Capítulo 8

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Ligia se encontraba intentando atrapar un gran salmón, se había levantado pronto, ya que la mayor parte de la noche la pasó pensando en la cueva, Ondina tenía razón, no podía huir más y menos una reina, ¿qué ejemplo le estaba dando a su pueblo? Había decidido volver a Kattegat y cumplir su promesa de entrenar a los hermanos, pero sin involucrarse con ninguno de ellos, los iba a apartar de su vida lo máximo posible. Tras una larga carrera finalmente atrapó al salmón, le fue difícil retenerlo por su gran tamaño, pero pudo conseguirlo.

Aún no había salido el sol, Ligia llegó sin ser vista, con el salmón a cuestas, hasta su casa, dónde se cambió y se puso la ropa para entrenar, el chaleco que Lorelei había arreglado, unos protectores para sus antebrazos, unos pantalones que le llegaban a la mitad del muslo, con un cinturón para las armas que asemejaba una falda de gruesas tiras de cuero y unas botas altas, se recogió el pelo con trenzas, había pensado en ir más discreta, con la ropa que las escuderas solían usar por esas tierras, pero desechó la idea, ella no las necesitaba, no sentía frío, tenía mayor movilidad y no necesitaba más protección. Cuando estuvo lista, se puso una capa para pasar desapercibida, tomó sus armas, cargó el salmón y se encaminó hasta el claro donde los hermanos solían practicar, por el camino pasó por las casas de sus guerreras para que se preparasen y le dio ordenes a una esclava de avisar a los hermanos al amanecer para que fueran al claro.

Ligia había montado una pequeña fogata con ayuda de sus poderes para asar el salmón, cuando sus guerreras llegaron el salmón estaba casi listo. Todas vestían de forma similar a su reina y portaban sus características armas. Se sentaron alrededor del fuego y se fueron repartiendo el salmón, aún quedaba largo rato hasta la salida del sol. Cuando terminaron con el desayuno, una de ellas apagó la fogata mientras el resto se preparaba. Casi como si de una señal invisible se tratara, todas empezaron a luchar entre sí, como en una danza perfectamente organizada. Pero esa perfecta organización caótica pronto empezó a cambiar, derivando en una lucha aparentemente muy desigual, pues poco a poco todas se volvían en contra de Ligia, quien las desarmaba y vencía sin mayor dificultad, ningún filo rozaba su piel, ni siquiera la más fina pluma de una flecha, poco a poco las contrincantes fueron cayendo, hasta solo quedar Ligia, Ondina y Lorelei. Estas dos últimas decidieron unirse, Ligia luchaba con dos espadas, estaba encerrada entre sus dos contrincantes, pero pudo ver una salida, pateó con fuerza el abdomen de Ondina, haciendo que se tambaleara, dándole tiempo a desarmarla, solo quedaba Lorelei, ambas se miraban con amplias sonrisas en el rostro, sabía que con ella no sería tan fácil. Lorelei arremetía con fuerza pudiendo librarse de una de las espadas de Ligia, ahora estaban igualadas, Ligia acometió contra Lorelei, haciendo que esta retrocediera, aprovechó el espacio para agacharse y girar sobre sí misma, intentando patear los pies de Lorelei y desestabilizarla, pero ya lo había previsto. Ligia volvió a atacar con más fuerza, luchaban con todo su cuerpo, Lorelei movió rápidamente su espada para golpear el abdomen de Ligia, pero esta, con un rápido movimiento consiguió desarmarla al chocar el mango de la espada con su rodilla y salir despedida. Unos aplausos se escucharon al otro lado del descampado, cuatro cabezas observaban interesados por la lucha.

-Una lucha digna de las valkirias. – Hvitserk miraba a Ligia con una sonrisa a la cual ella le correspondió.

-Gracias.

-¿No tienes frío? – Ubbe se acercó a ella con la intención de ponerle una capa para taparla, pero ella lo rechazó.

-Yo no tengo frío. – Ligia miró seria a Ubbe para después dirigirse a sus guerreras, empezó a separarlas en grupos, cada uno lucharía con un hermano e irían rotando para cambiar, ya que cada grupo tenía un estilo diferente de lucha con lanza.

Ondina miró a ligia, pues le había tocado Ivar y debido a su condición no podía luchar con las lanzas normales, eran demasiado alargadas, Ligia caminó hasta las armas y tomó una lanza algo más corta y que podía dividirse, se la lanzó a Ondina, quien respondió asintiendo con la cabeza.

The soul of the seaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora