Persecución

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La lince sabía que era incapaz de aterrizar y mantener el equilibrio. No sólo su salto había sido precario, sino que el lomo sobre el que tenía que aterrizar vibraba y se movía, y además llevaba a su hermana sobre ella. Ni siquiera tenía tiempo de darse la vuelta para encarar el aterrizaje con sus garras.

Goldmi exprimió entonces su poder, invocando Flotar sin dejar de abrazarse a la lince. No era suficiente para levantarlas a las dos, pero sí consiguió aligerar el peso de su montura, lo que permitió a ésta maniobrar en el aire y estabilizarse.

Consiguió aterrizar con las cuatro patas, saltando inmediatamente de nuevo a la pared, e impulsándose otra vez hacia delante. El tricerátops había estado en la segunda fila y la hormiga en la cuarta, mientras que su última parada en la pared estaba a la altura de la quinta. Así pues, saltaron justo detrás de la última barrera, superándola.

Sin embargo, eso no significaba que estuvieran a salvo. Aunque no estaban en formación compacta, muchas otras criaturas corrompidas estaban frente a ellas, y las que acababan de sobrepasar se estaban girando. Aunque lo hacían despacio y creando un gran caos, pues estaban muy juntas y carecían de inteligencia.

La hormiga y el felino sobre los que habían saltado habían muerto por los ataques de sus propio compañeros, pero eran dos bajas apenas apreciables entre los cientos de criaturas. No obstante, Goldmi podía percibir que habían recibido la misma experiencia que si los hubieran matado ellos. Por ello, se le ocurrió una idea que quizás les permitiría ganar un poco más de fuerza. Eso les daría más probabilidades de sobrevivir.

Mientras, escondido entre los árboles muertos, un espíritu corrompido estaba furioso.

–¡Perseguidlos! ¡Malditas criaturas estúpidas! ¡No los dejéis escapar!



La felina corría en zigzag, intentando esquivar a los seres que, a pesar de no formar compactamente, eran abundantes, pues continuamente estaban siendo llamados allí. De lejos, la barrera que había intentado bloquearles el paso empezaba a ganar velocidad en su persecución.

Goldmi disparaba a cuanta criatura corrompida tenía a tiro, aunque no fuera una amenaza inmediata. Su objetivo eran sus patas, tratando de perturbar su movilidad. Decenas de ellas tenía flechas clavadas en éstas o en los muslos, ya fueran flechas físicas o Flechas Etéreas.

Sabía que se curarían con el miasma con un poco de tiempo, o eso le había contado el Oráculo, pero quizás no tendrían ese tiempo. Por una parte, quería obstaculizar a las que tenían cerca para poder huir con mayor facilidad. Por la otra, pronto pudo comprobar que su plan estaba dando resultado.

No sólo las cinco filas que habían intentado bloquearlas habían salido en su persecución, sino los que estaban más retrasados se habían unido a éstas. Habían formado una terrible estampida que no se detenía por nada, ni siquiera por otros seres corrompidos que, cojos por los ataques de la elfa, no podían apartarse o unirse a ellos.

Decenas de ellos fueron aplastados y eliminados sin ningún tipo de miramientos. Eran tan sólo obstáculos que debían ser sobrepasados, por lo que fueron embestidos y pisoteados por los suyos.

Pronto, las dos hermanas sintieron que había alcanzado el nivel 8, y no tardaron en llegar al 9. Sin embargo, tenían un grave problema, pues la felina empezaba a notar el cansancio, y detenerse no era una opción, ni siquiera para recuperar el aliento.

De hecho, cada vez le costaba más esquivar a las aves, que se lanzaban en picado hacia ellas. La lince parecían tener ojos en su espalda, y de hecho los tenía, los de su hermana. No obstante, a las dos últimas apenas las había esquivado por unos centímetros. Goldmi sabía que difícilmente podría esquivar la siguiente, pues había llegado demasiado pronto, así que usó tres Flechas Etéreas, junto a tres Flechas Penetrantes y Tres mejor que una para herir al ave nivel 10.

Había cambiado a un arco nivel 9, aunque no se había atrevido a cambiar el resto de equipo durante su veloz huida. Logró alcanzar al ave, desestabilizándola y provocando que chocara con el suelo, donde poco después sería arrollada. Pero apenas le quedaba maná o energía. Las dos estaban al límite.

Miró ansiosa el mapa, hacia su única oportunidad. No estaba segura si podrían escapar allí, ni siquiera si podrían llegar, pero no se les ocurría otra posibilidad.

Un halcón consiguió alcanzar a la lince en la pata, provocando que trastabillara, y que la elfa perdiera equilibrio y cayera. Usando sus últimas reservas de maná y mientras guardaba rápidamente el arco, usó Flotar para estabilizarse, agarrándose desesperadamente al pelaje de su hermana, quien frenó sólo un instante para lanzarla hacia delante, y que pudiera abrazarse a su cuello. Eso le provocó más dolor en la herida, por lo que apretó los colmillos, tratando de ignorarlo y seguir corriendo.

El halcón rodó por el suelo, donde perecería poco después, pisoteado. La lince saltó sobre la pared de piedra, sobrepasando a duras penas a un loboespín nivel 14 y estremeciéndose una vez más por el dolor. A medida que avanzaban, el nivel de sus enemigos iba subiendo. Podían ver a lo lejos seres que casi llegaban a nivel 20 dirigiéndose hacia ellas.

Cinco aves de niveles entre 15 y 18 volaban en su dirección, y llegarían en menos de un minuto. Y sus perseguidores empezaban a ganar terreno, pues la velocidad de felina había decrecido, ya no podía mantenerla.

De golpe, se detuvieron, y Goldmi saltó frente a la pared de roca. Estaba nerviosa y aterrada, casi cayéndosele la pequeña piedra pulida que llevaba en su mano. Había un sello en ella, un sello que coincidía con el que había en la pared, y que en el juego era la llave para atravesar la puerta.

Las llaves pertenecían al Gremio de aventureros, y debían devolverse después de usarse, a nos ser que fueras un visitante. Lo que no sabían era si funcionaría como en el juego. Si no lo hacía, o necesitaba tiempo para abrirse, estaban perdidas.

Una suave luz resplandeció, permitiéndoles a ambas atravesaron la barrera traslúcida.

–¡Bump!

Se giraron para encontrarse con un ave cubierta de protuberancias que se había estampado contra la entrada, sin poder atravesarla. Era nivel 16 y apenas había chocado unos segundos después de que ellas entraran. Se habían salvado por los pelos. Lo que no sabían era cuánto podía aguantar aquella barrera.

De repente, un movimiento les llamó la atención. Estaban en una mazmorra oscura, pero entraba luz por el lugar desde el que habían llegado hasta allí. Pronto lo vieron. Era una especia de babosa que se movía lentamente hacia ellas. Y era de nivel 20. Aquel debía ser uno de los habitantes de la primera planta de la mazmorra, un ser demasiado poderoso para ellas.

–¿¡Qué es eso!?– exclamó Goldmi.

Habían escapado temporalmente de sus perseguidores, pero se habían encontrado con un peligro quizás mayor.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora