Desperté en una habitación algo extraña, tenía cortinas en los lados de mi cama, había una especie de máquina que bombeaba, y se escuchaba mucho ruido.
- Vaya día. - digo mientras volteo a ver a un chico que estaba en la cama de aún lado.
El no me responde pero no le tome mucha importancia ya que en ese momento unas personas entraron.
- sufrió un accidente severo, sus padres murieron y solo ella sobrevivió. - dice un señor de mediana edad con la voz algo grave.
- ¿Podemos verla? - pregunto una mujer que venía con el.
El señor abre las cortinas, en el proceso deja entrar luz, y veo que tengo muchos razguños y cortadas.
- Es hermosa, me encanta su lindo pelo dorado y esa tierna sonrisa. - Dice la mujer, ahora que la veo bien me recuerda a mi madre...
Yo no hago más que mirarla a los ojos y ella a los míos.
El señor al cual puedo ver bien llevaba puesta una bata, era un doctor y yo me encontraba en un hospital.
- No se preocupe, pronto le daré noticias de la chica. - Dice el doctor mientras sale de la habitación.
Pasan dos horas cuando otra persona entra, ahora era un hombre por el tono de su voz era algo joven.
-¿Para qué salvó eso?
-Es francamente inhumano.
-No, un fenómeno siempre tiene algo de sorprendente y hasta cierto punto chistoso.Alguien fuerte, baja de estatura, me tomo por los hombros y me zarandeó.
- Vera que se puede hacer algo con ella. - Responde el doctor, después de eso me coloco en una especie de riel.
Uno, dos, uno, dos movía por turnos mis piernas en aquel apoyo de equilibrista sosteniéndome por el cuello de la camisa, como una muñeca grotesca.
Todos rieron.
-¡Claro que se puede hacer algo más con ella!
-¡Resulta divertido!
Y entre carcajadas salieron sin que yo los hubiera mirado.Y desperté, un silencio de muerte reinaba en la habitación oscura y fría. No había médico ni consultorio ni carretera.
Estoy en el cuarto interior de un edificio. Nadie pasaba ni pasaría nunca. Quizá nadie pasó antes tampoco.
Mi rostro horrible, totalmente distinto al del sueño: las facciones son informes. Lo sé. No puedo tener una cara porque nunca ninguno me reconoció ni lo hará jamas, dándome cuenta que estaba destinada a la monotonía y soledad de este cuarto por siempre.