Capítulo veintiséis: Navidad.

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La casa estaba hecha un desastre.

Niurka había decidido hacer una cena con muchos invitados, los cuales, Emilio no conocía ni la cuarta parte. Sus hermanos habían decidido llevar cada quien varios amigos, y su madre también, aparte de toda la familia. Por su parte mandó un mensaje a Diego, el cual le había dicho que no podría, pues tendría su propia cena familiar.

El rizado estaba solo, sentado en una banca del patio trasero con una taza de ponche caliente en sus manos. Vestía unos pantalones negros y un estupido suéter navideño color rojo que su prima le había hecho usar a la fuerza.

—¿Qué pasa hijo?, ¿no te está gustando la fiesta?—preguntó la rubia, caminando hacia él.

—No es eso má, solo no estoy de humor—le quitó importancia encogiéndose de hombros.

—¿Por qué?, puedes contarme, sabes que siempre estaré aquí para escucharte—se sentó junto viéndole con una sonrisa.

—Claro—rodó los ojos.

—Ese tono conmigo no.

—¿A quién engañas madre?—inquirió molesto—, por los últimos dos años te la has pasado fuera.

—Alguien tiene que trabajar para mantener la vida que tenemos.

—La vida que tenemos, claro. Es por eso que Romina decidió irse—su ceño se frunció y sus labios se juntaron creando una línea fina.

—Emilio...

—Olvídalo, necesito estar solo.

Caminó hacia la puerta, saliendo de ahí, ignorando el dolor creciente en su pecho al darse cuenta de lo que había dicho. Quería irse lejos, pero al alzar la mirada cambió su opinión. Regresó a su casa con cautela y entró a su cuarto para poder buscar la llave del candado, encontrando algo más que tal vez usaría. Luego salió sin mirar atrás y subió las escaleras hacia su pequeña casa del árbol, al abrir recordó la última vez que entró ahí con un chico de hermosos ojos color avellana.

Se sentó en una esquina y sacó la hoja de papel junto a su lapicero. Miró su celular, no eran las dos de la madrugada, pero suponía que serviría. Vio por las ventanas el cielo y suspiró admirando la belleza de la luna.

Una corriente de viento despeinó su cabello, haciendo volar sus largos rizos en una caricia. La inspiración llegó tan pronto al recordar la persona con la cual querría estar en ese momento. El lapicero se movió sobre el papel dejando letras escritas finamente, sin mucho sentido, simplemente palabras clave que poco a poco fueron creando una canción.

***

Los olores se mezclaban en la casa Gress. La familia estaba en la mesa principal comiendo la cena que había hecho Elizabeth. El castaño suspiró medio aburrido, disimulándolo con una sonrisa ladeada, sin embargo su hermana lo notó.

—Joaquín—le llamó—, olvidé que tengo que darte algo, está allá arriba, ¿vamos?

—Si.

—Provecho, con permiso—dijeron al levantarse de sus lugares.

—Gracias—respondieron los demás.

La madre de ambos los vio con ojos curiosos, pero decidió no hacer algún escándalo, pues sus hermanos y sobrinos se encontraban ahí.

—¿Qué pasa Ren?—preguntó al entrar a la habitación, los colores del lugar le hicieron entrecerrar los ojos.

—Más bien, ¿qué te pasa a ti?, estas todo ido, tienes que contarme—pidió sentándose en su cama—, ¿tiene que ver con Emilio?

•accιdenтalмenтe enaмorado• EMILIACO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora