Solo amigos

7 0 0
                                    

—¿Qué quieres?

—Una pesadilla...

—¿Y qué?

—¿Puedo?

—Dios, tienes veintiocho años. ¿Cómo es que...? —Guardó silencio por un momento—. Está bien.

Se movió hacia atrás para que su amiga se metiera a la cama junto a él.

—Lo sé —asintió con voz suave mientras se metía entre las sábanas.

Al levantar las sábanas blancas, no pudo evitar notar que su amigo solo vestía con una remera gris y un bóxer, cuyo relieve se levantaba dejando entrever su miembro completamente erguido hacia un lado, siendo presionado por el algodón de la prenda.

—¡Hey! ¡No! —exclamó. Estaban solos en el apartamento, por lo que no había problemas en gritar.

—¿Qué? —Abrió los ojos un poco y vio la silueta de su amiga con la cabeza cabizbaja, probablemente mirando hacia abajo, aún sin meterse en la cama.

—Estás... estás... —dijo haciendo círculos en el aire con su dedo índice, señalando a su ingle.

—¿Uh? Oh... ¡Oh, no! —exclamó tras mover una pierna y sentir la tensión—. ¡Ay! No, no te preocupes, es biología...

—¡¿Biología?!

—Sí, biología. No te haré nada, tranquila. Si quieres puedes dormir encima de una de las frazadas que están encima de mí... así no... ya sabes...

Pasaron unos segundos de silencio incómodo en los que él cerró los ojos de nuevo.

—Ya... está bien... —dudó y se metió debajo de las frazadas.

En respuesta, él balbuceó algo que ella no escuchó y se giró, dándole la espalda.

Luego de unos momentos, ella estaba mirando al techo cuando su amigo habló.

—Entre una pesadilla y mi pene, escoges mi pene... me siento alaga...

—¡Cállate, idiota! Que... que aún no puedo dormir por tu culpa...

—¿Mi culpa?

Dio un bufido y continuó mirando al techo.

—Tengo novio, ¿sabes? No deberías estar haciendo esas bromas.

—Y yo también tengo novia. Es por eso por lo que sí puedo hacer estas bromas. Estamos en igualdad de condiciones —rio—. No te preocupes —comenzó al tiempo que se volteaba para mirarla, pero ella lo interrumpió.

—¡No te gires! —exclamó a la desesperada.

—Woah, está bien... —Volvió a darle la espalda y continuó hablándole a la muralla—. No te preocupes, no haré nada... y... ya deberías dormirte. Mañana tenemos un avión que tomar y querrás estar descansada para todo el alboroto que nos espera.

—Lo sé —respondió con un suspiro—, pero no puedo.

—¿Tan fuerte fue la pesadilla?

—¿Qué? No... ya... ya se me olvidó —se escuchó decir.

Sintió el colchón moverse rítmicamente a su lado mientras la espalda de su amigo se encorvaba al mismo compás.

—¡No te rías!

—¡Lo siento! —rogó entre carcajadas ahogadas.

—¡Vas a usar pantalones de ahora en adelante!

—Está bien —respondió recuperando el aliento.

—Qué vergüenza...

—¿Qué?

Solo amigosWhere stories live. Discover now