Cuando me despierto puedo sentir los mimos de Dean en mi cabeza. Sonrío agradeciéndole al destino por haber puesto a él allí, en ese momento. Abro los ojos y me encuentro con los de mi novio, vidriosos e hinchados. Las lágrimas fluían como un río sin fin, su boca estaba roja y sus mejillas rosadas, la cara pálida y sus manos temblaban con cada movimiento.
No pude evitar sentirme horrible por esto. Sé porqué Dean estaba llorando y la respuesta es muy simple. Por mí.
– No tienes idea de todo lo que te busqué –susurra y caen tres lágrimas. Se le acumulan en los ojos pero no hace ni el más mínimo esfuerzo por apartarlas, su mano aún sigue en mi cabeza, mimándome–. No sabes lo horrible que me sentí cuando te perdí. Me sentí vacio, incompleto de arriba abajo, estúpido y deprimido. Me sentí la más mierda de las personas por haberte hecho esto. Por –cala aire y exhala con dificultad–, por haberte dejado sola aquella noche.
El vientre se tensa y siento un leve dolor, pero no me importa. No es tan grande como el de mi corazón. Una lágrima cae perpendicular hacia la almohada y limpio rápidamente mis ojos.
Dean nunca llegará a entender que no fue su culpa y que nunca, en ninguna perspectiva, lo será.
– Llegué a casa esa noche con una bandeja con pollo y esa extraña ensalada que te gusta a ti, te busqué por todos lados y tú... –cierra los ojos un segundo y sorbe su nariz–, y tú ya no estabas. Pensé que te habías ido porque ya no querías saber de mí, pensé que volverías con Tobias o que llamarías a Cassie para irte a su apartamento, rebusqué en mi memoria cosas que podría haber hecho mal, cosas de las que te arrepentirías de salir conmigo. Pero, no podías dejarme así como así, si estábamos más que bien. Así que, por las dudas fui a la casa de Tobias –negó con la cabeza y siguió–, no quiso abrirme la puerta. Tuve que abrirla de una patada. No quise hacerlo, pero estaba desesperado, América –solloza–. Comencé a llamarte a gritos y tú no contestabas. Tobias bajó corriendo por la escalera y quiso comenzar una pelea. Cuando le dije que no sabía dónde estabas y que podía ser grave se echó a reír, y –suspiró–, quería matarlo. Juro que si hubiese tenido cerca un cuchillo se lo clavaba en la garganta.
Mi mano viajó hasta su cara y sequé con mi pulgar las lágrimas que caían por su mejilla.
– Me estaba dando por vencido, cariño. Me estaba muriendo y tú no estabas para sostenerme y ponerme los pies en la tierra.
– No llores –logré decir–. Por favor, no llores.
– No puedo no llorar. No comí, no dormí, estaba devastado. Anoche tampoco dormí por miedo a que te vayas o que todo fuera un sueño. Lo lamento tanto, América.
Cerró sus ojos y se recostó en mi vientre, mimándolo y dejando que sus lágrimas descansaran en mi ropa.
No sabía que hacer para poder sanar su lastimado corazón y su confundida psiquis que terminaría enfermando su cuerpo.
– Dean –susurré. Sus ojos se abrieron y me iluminaron–. Dean, escucha con atención –dije un poco más alto secando mis lágrimas–. No me iré. Nunca. Jamás.
– Promételo –dijo con suavidad y se erguió–. Promételo, cariño.
– Lo prometo –prometí y sonreí apenas. Agarró los costados de mi cara y me besó, tan dulce y salvajemente como pudo.
Reí contra sus labios cuando Castiel pateó mi vientre. Se alejó con una sonrisa y me miró confuso.
– ¿Qué? –preguntó.
– Castiel –contesté–. Patea.
Sonrió mostrando sus dientes y dejando ver los lindos hoyuelos que había estado extrañando. Se acercó rápidamente para sentirlo y puso sus manos en mi vientre. Las fue moviendo buscando el pie de nuestro hijo. Cuando sus manos llegaron a la parte inferior de mis senos Castiel pateó tan fuerte que hizo que Dean sacara sus manos instintivamente. Me miró con los ojos muy abiertos y rió.
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Encadenada al amor
Romance++Él es el chico perfecto para toda chica. El príncipe para cualquier princesa. Dean es digno de ser amado, pero él no quiere a cualquier chica... él ama a América, sin embargo, ella no lo sabe hasta que algo la hace abrir sus ojos.++ ¡Te invito a e...