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Narra Ayno

— ¿Es usted Noh YoonHo? —asiento, incapaz de articular palabra.

— Le llamamos para contactarnos con usted con una única petición y veo que es incapaz de incumplir su palabra —el hombre, algo más bajo que yo, se levanta de mi silla —no es un mal proyecto el tuyo pero detente. ¿Lo comprendes chico?

— Lo comprendo perfectamente pero yo no dije en ningún momento que haría lo que me pidieron en esa llamada —abro la puerta —lárguese de mi estudio y métase en los asuntos de otro.

Un golpe, sonoro, brusco, me sorprende, tensa, rebotando en el pequeño estudio. El hombre, a pesar de tener yo más altura, se muestra intimidante, decidido, acercándose a mi, cerrando la puerta con tal fuerza que podría soltarse de sus ejes. La pared a mi espalda se siente fría, mi cuerpo por completo cargado de tensión, sintiendo el aliento con olor a tabaco del hombre impactar directamente contra mi cara, tosiendo, sintiéndome incomodo por tal cercanía, dolorido cuando golpea mi mejilla.

— No juegues con el gobierno chico —esos dedos gruesos aprietan mi cuello, cortándome lentamente la respiración —elimina eso o lo haré yo mismo.

Niego con la cabeza como puedo, clavando mis dedos en los hombros del hombre frente a mi, sintiendo más presión en mi cuello, menos oxigeno en mi cuerpo, intentando mantener las pocas fuerzas que me quedan, manteniéndome despierto, separando forzosamente una de mis piernas, doblándola hacia delante, golpeando en ese punto entre las piernas del hombre con la fuerza que queda en mi cuerpo. Cae de rodillas frente a mi, con un golpe seco resonando cuando su cuerpo choca contra el suelo. Acaricio mi cuello por un momento, sintiendo la fuerza que han ejercido sus dedos, intentando recuperar algo de aire en mis pulmones.

— Ahora te vas a enterar —intenta incorporarse.

Pienso, miro a todas partes algo que pueda usar para defenderme sin encontrar nada. El hombre está levantándose, gruñendo por el dolor que aún debe sentir donde le golpeé. Salgo de mi pequeño trance, reaccionando a tiempo, golpeándole en la nuca, haciéndole caer inconsciente.

— Tengo que coger todo e irme de aquí.. —miro al hombre, agarrándole por debajo de sus brazos —es grosero, apesta y encima pesa.

Le arrastro, casi sin fuerzas, sacándole con dificultad de mi estudio, sintiendo el frio de la calle recorriendo mi espalda, provocándome un escalofrió. Cierro la puerta del estudio, volviendo a agarrar al hombre, agradecido de que nadie deambule por aquí a estas horas, arrastrándole hasta una parada de taxis, subiéndole a uno, dándole una dirección cualquiera, la más lejana que se me ocurre, dejando a cuenta del hombre del gobierno el pago del trayecto.

Regreso lo más rápido posible al estudio, rogando que nadie más aparezca, cogiendo todo respecto a mi proyecto, cerrando la puerta cuando lo tengo todo, subiendo a mi moto, acelerando hasta llegar a donde vivo, deteniéndome frente a la casa de Lou, llamando sin parar al timbre.

— ¿Sabes que hora es? —asiento —¿qué quieres? Lou está durmiendo y no son horas.

— Tampoco es tan tarde y necesito hablar con él. Dejame pasar por favor.

Los segundos que Baron tarda en decidirse se hacen tan eternos que estoy por entrar apartándole, sin importarme si me paso de brusco.

— Le despertaré así no subes tu a su habitación —se hace a un lado dejándome pasar.

Baron se dedica a cerrar la puerta. Aprovecho esos escasos segundos, sin soltar mi mochila y mis cosas, subiendo las escaleras, buscando entre las puertas que hay en la segunda planta, cerrando la puerta que buscaba exclusivamente, echando el seguro, ignorando los gritos de fondo, dejando todo cuando encuentro su mesa, acercándome a la cama.

— Lou —acaricio con calma su mejilla —despiértate por favor. Necesito tu ayuda.

Narra Lou

Quizá sea por el sueño que hace solo unos minutos me ha invadido que me imagine cosas fuera de mi habitación, quedándome dormido después de pensar sin parar en esa cita, ese paseo por la playa, la comida que Ayno preparó, cuando buceamos juntos y trato de agarrarme bajo el agua, terminando en la arena su intento, fundidos en los labios ajenos, sintiéndome un poco confundido cuando rompió el beso de esa forma tan brusca, dejándome con ganas de seguir sintiéndole. Quizá sea por eso, por el cansancio, que me parece escuchar los gritos de mi hermano mayor, la voz de Ayno susurrándome, delicadas caricias en mi mejilla, separando despacio mis parpados, buscando que no se trate de un sueño, mirando a Ayno, que realmente está aquí, tensándome al ver un golpe en su mejilla y la molestia y tensión reflejadas en su rostro.

— Dime que no te has caído de la moto por favor —acaricio con cuidado las marcas de su cuello —parece como si te hubiesen torturado. ¿Quién ha sido?

— Es una larga historia —aparta mi mano de su cuello, apretándola entre las suyas —necesito que me ayudes a poner en funcionamiento mi proyecto.

— ¿El de las estrellas? —asiente —Ayno dime que es lo que ocurre por favor. Ni siquiera sabes si eso funcionara.

— Lo he probado y funcionara —parece tan seguro —no puedo confiar en nadie más ahora mismo. Si me quieres de verdad por favor, ayudame.

— Está bien me voy a vestir pero cuéntame lo ocurrido.

Saco ropa de mi armario cuando me incorporo, cambiándome sin preocuparme ahora de estar delante suyo, ya me ha visto en ropa interior cuando estaba en bañador, escuchando lo que ha sucedido para que venga en ese estado.

— El gobierno sabe por alguien, no se por quien que estoy organizando eso —lo señala —y no quiere que lo haga real porque seria una amenaza para todos. Ese hombre se pensaba que a golpes y con amenazas iba a poder conmigo y no ha conseguido más que acabar sin conocimiento y en un taxi que ahora mismo le está llevando bien lejos.

— Es peligroso —acaricio con cuidado sus mejillas —pero te ayudaré pase lo que pase.

— Gracias Lou —deja un pequeño beso en mis labios —a pesar de que creas que me burlo de tus sentimientos y de que tu hermano no me soporte me estás ayudando y permitiendo traspasar ciertos limites.

— No empieces tu momento cursi —ríe y yo también —vamos a poner en marcha ese proyecto tuyo antes de que empiece a amanecer.

Salimos de mi habitación cuando quito el seguro, encontrándonos con el silencio reinando en toda la casa, a excepción de los ruidos provenientes de la habitación de mi hermano mayor, bajando a la planta inferior, cogiendo mis llaves y las cosas que carga Ayno, saliendo de casa, subiendo a su moto esta vez más tranquilo, abrazándome a su cintura con un solo brazo, intentando en todo el camino que nada se me caiga, bajando cuando finalmente llegamos al destino que supongo él tendría en mente, esperando hasta que llega a mi lado, observando la oscuridad en el cielo, deseando en gran parte que no se lleve una decepción si no llega a funcionar.

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