One-shot

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Tony observó el interminable desfile de invitados. Vestidos con sus mejores trajes, ostentando sus riquezas y posiciones. Reían sin estar felices, saludaban animadamente a quienes no le agradaban, transmitían buenos deseos que no sentían y repartían promesas que jamás cumplirían. Era un enorme y elegante circo, hermoso y luminoso, pero podrido desde sus raíces. Presas y cazadores en un baile antiguo y anhelado dónde los lobos se disfrazaban de cordero y las ovejas de panteras. Él mismo era parte de aquel teatro, un trofeo en exposición, una presa presumiéndose orgullosamente frente a sus asechadores.


No siempre odió asistir a aquellos bailes. Hubo una época en la que los esperaba con el corazón esperanzado y sus ilusiones agitadas. Luego, el hechizo fue rompiéndose poco a poco. La realidad no era benévola con los sueños de un niño enamorado del amor. Ahora asistía por obligación, no por decisión. Era invisible.


Observó a su prima. Natasha. La amaba, vivían juntos desde que los padres de ella habían muerto por una enfermedad que contrajeron durante uno de sus viajes cuando ellos eran apenas bebés. Crecieron juntos cómo hermanos, se adoraban y defendían como si tuviesen los mismos padres. Era hermosa, el blanco de todas las miradas, y la inocente culpable de su dolor. Era tan brillante que nadie lo veía. Creían que solo era su acompañante. Siempre fue así, habían debutado ante la sociedad al mismo tiempo, pero a él no lo recordaban. Los pretendientes llovían sobre Natasha, en los bailes la acosaban como pajarracos, las cartas de ilusos enamorados llegaban a diario a la mansión y Jarvis, el mayordomo, debía espantar a un intruso de los jardines al menos una vez a la semana.


Tony sabía que era afortunado. Tenía dinero que había conseguido con su propio esfuerzo, era un genio, carismático, buen espadachín y luchador cuerpo a cuerpo, pero aún mejor en el manejo de armas de largo alcance. Un excelente jinete, versado en literatura y varias ciencias, diplomado de una prestigiosa universidad y capaz de hablar fluidamente tres idiomas. Era apuesto, de contextura musculosa y piernas fuertes. Sus manos era hábiles y ágiles, su voz seductora y su risa profunda. Su personalidad tampoco era mala, era atento y considerado, respetuoso y educado. Le gustaban las bromas, pero no era un patán grosero. Podía llegar a ser romántico aunque no era su punto fuerte. Era del tipo que prefería mostrar su cariño con enormes y novedosos detalles que con una delicada y fragante flor. Posiblemente eso le restaba puntos si lo pensaba detalladamente, pero tenía más puntos que sumar. Era leal, sincero, no era adicto a las apuestas ni a los clubes de caballeros. Era sensato con el dinero y un buen inversor. No le gustaba tomar en exceso ni buscaba malas compañías.


Era un buen partido, era el marido soñado para cualquier dama, y no le faltaban tímidas y sugerentes miradas de las chicas solteras, pero ese era justamente el problema. Él no estaba allí para cazar, sino para ser atrapado. Era un hombre, pero no uno más del montón. Era un doncel. Un doncel disfrazado de un hombre muy masculino, autoritario e independiente. Nadie se daba cuenta de lo que era, y aun cuando lo sabían, no se fijaban en él pudiendo tener una oportunidad con una bella mujer como Natasha. Los donceles eran hombres fértiles, pero sus embarazos eran complicados. Además, existía aquella absurda creencia de que mientras más masculino se viera un doncel, menos capaz era a la hora de engendrar. Y en su caso, estaba seguro que podía enlistarse en el ejército y nadie se lo impediría. Jamás sospecharían que había sido bendecido con la capacidad de albergar una vida en su interior.


- Tony, intenta sonreír. Nuestra anfitriona creerá que no estás disfrutando de su pintoresco festival. - Natasha le habló con suavidad, llamando su atención. La verdad es que si había alguien que odiaba aquellas reuniones dantescas más que él, era ella. Aborrecía sentirse un trozo de carne en exhibición.

Mi CapitánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora