No muchas personas en Patriotic Alternative habían tenido la suerte de Duncan, no muchos habían tenido el privilegio de entrar a uno de los lugares más importantes y privados en la vida e James Grint: su salón de armas.
Tal vez había sido porque cada vez que le miraba a los ojos se veía a sí mismo unos veinte años más joven, o simplemente era que le agradaba la compañía del chico, no lo sabía, pero la verdad era que Grint había depositado una repentina confianza sobre el muchacho que apuñaló la pierna de su propio hijo.
Durante la noche anterior, después de entregarle a Duncan una Glock 9 milímetros para que realizara la última tarea que debía cumplir, Grint le dio un pequeño recorrido a Duncan a través de la habitación en la cual exhibía al menos treinta tipos de armamento diferente, las cuales había recibido durante los últimos quince años de manos de contactos bastante prestigiosos que tenía dentro de la armada y que de manera silenciosa simpatizaban con su causa.
Duncan quedó fascinado, tanto que grabó en su memoria paso a paso del lugar; no olvidó ningún cruce, no olvidó ninguna puerta, todo había quedado perfectamente guardado en su subconsciente.
—¿Harás lo que te he ordenado? —le preguntó Grint la noche anterior minutos antes de que Duncan caminase a la barraca en donde dormía con siete jóvenes más.
—Lo haré, señor —le había afirmado por lo bajo.
A decir verdad, lo había meditado toda la madrugada y la mañana del día siguiente, durante el desayuno y también en el almuerzo, pero se acercó la hora de la cena intuyó que comer algo en ese momento solo provocaría unas inmensurables nauseas, por lo que prefirió salir de ello, colocarse su jersey negro con capucha, guardarse el arma en la parte trasera del pantalón oscuro, y tomar el primer bus a Acton.
Los truenos retumbaban en el cielo, mientras que la potente luz de los rayos cegaba sus ojos sin pudor alguno. Sentía una fuerte presión en la nuca, y un hoyo en el estómago, y a pesar de que había tardado más de lo esperado deambulando en las húmedas calles de Acton, y que ya había caído la medianoche, supo con exactitud que el lugar al cual solían ir los hombres de hombros caídos y esperanzas rotas era al jardín de rosas ubicado en el parque Woodlands. Sabía que allí lo encontraría, porque no había otro lugar en donde una persona tan desalmada como él pudiera ir, ni siquiera a la casa de su amante.
El frío viento chocaba contra el cabello de Duncan, mientras las finas hebras negras se movían al compás de las leves ráfagas que le abanicaban. El jersey lo protegía de la lluvia, mientras que sus empapados zapatos de tela blancos se habían cubierto de barro; y allí lo encontró, parado observando perdidamente las flores, con la espalda encorvada y la misma camisa azul con la que le había visto la última vez, solo que ahora estaba manchada de colores opacos y un poco rasgada.
—Tan solo ha pasado una semana y media y ya perdiste el control de tu vida, ¿no es así, Ibrahim? —vociferó Duncan con desdén, provocando que el oscuro hombre se girase cobre sus talones.
Ambos se escrutaron con la mirada luego de diez días sin saber absolutamente nada del otro, por primera vez en todo este tiempo Ibrahim estaba frente a él, con una asquerosa barba la cual Duncan apostaba que tenía al menos siete días sin afeitar, unas inmensas bolsas bajo los ojos y la apariencia de un vagabundo.
Esa era la verdadera imagen de un hombre que había perdido todo lo que jamás había sido suyo.
Duncan arrugó el rostro, producto del asco que sentía. Durante todos sus años, nunca habría imaginado ver a Ibrahim en un estado como ese. Lo odiaba, y lo detestaba como a nadie, pero sabía que era un hombre vanidoso a quien solía importarle mucho la apariencia.
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DUNCAN © #2 [✓]
Mystery / ThrillerDesde la muerte de su madre en un accidente de automovilístico, la vida de Duncan parece ir en picada, y sin ningún atisbo de un repentino mejoramiento. Al ser adoptado por los pastores africanos, Ibrahim e Imongen Dankworth, Duncan será sometido a...