Capítulo XXIV

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     Imaginaba que La Sede sería un lugar parecido a un pueblo abandonado, una prisión o un campo militar, pero es en realidad una enorme ciudad en la que predominan los colores fríos y grises. Son edificios cerrados, que dan la impresión de ser fortalezas impenetrables. Hay miembros de la Elite en todos lados, todos luciendo sus ropas oscuras y aparecen como si incluso salieran de las alcantarillas.

     Es como si fuera un mundo pequeño dentro de un mundo más grande.

     —Sube.

     Antes de que pueda obedecer o negarme a hacerlo, una mano me toma por la nuca y me obliga a entrar al asiento trasero de un auto con cristales polarizados. Lo hace con tanta fuerza que me golpeo la frente contra el techo del vehículo. ¿Es necesario que me traten con tanta brutalidad?

     El auto comienza a avanzar por una calle bordeada por edificios tan altos como rascacielos. Es increíble que la Elite se oculte en lugar como este, donde posiblemente todos estén obligados a pasar el resto de sus días en pequeñas habitaciones de cuatro por cuatro en las que quizá sólo tienen un catre viejo y una lámpara de aceite.

     — ¿A dónde vamos? —pregunto.

     Los otros sujetos de ropas negras que van conmigo guardan silencio, el conductor del auto pisa a fondo el acelerador y me dejan así, sin respuesta, como si ni siquiera me hubieran escuchado.

     Mierda…

     Algo me dice que me quedan pocos minutos de vida.

     A todos nos han lanzado salvajemente dentro de una sucia y oscura celda. No cierran la puerta aún, uno de esos sujetos entra y nos inspecciona de cabo a rabo para estar totalmente seguro de que no traemos con nosotros un arma de bolsillo o una Pokebola oculta. Cuando termina con su trabajo, nos deja solos y cierra la puerta de la celda.

     — ¿Están todos bien? —pregunta Harumi.

     —Tengo que salir de aquí —digo como respuesta y me pongo de pie para sacudir la tierra de mis rodillas—. Perla está en peligro, no puede quedarse sola con ese sujeto.

     —No hay forma de salir de aquí —dice una de esas mujeres de cabello azul.

     —De eso nada, tengo que ir con Perla —insisto.

     —También yo debo ir —dice David—. Perla está indefensa sin sus Pokemon, ¡no podemos dejarla sola!

     — ¿David?

     Nos quedamos en silencio al escuchar la voz de esa mujer a nuestras espaldas. David se gira y corre para encontrarse con ella y envolverla en un fuerte abrazo.

     — ¡Mamá!

     — ¡Oh, David!

     ¿Esa es la madre de Perla?

     —David, ¿dónde diablos te metiste? —Dice ella sin liberarlo del abrazo—. ¿Qué rayos haces aquí?

     —Estaba intentando ayudar a Perla, mamá —responde él—. No tienes idea, ha sido horrible estar pasando por esto. Liz me ayudó a llegar aquí, pero ahora ella está afuera y nosotros no tenemos como salir de esta celda. Pero, ¿y tú? ¿Estás bien? ¿Te han hecho daño?

     Ella niega con la cabeza, a pesar de esos golpes que tiene en el rostro.

     —David, ¿dónde está tu hermana?

Pokemon V: La Batalla Contra la EliteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora