Un hombre de piel

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Sirius Black siempre fue un hombre de piel, era alguien que debía sentir el contacto del cuerpo, eta alguien que le gustaba tocar y ser tocado.
Y eso era algo que a Remus Lupin le volvía loco.
Lunático.
Todo debido a que no sabía cómo interpretar ésta actitud por parte de su amigo. Sabía que él era así con todos los merodeadores, Remus sabía que Sirius era de naturaleza coqueta y no puedía evitar soltar algún que otro comentario inadecuado en un momento igual de inadecuado.
Primer año había sido difícil, por no decir que una tortura total. Segundo año mejoró considerablemente debido a los merodeadores. Tercer y cuarto fueron risas y confusión, Sirius cada vez era más propenso a abrazar a sus amigos en público o hacer alguna demostración de cariño que para muchos que no los conocieran se harían ideas equivocadas.
Quinto año había sido un despertar desastroso. Había pasado justo antes de despertar en la enfermería, durante la primera luna llena del año escolar, Remus había sentido cómo el lobo se volvía más agresivo y posesivo cerca de Sirius en su forma de animago. Él consideraba a los merodeadores como su manada, pero a inicios del año anterior empezó a notar cómo Sirius ocupaba un lugar más alto en su pequeño grupo.
Había empezado con pequeñas mordidas juguetonas, lametazos que abarcaban toda la cabeza del animago y llorisqueos cuando veía que éste se alejaba de su lado.
Remus se sentía con la posibilidad de que aquel comportamiento pudiera ser algo más que una simple preferencia por el pelinegro. La mañana siguiente a la luna llena había despertado con Sirius recostado a su lado, con sus manos entrelazadas y algo en su estómago se había revuelto con placer, no era un sentimiento desconocido para él pero verle ahí con los ojos cerrados y tan tranquilo hizo que Remus cayera en cuenta de que sus sentimientos iban mucho más allá de lo que en realidad debía sentir por un amigo. Más allá de un simple gustar. Se había enamorado perdidamente de su compañero merodeador y ahora no podía hacer nada al respecto.
Cuando sintió a Sirius removerse, cerró los ojos y se giró para fingir que seguía durmiendo. Disfrutaría este momento, esta sensación, por que de ahora en adelante algo le decía que nada de lo que hiciera sería como antes.
Sintió como Sirius apretaba ligeramente su mano y le acariciaba el dorso con la yema de sus dedos. Quizás fuese por sus sentimientos desbocados, o el cansancio de luchar contra el lobo la noche anterior, pero aquél contacto parecía tan íntimo, tan suyo que hacía volar su imaginación hasta el punto de creer haber sentido los labios de Sirius sobre sus nudillos. Remus durmió, pensando, imaginando, soñando.
Y para cuando despertó, todos sus compañeros estaban allí esperando por él. Remus sonrió ante aquella escena, no había nada más en el mundo que le llenara el alma que ver a sus mejores amigos sonriéndole de aquella forma, todo aquel amor incondicional que le demostraban cada día después de una luna llena.

...

Semanas y meses pasaron, Remus ya no sabía como evitar el ensimismarse pensando en Sirius y cada día le resultaba más difícil el esconder sus sentimientos. Había veces en que le devolvía el abrazo a Sirius, cosa muy rara en él, otras veces solo se dejaba llevar por las caricias de su amigo hasta el punto de casi dormirse sobre su hombro. Pero era tan difícil evitarlo, no porque no pudiera, sino que para Sirius era imposible el no tocar, era su forma de ser, de expresarse. Y Remus era su persona favorita en el mundo para tocar.
Un día mientras él, Sirius y James esperaban a que Peter saliera de su castigo por comer golosinas en clase, Sirius había rebalsado el vaso de la cordura de Remus.
-No puedo creer cómo tú te salvaste pero Peter no.-Sirius había estado hablando un buen rato sobre la suerte de su amigo.-Hombre, eres una mala influencia para el pobre.
-Fue su idea el traer los dulces a la clase, -y allí estaba James a la defensiva.- además no puedes contestar sabiendo que tienes comida en la boca. Es gritar a los cuatro vientos que te la suda todo.
-Podría haberlo escupido y ya.-Rumues estaba a un costado de ellos leyendo, a su lado Sirius había tomado una de sus manos y empezado a jugar con los dedos.- O podrían haberlos comido uno a uno y no los habrían atrapado tan rápido.
-¿Es posible no comerse todos los dulces a la vez?-James parecía entre sorprendido y ofendido al preguntar aquello.-¿Es legal eso?
-Amigo mio, creo que acabas de abrir mis ojos a una nueva realidad.-Sirius había llevado la mano con la que estaba jugando hacía su rostro para simular un gesto de sorpresa.
Por unos breves segundos el dedo meñique de Remus había rozado sus labios y todo en su cuerpo inmediatamente se había tensado. Quitó rápido su mano sintiendo cómo la sangre se acumulaba poco a poco en su rostro, sus dos amigos se le quedaron mirando por aquel gesto brusco. No sabía cómo responder ante aquello por lo que decidió bajar la cabeza e irse lo más rápido que sus piernas le permitieran, había hecho algo vergonzoso frente a sus amigos. Sentía su cara arder y para cuando levantó la vista ya se encontraba en las afueras de Hogwarts yendo en dirección al bosque prohibido. Por un breve momento aminoro la marcha y pensó bien en lo que haría, esconderse no ayudaría y tampoco el hacerles creer a sus amigos que había sido su culpa. No. La culpa era únicamente de él.
Se dejó caer de espaldas sobre el pasto alto y dejó a un lado su libro, hasta había olvidado sobre qué se trataba por la confusión del momento. Lanzó un suspiro y dejó que la brisa se llevara lejos su vergüenza, su miedo, sus ilusiones. Porque estaba ilusionado con la idea de poder tener a Sirius para él solo, el lobo en su interior deseaba hacerlo suyo. Solo y únicamente de él. Remus se mordió el labio ante aquél pensamiento, topó su rostro con ambas manos, se sentía arder por la vergüenza de sus pensamientos. No era normal el pensar de aquella forma por un compañero, por su mejor amigo. Pero allí estaba, con el rostro tintado de color rojo y su sangre recorriendo su cuerpo a toda velocidad.
Remus volvió a tensarse al escuchar pasos a la lejanía, había pasado cinco años junto con ellos, con sus amigos merodeadores, y eso había hecho que reconociera los pasos de cada uno de ellos. Y aquel que venía era la persona menos indicada para verle en tal estado.
Sintió como Sirius se recordaba a su lado, imitándolo. El corazón de Remus latía tan rápido y tan fuerte, que parecía querer salir disparado de su cavidad toráxica.
-¿Quieres hablar sobre lo que pasó allá atrás?-Sirius buscaba una respuesta, no solo por lo que había pasada hacía rato, Remus lo sabía, él quería una respuesta a su comportamiento estas ultimas semanas.
-No quiero.-Remus mantenía las manos sobre su rostro, eran un escudo contra todo lo de afuera.
-Lo pensaste.-Sirius estaba incordiándolo.-Si me acerco un poco más ¿hablarás?
-No.-Remus intentó alejarse pero eso supondría que se destapara el rostro y no podía dejar que Sirius lo viera así.
-Me seguiré acercando hasta que me hables.-estaba peligrosamente cerca y Remus estaba en su límite.
-Ya estamos hablando, idiota.-estaban cerca, demasiado cerca, lo suficiente como para darle un mini infarto a Remus.
Sirius reposó su cabeza sobre el hombro de Remus y éste podía sentir la respiración del pelinegro contra su cuello. Lo estaba haciendo a propósito y Remus lo sabía.
-Sirius, por favor.-en cualquier momento explotaría, todo saldría como un torrente de verdades contundentes.- Yo no...
-Remus, estuvimos a tu lado en los peores momentos, estuvimos a tu lado durante y después de cada luna llena, nada hará que dejemos de amarte. Lunático, por favor mirame.-Sirius puso una mano sobre su pecho y Remus se sintió desfallecer.
Este era su fin, Sirius era su perdición.
-... eso pasa,-estaba seguro que había descolocado a su amigo con aquellas palabras, aunque no estaba seguro de que hubiera entendido la primera parte por tener el rostro tapado.
Con cuidado, Sirius destapó el rostro de Remus y lo miró fijo esperando a que repitiera sus palabras.
Remus cerró los ojos preparado para confesar todo, para dejar salir aquello que le había impedido dormir por noches enteras y que lo distraía durante el día. Dejó salir un suspiro y empezó a habar manteniendo sus ojos cerrados, fingiendo que estaba otra vez en los baños viéndose al espejo y admitiendo lo que sentía.
-Yo... Maldición Sirius, yo te amo. Amo el brillo en tus ojos cada vez que haces una travesura, amo cómo tu sonrisa se expande cuando alguien te hace un cumplido, amo la forma en que acaricias mis manos o cabello, como me abrazas y miras. Me siento estúpido por ti cuando me miras directamente a los ojos, mi mente se nubla y solo pienso en querer tocarte.-Remus respiró entrecortado.- Traté de controlarme, lo juro, traté con todas mis fuerzas de que todo fuera normal. Pero no puedo evitarlo, no pude evitar sentirme así por ti. Yo solo...
Remus no pudo hablar más, abrió los ojos con sorpresa al sentir un peso sobre su estomago. Sirius estaba sobre él con ambas manos cubriéndole la boca y con una expresión extraña en su rostro, Remus no podía descifrar si era una mezcla entre tristeza y miedo, o alegría y sorpresa. Pero si había algo que podía ver.
Lágrimas caían desde los ojos de Sirius y se estrellaban contra sus mejillas. Remus también se sentía al borde de las lágrimas, en sí se sentía desbordado por cientos de emociones. Sirius juntó su frente con la de Remus y cerró con fuerza los ojos, el pelinegro respiraba con dificultad y se aferraba a los labios de Remus impidiendo que pudiera emitir alguna otra palabra y Remus se moría de ganas de hablar, ahora que había dado rienda suelta a su lengua le era imposible el guardarse todo lo que sentía y pensaba.
Sirius alejó lentamente las manos de la boca del otro, las dejó descansando una a un costado y la otra en la mejilla izquierda del de cabello arenoso.
Remus aún no podía descifrar lo que el pelinegro estaría pensando en ese momento, pero de algo estaba seguro y era que su amigo al menos no lo había rechazado. No aún y aquello le temorizaba.
-Estás temblando.-la respiración de Sirius chocó sobre sus labios provocando un temblor aun más notable.-¿Cuánto tiempo?
Remus no alcanzó a decir nada, no entendía a qué venía aquella pregunta, no sabía qué esperaba Sirius escuchar por su parte. Por lo que no habló, si no contestaba no podría equivocarse, era lógico para él.
-¿Cuánto tiempo, Remus? ¿Desde cuándo lo sabes? Saber el...
Remus mordió su labio con fuerza.
-Años, desde fines de tercer año. Cuando empezaste a ser más cariñoso con todos nosotros. Amé cada abrazo, cada caricia, pero no sabía qué sentía hasta entonces, fue el lobo quién lo dedujo primero y quién lo demostraba más.
-Bueno, eso explica los lametazos con extra baba.-con aquello el ambiente se había aligerado un poco.
Sirius le sonreía con cariño, tal y como hacía cada mañana luego de despertar en la enfermería. Seguían con sus frentes juntas y parecía que Sirius tenía planeado seguir así.
Remus estaba tentado a hacer el primer movimiento, las manos antes ceñidas a sus costados ahora revoloteaban sin control. Deseaba rodear su cintura, enredar sus dedos entre las hebras del liso cabello negruzco de su compañero. Remus deseaba desesperadamente besar a Sirius en ese instante.
-Lunático... -Sirius parecía no estarle hablando, dijo aquello en un susurro para sí mismo.- No te ganaste tal sobrenombre por tu condición, eres un lunático por todas aquellas veces que te has dejado llevar. Y dejáme decirte que cuando lo haces son los momentos más fantásticos que podría haber vivido jamás. Así que hazlo, se un lunático, Remus.
Y así lo hizo, Remus dejó de pensar en los tal vez, en los quizás, en qué pasaría y solo se centró en disfrutar.
Disfrutar de al fin poder unir sus labios con los de Sirius, de recorrer su cintura y espalda, de jugar con el cabello largo de su nuca. Remus disfruto enormemente al fin conocer el sabor de los besos de Sirius. Y lo mejor de todo aquello, fue sentir a Sirius devolverle el beso con más euforia, más profundo, más necesitado.
Disfrutaron hasta que ambos quedaron sin respiración y tuvieron que separarse por una necesaria bocanada de aire.
-¿Lo tienes claro al cien por cien ahora? -los labios de Sirius estaban rojizos e hinchados cuando habló, y Remus no pudo evitar volver a besarlo.
Remus lo besó una y otra y otra, hasta que sus labios se sintieron amortiguados y su corazón se sintió aliviado de preocupaciones. Acaricio con su pulgar el labio inferior del pelinegro e hizo presión allí donde hacia unos segundos había mordido.
-Cien por ciento seguro de que eres el amor de mi vida.
Sirius le sonrió de tal manera que Remus sintió cómo cada terminación nerviosa de su cuerpo gritaba con éxtasis. Aquel hombre que amaba y ahora se encontraba sobre él causando estragos en su interior correspondía sus sentimientos. Lo amaba, Remus malditamente amaba a Sirius Black con todas y cada una de las células de su cuerpo.
Ambos estuvieron así un largo rato más, besando, acariciando, confesando. La noche poco a poco iba absorbiendo el azul del cielo y dando paso alguna que otra estrella danzante. Y esta vez fue Remus quién habló antes que su acompañante.
-¿Quieres regresar?
Sirius le sonrió ladino y dejó su cabeza recostada en el pecho de Remus, lanzó un ligero suspiro y tras un momento de silencio le contestó.
-No quiero.
Ambos rieron ante lo que sería una futura y recurrente broma privada.

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Un hombre de piel [Wolfstar] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora