Al principio no me creí las palabras del doctor.
Pero el tiempo pasó. Los árboles poco a poco se quedan sin hojas, y los pétalos de las flores caen, y comprendí que lo que dijo el doctor en aquel momento era cierto.
El invierno había llegado. Con él, los árboles sin hojas y las hojas caídas y secas, que a la gente tanto le gustaba pisar. Las mañanas nubladas y las tardes lluviosas. Los días tan fríos que te hacían pensar que iba a nevar. Los días de quedarse en casa por la tarde y observar cómo caía la lluvia, o en su lugar, la nieve.
Él también quería salir a dar una vuelta y observar la nieve y la belleza de esta. A pesar de ser fría y no aparecer durante varios años, la nieve seguía siendo hermosa. Era curioso, cómo algo tan frío y frágil podía llegar a ser tan hermoso si se observaba con delicadeza.
En su caso, podía salir a dar una vuelta, pero no quería. No era por el frío de la calle, ni por el bullicio, ni por falta de abrigo.
Yo se lo prometí, se repetía a sí mismo. Le prometí a Suga que me quedaría junto a él en su último día.
Daichi observaba cuidadosamente a Suga, el que estaba recostado en su cama, sin apenas poder moverse, recordando todos los momentos que pasaron juntos, y todos los partidos que jugaron juntos. Recordando las lágrimas que derramaron cuando tuvieron que retirarse del Club de Voleibol de Karasuno, y los abrazos que les dieron a los demás miembros para intentar calmarlos. Recordando la sonrisa de los de segundo y primer año cuando prometieron llevar a Karasuno a la cima después de que los de tercer año se retirasen.
Definitivamente, Daichi echaría de menos a sus compañeros de Karasuno. Pero ese no era el tema del que tenía que preocuparse en aquel momento.
Porque era el último día que pasaría con Suga, y no podía hacer nada para cambiarlo.
Comenzó a nevar más fuerte que antes. Daichi trataba de no llorar, pero entre que era el último día de Suga, y que su cerebro le recordaba constantemente todos los momentos que pasaron juntos. Sus manos comenzaron a temblar debido al dolor interno que sentía, y una piscina de lágrimas comenzó a formarse en sus ojos. Un nudo se formó tanto en su garganta como en su corazón, y agarró fuertemente la mano de Suga, haciéndole un poco de daño.
-Suga... De verdad, no quiero que esto ocurra... Ya tuve bastante retirándome... - Pequeñas lágrimas empezaron a caer de los ojos de Daichi, viajando por su cara y cayendo en su camisa. Ante esto, Suga no pudo evitar sentirse mal, pero ambos sabían que ninguno tenía la culpa. Suga entonces miró fijamente a Daichi, y sonrió, también con alguna que otra lágrima en sus ojos. Era una sonrisa hermosa, como Suga solía sonreír siempre, pero a la vez estaba llena de dolor.
-Yo tampoco quiero que esto ocurra... - Suga cada vez se sentía más débil, y comenzó a toser. Sus últimos minutos se acercaban. En aquel momento, Daichi no podía evitar, y el dolor que sentía le hacía incapaz de poder formular palabra alguna. El haberse retirado del Club de Voleibol no era nada comparado con aquello. Era una memez comparado con lo que estaba pasando en aquel momento. - Daichi, yo... Quería pasar todo este invierno contigo, y con Asahi... Lo siento mucho.
-No hables como si la culpa fuese tuya. - Esas fueron las únicas palabras que Daichi pudo formular en aquel momento, pues el dolor que sentía en aquel momento, y el tener que decirle adiós a su mejor amigo, eran superiores a él. Eran mucho más fuertes de lo que podrían serlo nunca. -La culpa no es tuya, Suga...
¿Suga?
Daichi se fijó en Suga, y su corazón se detuvo por un momento. La mirada de Suga estaba perdida, como la de un pez muerto. Su piel en aquel momento era pálida, quizás más aún que la nieve que caía en aquel momento. Su sonrisa seguía en su cara, pero era una sonrisa vacía. No representaba felicidad, ni felicidad con tristeza en su interior. Era una sonrisa vacía.
Al principio, Daichi pensó que era una broma y que Suga había fingido desmayarse para gastarle una broma. Pero, tras darse cuenta de que no respiraba y de que su corazón no latía, pudo comprobarlo. El nudo de su garganta se hizo más fuerte, y sintió cómo su corazón se rompía poco a poco.
Koushi había muerto.
Daichi entonces soltó la delicada mano de Suga. Durante unos segundos, fue incapaz de sentir algo, pues sentía muchas cosas a la vez. Sentía pena, sentía culpa, sentía rabia, sentía muchas cosas a la vez. De todo, menos felicidad. Daichi acarició la mejilla de Suga, con bastante cariño, y sintió lo fría que estaba. Daichi volvió a observar la cara de Suga, y cuidadosamente observó cada uno de sus rasgos faciales. Sus ojos de color miel-avellana, su pequeña nariz, su lunar cerca del ojo izquierdo, su cabello gris, y finalmente, su sonrisa, la cual definitivamente echaría de menos. Daichi volvió a llorar, recordando todas las veces que Suga había sonreído.
La nieve continuaba cayendo, y aún quedaba bastante para que terminara el invierno. Daichi entonces comprendió que llorando y maldiciendo al destino por haberse llevado a su amigo no iba a resolver nada, y trató de dejar que las lágrimas salieran de sus ojos.
Seguiré adelante, aunque sea sin ti, susurró Daichi, acariciando el cabello de Suga, mientras más lágrimas caían de sus ojos, sin poder hacer nada para evitarlo. Daichi entonces suspiró, intentando alejar el dolor que sentía en aquel momento, y se quitó las lágrimas de los ojos con la mano. Su consciente aún le recordaba todos los momentos que pasó con Karasuno, y con Suga, pero Daichi era más fuerte de lo que pensaba, y podría con ello.
El último pétalo cayó.
El invierno no había hecho nada más que empezar.
Y Daichi viviría aquel invierno, y el resto de su vida, aunque tuviera que hacerlo sin Suga.