Cuento dedicado a MarbellaAnimas quien amó el escrito, o eso me hizo creer. 😛
☕
Estaba delante de él, observando sus ojos dulces de color caoba, tal y como era aquel café que sostenía en sus manos; tal y como era la mesa que quedaba justo como una barrera entre nosotros (aunque ésa no era la verdadera barrera); así como era toda la habitación de la cafetería, con millares de personas entorno nuestro.
Él no me observaba, no sabía que estaba ahí, delante de él. Sólo observaba su café, con la mirada baja y la carga del sentir sobre sus hombros. Sus ojos comenzaron a inyectarse de sangre, provocando un hueco en lo que sería mi pecho. Estaba pétrea delante de él. No podía moverme ni hablar. Quería decirle las dulces palabras que antes podía decirle. Tan siquiera un «todo mejorará» en vez del «te amo» que tanto anhelaba decir, que tanto desbordaba delante de él.
Pero ninguna palabra logró salir de mí, ningún susurro. Mi boca se mantuvo entreabierta, como si todo se hubiese congelado a mi alrededor y dentro de mí. Pero no era así porque las lágrimas, que inyectaron sus ojos de sangre, se disiparon en caer a los lados de la taza, en sus manos suaves, esas manos que adoraba acariciar.Deseaba con toda la impaciencia del mundo que levantara su cabizbaja cabeza y me observara. Que sus ojos se encontraran con los míos y me sonrieran como siempre. Que me hablara como solía hacerlo, que dejase de interponerse una fría barrera entre nosotros. Una barrera de hielo incapaz de verse pero sí de sentirse.
No se inmutó. No me observó por más plegarias que hiciera, no observó en la dirección donde estaba, parecía no sentirme.
—Por favor, mírame —logré rogar en voz alta después de millares de intentos fallidos.
Mikel soltó un áspero suspiro, negó con la cabeza tres veces seguidas, sin dejar de ver el interior de la taza, al café de color caoba que lucía tan apetitoso.
—Ojalá pudiera... —su oración quedó inconclusa, flotando en el aire. Cualquiera podría respirarla sin percatarse de la gran duda que era.
—Puedes, Mikel... si eso quieres, puedes verme —articulé las palabras como si pesaran una tonelada, observé al Mikel callado que tenía delante de mí. Cerró los ojos, en la misma posición de yace segundos atrás.
—¿Qué soy sin ti, Clara? ¿Qué hago en esta vida si tú no puedes permanecer más conmigo? ¿Qué se supone que deba hacer? ¿Olvidarte? ¿Desperdigar todo recuerdo vivo tuyo? Nunca, Clara, nunca, ¿me oyes?
Inmediatamente, antes de que pudiese decir algo más, y respondiendo a la última pregunta que murmuró al café, le susurré:
—Te escucho, Mikel, te oigo.
—Ojalá pudieras responder con certeza a lo que menciono —abrió sus ojos para observar su reflejo dentro del café—, pero no puedes, no más, no puedo escuchar tus palabrerías, ni las que sacudían mi corazón de felicidad, ni las que lo agitaban de enojo —en ese momento, alzó su rostro en mi dirección. Por primera vez en ese instante, me miraba, pero no me observaba—, no puedo escucharte; pero puedo lamentarte en esta y otras vidas.
—No hace falta todo eso —sentí un nudo en la garganta, que me daba el antojo de querer llorar, pero no podía—, siempre estaré contigo y para ti, Mikel, así ya no podamos estar juntos en cuerpo.
Mikel guardó silencio y por un momento me sentí escuchada. Sentí que Mikel escuchaba todo lo que le comentaba, aunque no era así. Era oídos sordos a mis palabras y frases que escudriñaban mi cabeza.
ESTÁS LEYENDO
Café caoba
Short Story- Cuento - Un café es lo que necesitamos para disolver nuestros problemas; un lugar con café nos ayuda a superarlos.