El vapor caliente que exhalaba el café expreso de unos de los pasajeros que me acompañaba en el mismo vagón, invadió dulcemente las fosas mi nariz. Encantándome por completo con el olor que me obsequiaba.
Leía tranquilamente en mi asiento, mientras esperaba con ansias la llegada a mi respectiva estación.
Me encontraba en la línea 1 de las ferrovías de Jung-gu, Seúl, para viajar a Gwangjin-gu. Planeaba visitar a un amigo mío que conocía desde aquellos tiempos en el que estudiaba en la universidad; pero actualmente él se encontraba en aquella ciudad por culpa de una grave enfermedad que sufría su madre.
Yo viajaba como forma de apoyarlo y animarlo ante tal situación. Ayudándole en todo lo que necesitara durante el tiempo en el que se quedara hospitalizada su progenitora.
Esa mañana, no se veía mucha gente; se podría decir que estaba prácticamente vacío el lugar. A excepción de un anciano, de aproximadamente 60 años, que venía acompañado de un pequeño niño, y un hombre oficinista que ocupaba un no muy lujoso traje gris.
A penas eran las 7:45 de la mañana y aún me faltaban 2 horas para llegar a mi destino.
En un intento de no morir del aburrimiento, mantenía mi total atención en la lectura que llevaba a cabo en aquel momento. El libro contenía una narrativa pesada y morosa, pero era lo único que me podía distraer del incómodo silencio que conquistaba al tren; todo por el grave delito que cometí de haber olvidado mis preciados auriculares en mi departamento.
Tras haber pasado cierto tiempo, con gran lentitud tengo que agregar, el vagón comenzó a recibir a un poco más de gente; indicando el transcurso del día y cómo los horarios laborales empezaban a invadir el resto de la mañana.
A esta altura del viaje, la lectura había perdido mi interés por completo, el hambre iniciaba a presentarse en mi organismo, y aún me faltaba aproximadamente una hora para llegar a mí destino. «Carajo... ¿Por qué no compre algo de comida para comer en el trayecto, que idiota».
Para evitar el contacto visual con cualquier pasajero, empecé a distraerme vagamente con mi teléfono celular. Pasaba de foto tras foto en mi galería con el intento de distraerme, aunque sea con algo, siendo que no contenía videojuegos en él; cosa de la cual también me arrepentí en el momento.
A los pocos minutos, repentinamente el tren paró en una de sus tantas estaciones que transitaba, dejando salir y entrar a toda clase de gente.
De manera inconsciente, yo había volteado mi vista hacia una de las tres compuertas del vagón, observando a detalle a una en específico: justamente, cuando estaban a punto de cerrarse las compuertas para evitar el paso, una joven gritó fuertemente desde algunos pocos metros fuera, corriendo hacia el tren a toda velocidad.
— ¡Esperen, por favor! —vociferaba la fémina. Respirando con cierto cansancio.
Un hombre mayor, que traía un maltratado maletín, detuvo el cierre de las compuertas y le permitió el paso a la chica. Al instante en el que ella accedió al vagón, estas se cerraron inmediatamente y, sin más preámbulos, la línea prosiguió con su rutinario curso.
Fue ahí, en ese preciso momento, en el que la vi.
El admirarla con más detención me hizo sentir como si un hermoso ángel hubiera caído y puesto sus pies en la tierra victoriosamente.
Se trataba de una bella joven de unos 22 años aproximadamente: su cabello era tan obscuro y brillante como el azabache, tan lacio y largo que terminaba hasta donde se encontraba su cintura; vestía de una forma casual y cómoda, una falda negra (al igual que su sudadera) a la altura de su muslo, Converse de un deslumbrante rojo y unas atractivas medias negras. Agregando a su fascinante look, el hecho que cargaba en su espalda un estuche de cuero obscuro; supuse que en él resguardaba alguna guitarra.
Ella se hallaba exactamente al frente mío, intentando apaciguar su intranquila respiración. Acomodando uno de sus largos mechones detrás de su oreja al encontrarlo estorboso en su lindo rostro.
No pude evitar observarla detenidamente, era como si ella me hubiera lanzado algún hechizo que me obligaba a verla en cada instante; me era imposible separar mis ojos de su figura.
Sin dudarlo en lo absoluto, instintivamente me levanté de mi asiento y me acerqué a la chica; sintiéndome profundamente nervioso al tenerla tan cerca mío que podía oler la dulce fragancia de su perfume. Le palmé delicadamente en su hombro hasta que ella volteó a verme con una gélida mirada.
— Si gustas, puedes tomar mi asiento —comenté, señalando en donde me encontraba sentado anteriormente.
La joven dirigió su mirar hacia donde le indiqué y, repentinamente sonrió de la forma más hermosa que he visto en toda mi vida. A pesar de que en tan sólo algunos segundos antes me había lanzado una típica mirada de: “No me molestes”, en un santiamén cambió su gesto a una alegre sonrisa; no lo sé, pero ese detalle suyo me dejó completamente encantado.
— Muchísimas gracias —por primera vez escuché su pulcra voz; tan hermosa y elegante como la de un ángel.
«...»
No podía creerlo, era como si mis ojos estuvieran pegados a su imagen, teniendo en cuenta los varios minutos que llevaba observándola disimuladamente.
Ella había puesto su guitarra sobre su regazo, mientras escuchaba (con los ojos cerrados) música desde sus auriculares. Tarareando suavemente la melodía de una canción.
Reconocía el ritmo de la canción que entonaba. Se trataba de “You're Beautiful” de James Blunt. Casualmente, esa era mi canción favorita del momento; y todavía, al pensar en eso, una pequeña risa sale de mis labios de manera inconsciente.
Básicamente, en la canción se habla de un hombre que conoce a una mujer de la que se enamora pero, sin embargo, que nunca vuelve a ver. «Pero, vaya que coincidencia».
Durante el que resto del viaje, ella nunca volvió a verme o a dirigirme alguna palabra, aunque eso realmente no me importó mucho. Me sentía totalmente satisfecho con el hecho de contemplarla en silencio.
Nunca antes había visto tal belleza en el rostro de una mujer. Era tan etérea, jovial, gentil, pulcra y bonita; su primorosa voz continuó resonando en cada esquina de mi mente, impidiéndome concentrarme en algo más que no fuera ella.
A pesar de haber sido poco tiempo el que compartimos en el vagón, tuve la insistente idea de aproximarme a ella, pedirle su número celular y averiguar su nombre... Pero, nunca me atreví.
Tal vez fue por mi timidez, o por su intimidante mirada, pero simplemente nunca pude volver a hablarle. De hecho, al día de hoy, sigo preguntándome cómo fue que tuve la valentía de acercármele la primera vez para darle mi asiento. «¿Cómo es que no me acobardé al último segundo?».
Pasando aproximadamente unos 20 minutos, ella se bajó del vagón en la estación de Yongdap-Dong, Seongdong-gu.
Al verla irse, inmediatamente me sentí culpable por nunca intentar volver intentar conversar con la joven. En especial, siendo que era mi propia culpa al no haber elegido correctamente: tragarme mi cobardía y acercarme a ella.
Ya ha pasado algún tiempo desde aquello y, sin embargo, su voz, su sonrisa y el dulce olor de su perfume siguen presentes en mi memoria cada día. Incluso, he soñado con ella un par de veces; repitiendo estúpidamente los mismos sucesos, sin cambio alguno.
¿Acaso, algún día la volveré a ver?, ¿La podré olvidar con el tiempo? Sin importar qué tanto piense en ello, sigo sin conseguir las respuestas que necesito; frustrándome ante mi pusilánime actitud.
“No puedo olvidar aquel escenario en el que te conocí... Ahí supe lo que era el amor a primera vista.
No pienso borrar de mi memoria el instante en el que olí tu perfume, tuve la fortuna de ver tu resplandeciente sonrisa y escuchar la melodía en tus palabras.
Por todos los minutos en el que me arrepiento de no haberte hablado apropiadamente, prometo que jamás olvidaré el escenario en el que ambos pudimos estar juntos aunque sea por un momento”.
ESTÁS LEYENDO
𝘚𝘵𝘢𝘨𝘦|| 𝘑𝘢𝘤𝘰𝘣 (𝘝𝘈𝘝) [𝘖𝘚]
FanfictionApreciar la belleza de una joven que nunca más volverás a ver no es pecado y mucho menos un delito: "𝘗𝘰𝘳 𝘵𝘰𝘥𝘰𝘴 𝘭𝘰𝘴 𝘮𝘪𝘯𝘶𝘵𝘰𝘴 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘦 𝘢𝘳𝘳𝘦𝘱𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘥𝘦 𝘯𝘰 𝘩𝘢𝘣𝘦𝘳𝘵𝘦 𝘩𝘢𝘣𝘭𝘢𝘥𝘰 𝘢𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘢𝘥𝘢𝘮𝘦𝘯�...