevó una vez el balón qué teníamos, en ese entonces estaba desanimado, y Jorgito me dijo "Esa señora, no dudo que esté planeando algo, probablemente se lleva las cosas de los niños para hacer brujería", nuestra imaginación volaba demasiado. Yo vivía en aquél entonces en una casa donde al salir, no me encontraba los aburridos bloques de concreto, si no que daba a un lugar boscoso, al que le llamábamos "El reino", y encontré un lugar bajo un grupo de árboles y arbustos, al que considerábamos secreto, es decir, solamente los miembros de mi equipo de amigos lo conocían. Ahí cada verano planeábamos qué aventuras tener, y evitar a la señora qué quería embrujar a mi equipo, usando magia negra, y los objetos de los niños qué ella misma recogía.
¡Ay Jorgito querido!, siempre estuviste ahí, ayudándome cuando lo necesitaba, gracias a vos recuperé mi querido balón, mi amado balón, aquél que tanto anhelaba, y era de lo poco qué podía tener en ese entonces, pero ¿dónde te habrás ido?. Cuando volvía a mi casa mi madrecita me recibía con una deliciosa comida que preparaba, para luego, irme a acostarme, mientras leía, hasta quedarme dormido con el libro en la cara. Siempre he amado leer, incontables son las veces qué un señalador cayó en mi ojo, y dolió, pero así es la vida, siempre qué leo, me olvido de todo lo que hay a mi alrededor, y vivo un mundo de ilusiones.
En los inviernos de mi infancia, en los valles solían nevar, el pueblito en el que pertenecía se teñía de un color blanco, la gente salía muy abrigada, y los niños salían a disfrutar de las batallas de nieve. Jorgito y yo, juntamos al equipo, al que llamábamos "Equipo verde", debido a que nos reuníamos en un bosque en los veranos, en los inviernos las reuniones se hacían en las casas de los miembros, y ese día nuestro equipo se enfrentaba contra equipos rivales, como el equipo sombra, un equipo de niños como lo éramos Jorgito y yo en esa época, esos tiempos eran geniales. La nieve caía sin cesar, y nuestro equipo batallaba contra el equipo contrario, bolas de nieve iban de un lado a otro, hasta que el equipo contrario terminó rindiéndose. Yo, en ese momento estaba muy exhausto, y quería regresar a casa, y tener ya preparada la chocolatada caliente de mi madrecita, siempre estaba ahí, esperándome, a que le diera un sorbo, y luego otro, y así hasta acabarla.
La vida era muy bella en aquellas épocas, pero, debo pisar la tierra, qué la realidad está esperándome, en ese preciso instante, sentía como si no hubiese dormido en años, así que bebí un poco de café, mirando la televisión, y las noticias de muertes que siempre pasan, famosos que se pelearon, tuvieron hijos, etc. No me interesan ese tipo de cosas, no quiero saber más nada de ningún famoso, ¿qué me importa qué cosas hizo a escondidas la mujer esa qué salió en aquél concurso?, la verdad un desperdicio total, y la cosa se pone peor cuando hay partidos, y la gente a mi alrededor se pone a hablar a todo el mundo de su equipo favorito, y mayormente, me toca escuchar a la gente decirme aburrido, por no ver los partidos que tocaron. Me da completamente igual quien gane o quien no, no es algo que me incumba mucho, ver a gente matándose entre sí, solo por eso.
El café logró despertarme, en unos 5 minutos de haber empezado a beberlo, eso sí, que no falte la quemadura de lengua, qué la termino sintiendo dormida, cosa que suele pasar seguido, y la verdad, es molesto, pero al menos estoy despierto, y listo para ponerme al día, pero ahora queda la peor parte, vestirme, los cordones de mis botas suelen quedar demasiado enredados, así que me tardo mi tiempito en desatarlo, y encima son un par, así qué multiplico por 2 mi sufrimiento.
Un día normal de trabajo me espera, así qué voy a encender mi vehículo, un vehículo un tanto viejo, a causa de lo pobre qué es mi salario, y empiezo a conducir. La ruta parece muy larga, aún recuerdo la primera vez que la recorrí, tenía 20 años en ese entonces, y era muy torpe en cierto modo, aunque llevaba una vida muy sana, algo diferente a lo que la gente de esa edad estaba acostumbrada. Mi instructora de manejo era un ogro, con todas las letras, era una señora de baja estatura, robusta, con cabellos ondulados y de un color amarillento. Sus labios estaban pintados de rojo, tenía un lunar cerca de estos, y parecía tener concreto en sus cejas, pero, lo que más recuerdo de ella, es la verruga qué tenía en la nariz, y su carácter, literalmente, gritaba con todo lo qué hacía, y su voz era muy aguda, me taladraba los oídos, pero eso no es nada, ya ocurrió, es un instante más qué pasó. Cada instante es como una pequeña foto, y ése conjuntos de infinitas fotos infinitamente pequeñas, serían el tiempo. Algunas series de fotos quedan grabadas en la memoria, y otras, simplemente se desvanecen en el abismo, el foso de lo que la mente desechó.
Ahora qué lo pienso, ¿Qué habrá sido de todas esas personas?, calculo qué la bruja del pueblo ya no estará en este mundo, puesto a que en ésos momentos ya tenía una edad bastante avanzada. Y la instructora, pues no la vi desde que hice el examen ese, qué la primera vez reprobé, pero al final terminé pasándolo. Y ¿qué será de Jorge?, no lo sé.
Solo sé qué algo es seguro, y es qué la vida sigue, el tiempo no se detendrá ni por un mal momento, ni por nada de este mundo, y lo único que espera, a fin y al cabo, es la muerte misma, tan pálida y fría como siempre, como esta mañana de invierno.
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Desvelo © ✔️
HorrorNunca nadie habría pensado que un sueño podría ser peligroso, o el inicio de una tragedia. Un hombre con una mentalidad pesimista, cambia su vida luego de presenciar un accidente, y comienza a tener pesadillas constantes con un ser que lo persigue...