Capítulo único

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Raíces de un árbol milenario

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Raíces de un árbol milenario. Tradición y experiencia fusionándose hasta conformar los tallos más firmes y tenaces. Deseo de progreso y rebelión en las puntas de aquellas ramas que jugueteaban a la hora de perseguir por un segundo más al sol.

Eso representaba el escudo de Aoba Johsai, la preparatoria que lo había visto crecer hasta convertirse en adulto. No importaba que fuese un sauce, un roble o una secuoya. Lo importa era crecer, resistir y absorber las maravillas del mundo.

Oikawa Tooru, antiguo capitán del equipo de vóleibol y posgraduado en Periodismo, no pudo sino contemplarlo con una sonrisa irónica. La única que le quedaba en su arsenal.

Le habían pedido que fuese a dar una charla motivacional al equipo ya que había sido el héroe de aquella generación que consiguió ganar las nacionales contra todo pronóstico. Había conseguido uno de sus sueños aquel día, por no decir el mayor de todos, y por ello sería recordado para la posteridad.

Aún era temprano y el equipo no tendría que reunirse hasta media hora después, por lo que se permitió dar una vuelta por la preparatoria una vez terminó de hablar con sus antiguos entrenadores Irihata y Mizoguchi. Con los auriculares puestos, puso una canción cualquiera de Cigarettes after Sex. Al fin y al cabo, todas sonaban igual.

Caminó por aquellos pasillos y salas blancas que tantos recuerdos agradables le traían. Y sonrió —irónicamente—.

Muchos profesores ya se habían jubilado. Muy pocos recordaban su cara fuera de ser "el campeón de la copa Inter-High" y los que sí sabían algo de él solo bromeaban que entrar en la universidad no había servido para eliminar sus ojeras por el sobreesfuerzo. Él se reía —irónicamente— y comentaba alguna anécdota, pero pronto regresaba al camino, su viejo amigo, e inspeccionaba las fotos que cubrían las paredes.

Al final llegó al estante de galardones. Allí estaba su equipo de vóleibol, el de su generación, el de las anteriores y el de las venideras. Allí estaban algunas medallas que los miembros del equipo habían cedido a la institución, como la de Kindaichi o la de Matsukawa. También estaba su merecida copa, impecable a pesar de los años, tan dorada y tan grande como para reflejar la luz y dejar ciego a cualquiera, como cuando Perro Loco cayó por las escaleras a la salida del gimnasio.

Y en medio de aquel recuerdo estaba la foto conjunta del equipo tras ser coronados. Él se encontraba en el centro, como era de esperar, haciendo el símbolo de la paz con una mano y asiendo la copa con la otra. Y por el otro lado la sujetaba Iwazumi, el ace y MVP del partido.

Oikawa se permitió suspirar ante los recuerdos y emocionarse por aquellos que llegaron en tropel a su mente y lo hicieron paralizarse en aquel lugar, con los ojos castaños y apagados clavados en la fotografía.

¿Había valido la pena todo lo que había hecho, todo el esfuerzo, todas las noches en vela y mañanas vomitando, todas las lesiones, todos los sacrificios? Obviamente no pensaba contárselo a los chicos en aquella charla, pero había forzado tanto su rodilla que ya no podría rendir al mismo nivel nunca. Tuvo que abandonar todo deseo de entrar en la selección japonesa y ni siquiera pensaba continuar en el equipo de la universidad.

It worth it?; IwaOiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora