Recuerdo el día en que te conocí: Estaba siendo tratado mi tumor en la clínica en la cual trabajabas.
Caminando por los pasillos me encontré con tu mirada y sentí que volaba en el cielo, te me acercaste y me abrazaste, como si nos conociéramos desde siempre. No supe cómo reaccionar, así que solo me dejé llevar.
Un día jueves me dejaron salir de la clínica, y me quedaron las ganas de volverte a ver porque algo en ti me llenó de seguridad y de confianza.
Caminando por las solitarias calles tropecé con un pequeño cuerpo, bajé la mirada y tus hermosos ojos me miraban fijamente. Todo en mi recobró sentido, te saludé y sonreí.
Me invitaste a ir al Solveig Coffe, puesto que odiabas a los pretenciosos Starbucks, tomamos una mesa, alejados de los demás. Te presentaste formalmente y hablaste sobre ti y allí sentí como me desvanecía ante tus ojos.
Me contaste que fuiste tú el que me atendió en la clínica, mi corazón palpitó con fuerza ante la idea de que eras tú el que me salvó la vida.
Al finalizar el día me prometiste volver a salir conmigo, yo sólo me limité a asentir
Desde ese día empezamos a vernos más seguido. Me llevabas de paseo todas las tardes y me regresabas a casa por las noches
Era un sábado en el que habíamos quedado en volvernos a ver en el Solveig Coffe, te retrasaste media hora y para cuando llegaste yo ya me estaba yendo. Me pediste disculpas como unas mil veces como mínimo, yo te decía que no importaba, que a cualquiera le podía pasar.
Mientras comíamos me percaté de tu nerviosismo, tus pequeñas manos sudaban, tu labio inferior temblaba y no podías mantener la mirada posada en la mía; te pregunté si te pasaba algo y me respondiste con una negación de cabeza. Al pasar unos cinco minutos soltaste repentinamente que querías tener una relación conmigo.
Tardé unos minutos en asimilar tu propuesta, la sonrisa que llevabas dibujada en tu rostro se disolvió al ver que yo no contestaba, resoplé y sin pensarlo dos veces: te atraje del cuello de tu camiseta y estampé mis labios junto a los tuyos, que tenían un particular sabor a cereza.
Nuestra relación iba entrando en confianza a cada día que pasaba, me buscabas en mi casa y me sacabas a pasear, la mayor parte del tiempo la pasábamos en tu casa; comiendo y dándonos íntimos cariños. Me decías "Ángel" de una manera tan tierna que me hacía estremecer.
A medida que pasaba los meses me decidí por presentarte a mis padres, quienes no tenían conocimiento alguno de ti como mi pareja formal. Te llevé a mi casa y justo en el instante en que entraste mi madre ya nos miraba con malos ojos. Les hablé sobre ti y nuestra relación, creyendo que aceptarían por el simple hecho de que eras aquella persona que me permitió vivir durante más tiempo, pero aún teniendo esa razón, ambos se negaron y pidieron que te fueras de nuestra casa.
Te fuiste, pero no sin antes de besar mi frente, decirme ángel y avisarme que pronto me llamarías.
Cuando cerraste la puerta detrás de ti mis padres empezaron a regañarme. Aclaraban que no estaban de acuerdo con nuestro noviazgo.
Decían que eres muy mayor para mí.
Decían que debían gustarme las mujeres.
Decían que tendría que alejarme de ti.
Pero no obedecía a lo que decían.
Me veía contigo a escondidas: cuando no más mis padres se acostaban a dormir me escapaba de mi habitación y quedaba a verme contigo en la esquina. Me llevabas al parque, nos sentábamos en el césped y empezábamos una guerra de besos y caricias. Jugabas con mis rizos y de vez en cuando dejabas un casto beso en mi mejilla
Todo era perfecto hasta esa noche:
Me dijiste que nos casaríamos y así podría ser completamente tu ángel.
Me dijiste que me escapara contigo, que nos fuéramos de la ciudad y comenzáramos una vida juntos.
Pero yo me negué, explicándote que en este lugar estaban todos mis seres queridos.
Te sobresaltaste y empezaste a gritar que aquellas personas a las que quiero no tienen ningún afecto hacia mí, que si de verdad me querían por lo menos hubieran aceptado nuestra relación.
Yo chillaba que eran mis padres de los cuales estabas hablando y que sea por lo que sea no los iba a dejar solos, después de haberme mantenido y regalarme amor durante diecisiete años.
Tu mirada era tan filosa como un cuchillo, sin responder a nada más te incorporaste y huiste, dejándome solitario en la penumbra.
Pasaron más de un mes desde aquella discusión y desde ese día no te había vuelto a ver. Me sentía solo e incompleto; mis notas en la escuela descendieron de una manera sorprendente, mi vida consistía en comer, dormir, e ir a calentar la silla en las clases.
Un día, martes para ser exactos; me retrasé en llegar a la preparatoria, cuando cruzaba la calle no me fijé en la moto que pasaba a toda velocidad, no supe en qué momento colisionó conmigo, mi cuerpo estaba tirado en el suelo, con mi propia sangre a su alrededor.
Si el cáncer no me mató este accidente sí lo haría, de todas maneras iba a morir joven. Escuché el sonido de las sirenas, unas manos sujetaron mi cuerpo y me colocaron sobre una camilla.
El viaje a la ambulancia fue interminable para mí, velozmente me ingresaron a una habitación de emergencia, en donde ya se encontraba uno de los doctores en la espera de otro paciente.
Dentro de la habitación te vi, estabas de espalda arreglando algunos materiales médicos; al girarte tu mirada hizo conexión con la mía, abriste los ojos con pánico y lo que llevabas en tus manos terminó cayendo al suelo.
Te acercaste a mí, la suave piel de tus mejillas se encontraban marcadas con el recorrido que dejaban tus lagrimas.
"¡Ángel, ángel!" Gritabas una y otra vez mientras besabas mi frente llena de sangre.
La cabeza me dolía y mis parpados me pesaban, apenas pude embozar una sonrisa.
"Estarás bien ángel, te salvaras, sé fuerte. Recuerda que nos casaremos"
Nos casaremos porque nos amamos. Porque somos diferentes a los demás. Somos fuertes.
Tú me haces fuerte.
Susurré con la voz débil:
"Te amo, Lou" Me desvanecí y me volví polvo, polvo que se llevo el viento hasta el reinado de la paz, conocido como el cielo.
Ayer, 08 de abril en la Autopista 91 un adolescente de diecisiete años identificado como Harry Styles murió al ser atropellado por una moto, cuyo conductor se identifica como Kendall Hayes de treinta y cinco años de edad. El menor sufrió de un grave golpe en la cabeza, una pierna fracturada y costillas rotas; según el informe que nos da la enfermera Sally Bush: el joven murió justo en el momento en el que iban a tratarlo.
Tras perder a su hijo Anne Cox ha demandado al doctor Louis Tomlinson por no darle rápidos tratamientos a su hijo y no poder salvarlo de la muerte.
El juez ha negado la demanda de la mujer puesto que la historia y los abogados de Tomlinson fueron muy convincentes.
Los medios de comunicación y las redes sociales dan su mayor apoyo a la familia Styles, que perdió a un ángel de manera injusta.
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Ángel | Larry Stylinson [One Shot]
Short Story"¡Ángel, ángel!" Y aquella voz se escuchaba lejana, como si estuviera a kilómetros de distancia.