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Narra Ayno

Dos horas para amanecer y creo que ya tengo todo correctamente, gracias a Lou que me ha ayudado en todo. Después de horas haciendo hasta lo imposible por mis buenas intenciones, para que todo salga bien al fin puedo respirar aliviado, apretando mi mano enlazada con la de Lou, conectando el proyecto de forma en que poco a poco, en el cielo completamente oscuro, gracias a un pequeño temporizador ajustado por mi mismo, oculto para que nadie lo destruya, el cielo al fin empieza a brillar.

— Es increíble —sonrío, apreciando el asombro en el rostro de Lou —has conseguido llenar el cielo de estrellas. Virtuales pero al final estrellas.

— ¿De verdad lo crees?

— No bromeo Ayno —la sonrisa que se dibuja en su rostro hace a mi corazón bombear demasiado deprisa —te admiro más bien. Has luchado por lo que querías, más allá de las amenazas recibidas y lo has logrado. Deberías estar feliz. Es más, deberíamos incluso celebrarlo.

— Eso me parece buena idea.

Los dos volvemos a mi moto, esta vez sin cargas más que mi mochila vacía que Lou lleva a su espalda, conduciendo hacia el primer local abierto que encontramos, a pesar de la hora, comprando un paquete de seis botellines, volviendo a subir en la moto, hasta la parte de atrás, oculta, de mi estudio, sentándonos en el pequeño pedazo de césped.

— Por lo que sale bien —chocamos ambos botellines, dando un trago, vaciando medio botellin cada uno —y gracias por venir conmigo Lou.

— Deja de agradecérmelo ya —termina su botellin —iremos al infierno juntos.

Ambos reímos por la tontería, real tal vez, que suelta, volviendo a brindar con los segundos botellines, sintiendo el liquido por mi garganta, la quemazón del alcohol, el efecto que ya va haciendo en mi cuando empezamos con el tercero, acercándome peligrosamente a Lou, sintiendo su respiración sobre mis labios.

— Deberías ser mi novio y no se como pedírtelo.

— Me lo acabas de pedir —suelto una carcajada cansada —deberías ir a casa o subir a tu estudio a dormir.

Niego con la cabeza.

— Debería besarte pero debes responder algo antes —le hago beber, bebiendo yo también.

— ¿Qué tengo que responder?

— Ho.. Lou —evito un estornudo —¿quieres ser el novio de un valiente, loco y decidido YoonHo?

— No —le miro, sorprendiendo por su respuesta, viendo sus labios separarse cuando empieza a reír —pues claro que quiero idiota. Seria un estúpido si te dijese que no.

Asiento porque eso es verdad, haciéndole reír de nuevo, callando sus carcajadas con mis labios sobre los suyos, saboreando el sabor del alcohol en sus labios, en su lengua cuando roza la mia, inclinándome hasta quedar sobre su cuerpo, entre sus piernas, deslizando valientemente mi mano bajo su camiseta, gruñendo al notar su cuerpo, sus músculos bajo mi mano, su erección clavándose en mi muslo, conteniéndome aún encontrándome en las mismas condiciones. Sus manos, al igual que las mías, no se quedan quietas, subiéndome la camiseta, acariciando mi espalda, arañándome cuando mi erección roza con la suya, besando su cuello, mordiendo cuando alza la cabeza dándome mejor acceso, arrodillándome antes de seguir, y hacer algo de lo que podríamos arrepentirnos en las próximas horas.

— Vámonos a casa. Ya es de día —coloco bien mi ropa después de levantarme —no podemos hacer las cosas tan rápido. Acabas de aceptar ser mi novio.

Lou se levanta, abrazándome por la cintura, sorprendiéndome cuando me besa por unos segundos.

— Esconde la moto y vamos andando a casa.

Asiento porque no quiero tener ningún accidente y que él salga herido. Escondo mi moto lo mejor posible, guardando los cascos en el estudio y nos marchamos a su casa, entrando los dos aunque tengo mis dudas, siendo recibidos por un silencio que calma un poco mis nervios, siguiéndole hasta su cocina, aceptando el zumo que me ofrece, gruñendo satisfecho por lo bien que entra, calmando mi sed, el ardor en mi garganta.

— Vaya si los prófugos has vuelto —ambos nos giramos, viendo a mi ahora cuñado entrando, seguido por mi mejor amigo —te dije que no metieses a mi hermano en tus locuras.

— Lo he hecho porque yo quería —Lou se me adelanta a hablar —ha sido decisión mia. No soy un niño ¿sabes? Tampoco es tan horrible y deja de estar siempre enfadado con mi novio. Él no te ha hecho nada malo.

— Ya veo que no le has contado nada —frunzo el ceño, levantándome —deberías si pretendes que confíe en ti.

— ¡Basta ya! —grita Lou, metiéndose entre los dos —yo no te digo a ti nada por salir con él o estar todas las noches arruinando mis horas de sueño con tanto grito. Dejame vivir mi vida. Y lo que sea que Ayno oculte será él quien decida contármelo. Yo confío en él y más después de lo que hace unas horas me ha demostrado que es capaz de hacer.

Si fuese posible juraría que podría desencajarse mi mandíbula y caer, sorprendido por el valor de mi novio hacia su hermano mayor. Su mano sostiene la mia, tirando de mi, sacándonos de la cocina hasta su habitación, escuchando el portazo que da, soltándome, tirándose en la cama, viendo su cuerpo agitándose.

No se muy bien a veces, o siempre, como reaccionar ante estas situaciones pero no dudo en tumbarme a su lado, abrazarle, protegiéndole entre mis brazos cuando se gira, ocultando su rostro en el hueco de mi pecho, como si fuese un niño ante una amenaza mayor de sus padres por portarse mal, acariciando con suavidad su espalda hasta que la calma le invade, viéndole con cierta dificultad de como ha quedado como se ha dormido, estirando como puedo de la ropa de cama, tapándole, abrazándole durante las horas que decida dormir, sin importar realmente cuantas sean si eso le hace sentir mejor, menos agobiado por su repentino rebote, alterado por la pelea que estaba tensando el momento en la cocina.

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