Untitled part

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Weep for yourself, my man,
You'll never be what is in your heart
Weep little lion man,
You're not as brave as you were at the start

Apenas y podía ver a través de las gruesas lágrimas que nublaban sus ojos, sin embargo, no dejó escapar ninguna. A sus espaldas, decenas de voces susurraban escandalizadas. ¿Cómo era posible? ¿Los habían engañado? ¿Pero quién? Después de todo Lucrecia había sido la organizadora del evento. ¿Ya no era pareja de Guzmán? ¿Después de todo ese tiempo? Aún con la copa entre sus manos, se tambaleo hasta llegar a una de las bardas.

Ya estoy hasta la madre de estar fingiendo... Apretó la mandíbula, intentando tragarse los sollozos que hacían temblar su pecho.

Sin haberlo previsto, esa noche se dio cuenta de lo sola que realmente estaba en ese mundo de plástico y porcelana. Su novio, la persona que había sido su mundo durante casi medio año, no la quería y probablemente nunca lo había hecho. Sus dos amigas le habían dado la espalda; una por lo menos la había mandado la mierda de frente, pero Cayetana. No le había importado lo que sus acciones le hubieran podido ocasionar a ella o a su familia.

Se tomó lo que quedaba de su Martini y volvió su vista hacia la fiesta que de festiva le quedaba poco. Entre la multitud de gente distinguió a Cayetana salir corriendo con la mirada baja. Guzmán estaba siendo reprendido por su madre y Carla y su padre estaba parados en silencio incapaces de verse a la cara. Lucrecia concentró su atención en Guzmán y el eco de un gemido que no era de ella replicó dentro de su cabeza. Aún tenía el celular en su mano, y en él un video que le había enviado Valerio. Oh, si tan sólo supiera que su granada había fallado en su explosión y le había regalado una munición a la muchacha. Una nueva oleada de odio inundó su cuerpo y eclipsó todo pensamiento racional de su mente.

Si caigo, no me voy sola. Pensó con malicia mientras desbloqueaba su celular con manos temblorosas. Los arrastro a todos los que pueda conmigo. El video comenzaba a cargarse, pronto estaría listo para publicarse.

–¿Querida? – una voz femenina la llamó de repente.

–¡Puta madre! – Lucrecia saltó de la impresión y su mano instintivamente se aferró al barandal, soltando en el proceso el celular.

–Disculpa, ¿exactamente cómo planeas devolvernos nuestro dinero? – la mujer de mediana edad le preguntó como si le estuviera preguntando donde estaban los sanitarios. Lucrecia conocía a ese tipo de personas; su madre y tías eran así, ella era así. Y aun teniendo eso en cuenta la muchacha tuvo deseos de ahorcarla. A ella realmente no le importaba recuperar su dinero por necesidad; lo deseaba por orgullo.

Con un par de dedos Lucrecia apartó la humedad de sus pupilas y le respondió a la mujer de la forma más diplomática que pudo que necesitaría algún tipo de recibo para poder hacer las transacciones de forma correcta y justa.

–Por supuesto, querida. – Lucrecia sintió su cuerpo contraerse al escuchar el apodo. –Sólo pásame un número de teléfono para podértelo mandar cuanto antes.

–Por supuesto...– Lucrecia realmente estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para poder mantener la sonrisa en su rostro. –Le paso el de mi padre. Como habrá notado, acabo de perder mi celular.

La mujer se disculpó con una voz tan falsa que Lucrecia hubiera preferido mil veces que se hubiera ahorrado la molestia. Le dio el celular de su padre y con pasos grandes y firmes atravesó la fiesta hasta llegar al ascensor. Gracias al cielo nadie entró al mismo tiempo que ella y por segunda vez en la noche, tuvo que aguantarse las ganas de romper en llanto. Ni siquiera se había atrevido a buscar con la mirada a su madre. Lo más seguro era que ya le hubiera hablado a su padre para informarle de la situación. Con su tacón golpeó el suelo con fuerza. Cuánto deseaba que esa noche ya se terminara.

Como pedazos de un espejoWhere stories live. Discover now