La nada.

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Ese pequeño o largo espacio que nos separa, ese lugar a lo que me doy cuenta que vamos. Eso que no quiero que seamos pero que al parecer terminaremos siendo.

Y recuerdo cuando me decías -Nada, no me pasa nada- cuando al parecer te pasaba de todo y yo no lo notaba. Créeme que yo te quería por montones y lo seguiré haciendo. Te esperaré ahora y mañana, te esperaré todo el tiempo que sea necesario.

Comenzamos siendo amigos, poco tiempo conocidos. Recuerdo que te veía y pensaba «En serio, aunque no llevemos nada conociéndonos te quiero mucho» y créeme que hasta el sol que sale en las mañanas y la luna que aparece en las noches, lo seguiré haciendo.

Desde que te ví, te miré, me miraste y mutuamente vivimos en pocos segundos una felicidad inmensa. En esos momentos cada uno vivía por su lado, siendo nada más que amigos con un profundo cariño, tú por tu lado y yo por el mío. Se que suena redundante, pero no olvido tu risa quisquillosa que me hacía reír más a mí.

Esos momentos donde discutíamos y me decías -Bueno, si no quieres que te diga algo simplemente no me reproches nada- y yo como todo un estúpido te seguía la corriente. Esos momentos donde nos gritabamos por estupideces diciendo -Estupido/a, aléjate- pero por dentro pensando «No te apartes ni por un segundo»

Desahogo profundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora