Se encontraban dos pequeños de 8 años jugando en un parque, cerca de sus casas.
Una niña de hermosos cabellos negros y ojos azules, con hermosa sonrisa y sumamente simpática, junto a un jovencito de su misma edad, de excéntricos cabellos plateados e igual de raros ojos dorados, muy protector con su amiga.
"Si no te cuidas tu misma, tendre que hacerlo yo, Sue" era lo que siempre le repetia, dia tras dia, ya que, al ser tan bondadosa, habia cierto momentos en que sus compañeros del colegio se aprovechaban de ella.
Siempre era lo mismo. Pero él siempre estaba a su lado para protegerla. Habia jurado cuidarla toda su vida.
Pero, desgraciadamente, el destino tenia otra idea.
Ese mismo dia, luego de una tarde hermosa de juegos y risas, los padres de Kaghome, le dieron la trágica noticia de que se mudarían de ciudad, separando esos jóvenes corazones que tanto cariño tenían para dar.
-No te vayas, Sue – Pidio con suplicas el pequeño peli plata, que no dejaba de apretar sus manitos entre las de él.
- No quiero, Inu – Susurro, casi llorando – De verdad quiero quedarme contigo.
- Quedate conmigo, en mi casa hay lugar – Apreto sus manos con algo mas de fuerza, mientras se acercaba mas a ella – Hasta puedes dormir conmigo en la cama. Es grande. Entraremos los dos.
- Mami, ¿Puedo? – La pequeña azabache miro suplicante a su madre, que se le partia el corazón al tener que separar a esos dos niños que sabia muy bien, se adoraban mutuamente.
- No, cariño. Tienes que venir con mami y papi – Se agacho a la altura de ellos, tomando sus manos y sonriéndoles con ternura – Pero podrán escribirse hermosas cartas, seguirán en contacto y seguirán siendo amigos – La amable mujer beso la cabeza de ese jovencito de cabellos plata y camino hacia su coche, para terminar de empacar las cosas junto a su marido.
- ¿Me escribiras? – Le pregunto a Inuyasha, con sus ojos llorosos y su voz temblorosa.
- Claro, Sue. Todos los días. Lo prometo – Contesto, decidido, intentando contener las lagrimas. Tenia que ser fuerte por ella.
- Cariño, es hora de irnos – Anuncio el padre, mientras se acercaba a ellos.
- Te extrañare mucho, Inu – Se abrazo a su cuello con todas las fuerzas que su cuerpecito le permitían. No quería dejarlo. Queria seguir a su lado y jugar todos los días, como siempre hacían. Sin poder impedirlo sus lagrimas comenzaron a fluir con mas ganas por sus mejillas.
- No llores, Sue – Se separo de ella, y seco sus lagrimas – Te traje un regalo – De su pequeña mochila saco un peluche de un zorrito naranja con ojos verdes – Para que no me olvides. Te acompañara todos los días y te protegerá cuando yo no pueda hacerlo.
- Muchas gracias – Lo tomo con felicidad, abrazandolo contra su pecho – Lo atesorare el resto de mi vida, perrito – Le sonrio entre lagrimas, haciendo reir también al peli plata. Desde que habia descubierto su tenencia a protegerla que lo llamaba *perrito guardian*.
- Tienes que irte – Le susurro lúgubre. Ahora si era la verdadera despedida – Te amo – Le volvió a susurrar, mientras tomaba su rostro y depositaba un leve beso en sus labios – No me olvides.
- Y tu tampoco a mi, perrito – Volvio a acercar su rostro al de él, depositando un beso en su nariz. Soportando el llanto comenzó a caminar hacia el auto. Le dolia mucho el alma.
- Yo te esperare, Sue – Le grito con decisión, logrando que ella se girara y le sonriera enormemente.
- Adios, Inu – Se subio al auto y se arrodillo en el asiento, mirando como el jovencito agitaba sus brazos para saludarla. Se sorprendio al notar sus mejillas húmedas, al final, el llanto le habia ganado.