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CHICA DE STANFORD


HANNAH


—¡HANNAH! —Al grito de Haru le siguió una corrida que terminó con nosotros dos en el suelo. Golpe que amortiguamos por mi mochila que me hizo ver como una tortuga al revés.

—Pero ¿qué te ha dado papá? —le pregunto al ponernos de pie. Pongo mi mano en mi frente y la muevo hacia la suya. Línea recta. ¿Cómo es que ha crecido tanto? No soy alta, pero, vamos, tiene diez años. A su edad yo era un duende —¿Estás comiendo abono o algo así?

Se ríe.

—Ahora es todo un deportista. En serio, se ha sumado al equipo novato de baloncesto —tercia mi padre que extiende su mano hacia mi hombro y me quita la mochila. No se lo digo, pero tenia la espalda adolorida por ese peso.

Antes de que pueda responder, se acerca y rodea mi cuello. Me atrae hacia él y besa mi frente.

Se siente extraño estar aquí.

—¿Haru moviendo una pierna? —Sonrio y le revuelvo el cabello. Ahora tengo que alzar mas mi mano que antes. Él bufa y se aparta —. Vaya, ¿me invitarás a algún partido?

—Tengo mi grupo de fans, puedes unírteles.

Pero qué egocéntrico este niño.

Vuelvo la mirada hacia mi padre y le pregunto si está seguro de que no le han cambiado al crío en estos meses. Él se ríe. Siempre ha sido de pocas palabras por más que esfuerce.

—¿Cómo estuvo el viaje? ¿Qué tal Nueva York? Me imagino que tendrás mucho para contar.

Esa pregunta es tan amplia que no sirve. Cuando me hablan de Nueva York no pienso en leyes ni en una firma jurídica increíble. Pienso en Adam.

Nueva York es sinónimo de Adam.

Y eso me provoca un vuelco en el corazón y un apretón en las tripas y estoy segura de que no es indigestión.

—Nueva York estuvo... —Hago una pausa.—. Nueva York estuvo bien. Todo bien —me limito a decir.

Papá me señala una de las tantas puertas del aeropuerto, diciendo que debemos ir por ella o nos perderemos. Haru saca su pequeña consola de videojuegos —¿Nintendo? No lo sé, hace mucho dejé de saber cuál era cual, ni si quiera sé en qué número de PlayStation van —. Me la coloca frente a mis narices, literalmente, y me dice, con orgullo, que ha logrado terminar el último Zelda. Ya, entonces eso sí debe ser un Nintendo. Vuelve a guardarla. ¿Para eso la ha sacado?

—Zelda es de Nintendo, ¿verdad?

—¿Qué clase de pregunta es esa?

Me encojo de hombros, avergonzada.

—Tu vida es tan aburrida, nee-san.

Creo que he olvidado que Haru le gusta ese asunto de mezclar los idiomas. Me quedo en blanco mientras trato de armar una frase en japonés, pero no puedo. Estoy bloqueada. Aún no estoy consciente de que hace unas horas estaba en Nueva York y que ahora estoy aquí, caminando hacia el coche de mi padre con una mochila enorme, una maleta y un bolso de mano y que, así como así, todo haya terminado.

Es como estar despertando de un sueño que sientes demasiado real.

Cruzamos las puertas de cristal. El ruido de las rueditas de la maleta deslizándose por el asfalto me atrapa

Fuera de contrato - EN FÍSICO A PARTIR DEL 18 DE AGOSTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora