Yoongi mordió su pulgar. Odiaba particularmente esa parte del día, pero era ese punto entre el secundaria y la casa que disfrutaba a su manera.
-¡Hola Yoongi, cómo estás! -saludó animosamente el dependiente del Starbucks al que entraba de vez en vez después de clases para ver pasar a la gente sentado con una bebida y algo para comer, que siempre dejaba casi entero.
El día anterior, se había enterado de un nuevo frappuccino y quería probarlo.
-Hola, quiero un...
Pero el dependiente lo interrumpió con una gran sonrisa.
-Té de menta y té verde, con un hielo para que no esté tan caliente.
Yoongi se quedó bloqueado. Quiso decir que no. Que quería un frappuccino de cheesecake. Pero su cabeza asintió al ver que ya había puesto su nombre y una enorme carita sonriente en un vaso.
-Bien.
-Y para comer...
-Una napolitana de chocolate. ¿Cierto?
Lo miró y le generó una gran ansiedad y estrés. Quiso volver a decir que no, pero su mandíbula estaba tensa. Quería comer también una rebanada de tarta de chocolate. Pero tampoco pudo corregir. ¿Qué le diría? "Sí es siempre lo que pides, ¿qué te hizo cambiar hoy?" Y no tenía una respuesta que no pareciera estúpida y caprichosa.
-Sí... Gracias -pagando. Mirando lo bien que se veía el frappuccino.
-Te lo llevo hasta tu mesa -aseguró el dependiente con una gran sonrisa.
-Gracias... -forzando su sonrisa sin mirarlo.
Era el único sitio donde veía a alguien a los ojos, lo peor era que ese trato siempre lo estresaba, se ponía nervioso y contenía las ganas de salir corriendo, ahora lo tenía seguro, se iría a otro Starbucks sólo para no verlo y no sentir ansiedad de creer que lo conocen.
El chico era alto, de cabello rubio brillante que siempre le había gustado tener en un peinado tan sencillo como complicado de hacer, ese que todos en Tumblr parecen tener. Sonreía y se ponía nervioso, se notaba que no había trabajado antes. Pero él no tenía la culpa de ser tan amable. Era Yoongi quién era un maldito cobarde incapaz de decir que no.
Se dirigió a la mesa de madera y estuvo por tomar el asiento de siempre, pero no lo hizo. Se apegó al plan fallido de tomar un frappuccino y una rebanada de tarta de chocolate fuera del local, en una mesa bajo una sombrilla y mirar a la gente pasar. Eso último todavía lo podía hacer. Se quitó su pesada mochila y la dejó sobre la mesa.
Esperó recargado con las manos y su cabeza recargada sobre su mochila. Se sentía agotado. Cerró los ojos por un momento y recordó su día; cargaba demasiadas cosas porque le costaba pedir ayuda a sus compañeros, no olvidaba jamás nada y prefería estar preparado que hablarle a alguien.
Se odiaba por ello. No tenía amigos por temor a las burlas, a su falta de expresión y esa capacidad de poder hacer casi todo él mismo. Cerró otra vez los ojos y pensó en su casa, vacía y sin nadie a quién contarle todo esto.
-Aquí tienes... -dijo el chico, sacándolo de sus pensamientos.
-Gracias -dándole una mirada rápida y cálida. Los modales lo agotaban.
Miró lo que le había dejado. No lo iba a comer. Por lo menos a alguien le diría "no" esa tarde, aunque fuera al menos indicado: su estómago.
Odiaba su incapacidad de controlar cosas tan fáciles como escoger qué quería comer. ¿Y sí volvía y pedía lo que realmente quería? Mordió su pulgar. El chico lo miraría raro y le preguntaría por qué no se lo había dicho antes. "Sí es que no pasa nada" pensó. Pero no era valiente y eso, era algo con lo que se había resignado a vivir.
ESTÁS LEYENDO
Diversos
Teen FictionMin Yoongi no era el tipo de persona que intentaría suicidarse. Aunque pensó en hacerlo, después de haber sido forzado a dar su primer beso después de la escuela y quizás decir abiertamente que era homosexual. Pero el no lo hizo. La alarma sonó y...