Me enseñaron a valorar aquello que quería en una escala del "mucho" al "poco" o incluso "nada", y a todo aquello que sabía en una escala del 1 al 10. Y que todo aquello relacionado con cero o por debajo de él, era malo, excepto la cerveza 0,0.
Que Miguel es un nombre típico pero que la mejor compañía no es la de Miguel, a secas, sino la de La San Miguel.
Me enseñaron que siempre para tener éxito en la vida era imprescindible saber, por lo menos, quién inventó la bombilla o quién era el de la famosa foto con cara de loco, de pelos blancos alocados y lengua a fuera.
Me enseñaron a cumplir una serie de normas escritas por alguien que no sabía tomado la molestia de saber quién podía llegar a ser y cuál era mi historia, y si estaba de acuerdo con esas normas, o mejor dicho, estúpidas normas.
Me dijeron que un ser humano necesita 8 horas de sueño para ser racional pero no me contaron que las decisiones más racionales que llegas a tomar en la vida son con 4 horas de sueño en el cuerpo y un poco de alcohol en sangre.
Me enseñaron que no se podía viajar a la velocidad de la luna, pero no me dijeron que si miraba a la luna me hacia viajar a otra velocidad.
Durante años me explicaron que lo natural no era los impulsos que salían del corazón sino aquello que, aparentemente, se hace ver normal y se justifica con la razón.
