Capítulo 13: Cuando todo va sobre ruedas, alguna se pincha de vez en cuando.

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Michael —el de la fiesta del instituto desconocido— me llamó a los dos días. Nos vimos un par de veces y a la tercera ya estábamos saliendo. Es un chico encantador, guapísimo y muy divertido. ¡Es perfecto! Él tiene 16 como yo, pero él ha nacido en febrero y yo en marzo, casi a la vez. Todo el mundo dice que desde que estoy con Michael se me ve mucho más feliz y contenta, que se me nota en la mirada. Pero no, yo estoy como siempre. Seria para los momentos serios y divertida para los momentos divertidos, sé respetar las situaciones.

En cuanto a lo de mis padres... bueno, las cosas han ido a peor, o a mejor, dependiendo de por donde se mire. Mi madre está más contenta que nunca y conociéndola, sé que encontrará alguien que la haga feliz y que beba los vientos por ella pronto. Nunca la he visto tan tranquila como ahora. Ahora es libre. Sin alguien que la ate a una vida de temores, sustos, tristezas y disgustos.

Mi padre sigue como siempre, supongo. Cuando estoy con él paso un poco de su persona y me olvido de que está ahí. Pero lo peor de todo este asunto, sin lugar a dudas, ha sido la primera quincena con mi padre, allí en su casa nueva —ya que mi madre se ha quedado con en la que habíamos estado viviendo los cuatros hasta el divorcio—:

El piso es pequeño y estrecho, en medio del centro de Bath, está a kílometros de mi casa y no conozco a nadie por esa extraña y aburrida zona. Cuando Allan me llama, que lo suele hacer, veo el cielo abierto. Pero hoy, lo ha hecho para ir a Johnson's y practicar el asunto del rap. Mi representante y profesor de música quería dedicarnos un poco más tiempo a Ruth y a mí —ya que somos las que vamos a rapear en la canción elegida— porque nos cuesta vocalizar y respirar bien al ritmo frenético de un rap.

Después de la llamada, decido salir de mi cuarto provisional en la estúpida casa de mi padre a pedirle que me lleve a Johnson's.

—¿Qué es Johnson's? —Dice leyendo el periódico.

—Mi estudio y academia, el lugar adonde voy a cantar. —La mañana de este sábado se está volviendo gris en el cielo y en mi casa, sabía que mi padre pondría pegas.

—Tengo cosas que hacer.

—¡Venga ya! Sólo tienes que acercarme a allí. ¡Está a cinco minutos en coche!

—Hoy hay mucho tráfico. —No levanta la vista del periódico.

—Pues nada —le digo en tono contundente—. Gracias por todo lo que hacer por mí. —Susurro cuando me doy la vuelta hacia el pasillo para salir de ese maldito apartamento que posee mi estúpido, incomprensivo, injusto, no deseado e idiota padre.

—¿Qué has dicho? —Oigo el leve ruido de las hojas de la sección de deportes golpear con la madera de la mesa.

—¡He dicho que gracias por todo lo que haces por mí! No debería haberte pedido que me llevases, ¡tú nunca entenderás la importancia que esto tiene para mí! Dime, ¿acaso alguna vez has tenido un sueño?

—¡Que no me hables así! ¡Ahora, vístete! Te llevaré a ese maldito sitio. —Se acerca a la mesa del salón y coge las llaves del coche.

—¡Una mierda! —Escupo totalmente enfadada mirándole de los pies a la cabeza.— ¡No hace falta que me lleves a ningún lado! ¡Ya iré yo sóla!

Camino pisando fuerte con cada pie hacia la puerta y salgo de allí. Mi padre, tan cabrón como siempre, no me sigue. Por fin me ha perdido de vista. No me quiero ni imaginar mi vida si todos los días con mi padre serán así.

Un mes después del divoricio mi padre empieza a salir con una mujer de su edad, un poco más joven quizás. Jane. Asquerosa Jane. ¡Era igual que mi padre! Qué par de inútiles.

Corre el mes de junio y el fin de curso está cerca. Nos ofrecen cantar en la fiesta de nuestra graduación, ¡y aceptamos encantadas! Al parecer, junio ha sido mi mes. Sacamos dos canciones más y hemos ido a tres entrevistas en la radio y una en televisión, ¡qué nerviosa me puse antes de salir! Mi madre ha encontrado a su segunda media naranja. Bruce es un hombre dos años mayor que ella, pero muy amable y comprensivo. Aún no tengo mucha confianza con él, pero me ha dicho innumerables veces que le tengo ahí para lo que fuese, que me apoyará en todo relacionado con mi trabajo y con mi vida.

Con mi padre, las cosas van de mal en peor. Mi padre está muy unido a Jane, más que nunca lo estuvo a mi madre. Aunque mi padre es un toca narices, él también se merece su pedacito de felicidad, supongo. Ha perdido su empleo dos semanas atrás. No sé por qué. En la fábrica le iba muy bien pero no he querido preguntarle, tampoco es que me interese tanto como para preocuparme y malgastar mi tiempo de esa forma.

Y si continuamos con el amor, cabe comentar mi relación con Michael. Él es simplemente genial. Aunque, mucha gente me ha dicho —entre ellas mi madre y las chicas— que me está descentrando. Apenas estudio y hago los deberes, y ni siquiera me leo las letras de las canciones. He faltado dos veces a los ensayos cosa que nunca he hecho en todo el tiempo que llevo en el grupo, pero lo hice porque Michael me necesitaba: la primera vez, había tenido problemas con su hermana y me necesitaba a su lado, y la otra pues me convenció para pasar la tarde en su casa ya que estaríamos solos.

Por otra parte, Ruth y Lucy habían encontrado novio casi a la vez. Creo que desde que pertenecemos a Red Shoes, recibimos más antención masculina y femenina a veces.

Pero centrémonos en lo importante: Red Shoes. Ultimamente mi vida giraba en torno mi grupo. Mi música y yo, yo y mi música, no había sitio para nada más. Empecé a aprender a tocar el piano, ¡y joder que difícil es! Gemma —quién sabe tocar muy bien— ha prometido enseñarme y darme clases pero nunca para de repetirme: "Anne, no tiene sentido que yo te enseñe si no tienes un piano en tu casa para practicar por tu cuenta." Qué pesada es, pero debo reconocer que tiene razón.

Todo, todo —familia, amigos, trabajo, amor— iba sobre ruedas hasta que apareció él.

El Susurro de AnneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora