III

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Darcy monto su mejor corcel y detrás le seguían dos lacayos armados en su lujoso carruaje para viajar, le tomo menos de medio día llegar a Meryton desde Londres, llegando a Netherfield justo antes del almuerzo. Charles Bingley le dio la bienvenida a su amigo con entusiasmo y buen humor.

Darcy conoció a Bingley en Cambridge. Lo conoció en su último año en la Universidad, ese año asistió sin su primo, Richard Fitzwilliam, quien se había graduado el año anterior y se había unido al Ejército.
A Darcy le faltaba la camaradería y facilidad de palabra de Richard y pensaba cuánto tiempo pasaría el año solo con la compañía de sus compañeros, que eran más conocidos que amigos, le resultaba casi imposible poder confiar en alguien.
Su timidez innata, su semblante arrogante y orgulloso, junto con la necesidad de mantener en privado sus actividades nocturnas, mantenía a la mayoría de las personas a distancia.
Así que cuando Bingley se le acercó sin temor hacia su persona como la mayoría, para recibir instrucciones mientras cruzaba el patio del campus por ser su primer año, fue amable sin escrúpulos y humilde, a Darcy le agrado en un instante.

El humor seco ocasional, su altivez, desconfianza, oscuro pasado y prácticas de Darcy fueron contrarrestados por la alegría y las bromas fáciles de Bingley.
Charles parecía disfrutar de su compañía sin querer nada a cambio, salvo consejos ocasionales. También aceptaba la soledad de Darcy, sus silencios, incluso sus arrogantes desplantes, nunca cuestionó a dónde se iba cuando desaparecía ciertas noches.

Su amistad creció lentamente con el tiempo. Darcy se graduó y partió para su Grand Tour, donde dio rienda suelta a sus desviadas y placenteras prácticas.
Poco después de regresar a Inglaterra, el padre de Darcy falleció y se sumergió en la administración de Pemberley, así como en la gestión de sus múltiples inversiones.
Para su sorpresa, Darcy descubrió que disfrutaba los aspectos comerciales de la finca y que tenía una habilidad especial para encontrar y aprovechar sus inversiones.

El cuidado de su hermana, la protección de Pemberley, y sus habitantes eran su mayor orgullo y su principal responsabilidad, Darcy era tan hábil, lo cual se debía a su disciplina, frialdad en los negocios y acertadas decisiones, que estaba ganando más de sus otras propiedades, negocios e inversiones multiplicando sus ingresos a casi veinte mil libras anuales.

Esto lo llevó de vuelta a Bingley. Aunque el padre de Bingley quería que se convirtiera en un respetable caballero de campo, creció viendo a su padre crear y administrar varios negocios en la capital, a Charles le fascinaba, se adapta sin titubeo a la vida nocturna londinense, el tenía un espíritu alegre, sin embargo no era simplemente una figura social y derrochadora, Bingley también tenía un papel muy activo en el manejo de su herencia.

Por esa razón Darcy y Bingley disfrutaron intercambiando ideas comerciales entre ellos. Su amistad les permitió compadecerse de sus fallas y celebrar sus éxitos sin celos comunes.

Esa fue otra razón por la que Bingley solo estaba arrendando una finca; quería aprender todo lo que pudiera sobre sus potenciales cualidades y dificultades antes de comprometerse a vender casi la mayoría de sus negocios para financiar la compra de un patrimonio adecuado. Tal vez una finca parecida al menos a la mitad que la deslumbrante Pemberley.

Darcy no tenía nada más que respeto por las intenciones de Bingley, por esa razón se comprometió a ayudarlo y a guiarlo en sus esfuerzos iniciales.

Darcy incluso estaba dispuesto a estar en compañía de las dos hermanas de Bingley, Louise y Caroline. Ellos personificaban todo lo que Darcy odiaba de la sociedad de Londres: incongruencia, engaños y superficialidad.

El estado de casada de Louise y su indolencia natural la hicieron fácil de ignorar, pero las ambiciones sociales, aires de grandeza y escalada social de la hermana menor, junto con su descarado flirteo y falta de sentido, la convirtieron en una dolorosa espina en su costado, literalmente.

Darcy detestaba las prácticas poco discretas, y descaro que las damas implementaban al tratar de llamar su atención, si bien algunas mujeres casadas, dispuestas e insatisfechas en su vida conyugal le otorgaron su propia satisfacción sexual y gozaron juntos tiempo de insano e insaciable placer en sus años de juventud.
La mayoría de las damas solo veía en el su fortuna y posición social, el estaba para elegir, y no para ser elegido.
La falta de sinceridad de Caroline y las insinuaciones descaradas que solían ser susurradas en el oído de Darcy, le resultaban intolerables, mientras se aferraba a su brazo. Ella sabía que no debía tocarle el cuello y la espalda, pero su cercanía era suficiente para que se sintiera extremadamente incómodo e incluso nervioso.
Las constantes estupideces, y descarado lenguaje corporal por su atención, solo sirvieron para hacer que aumentara su rechazó, pensaba seriamente en no verse en la necesidad de considerar a esa mujer para una mínima intervención en sus prácticas más ocultas, no podía negar que ella era tolerablemente atractiva, cumplía modestamente y en cierta manera con su establecido perfil de sumisa, tal ves con un bozal, daría rienda suelta a sus bajos instintos en una noche de incontrolable "urgencia", y sin más damas como opción.
Podía asegurar que ella no objetaría en lo absoluto, sabía que esa mujer detrás de su fachada de correcta dama y falsa modestia, ocultaba una yegua que deseaba ser domada... y pedía a gritos que el fuera quien la montará sin contemplaciones.
Sin embargo Darcy aprendió a no estar en la misma habitación con Caroline a menos que Bingley estuviera presente o en su defecto fuera justamente necesario.5

"Sr. Darcy, es usted un inigualable hombre y amigo, gracias por venir hasta aquí para visitarnos.
Le damos la bienvenida, nos sentimos privilegiados de contar con alguien de su alcurnia, con altos valores y apego a las buenas costumbres, sabe usted sin duda que me complace su presencia aquí."
Esto fue pronunciado por Caroline, quien estaba de pie justo detrás de Bingley, para saludarlo.
Antes de que él se levantara de su arco, Caroline tenía sus brazos envueltos alrededor de Darcy y lo estaba arrastrando hacia el pasillo. "Llegas justo a tiempo para el almuerzo, lo tuteo. Estábamos en camino cuando llegaste.
Estoy segura de que tendremos algo aquí para satisfacer tu grande, exigente y variado apetito." La última declaración fue murmurada justo fuera de la vista de los otros residentes de Netherfield, Darcy pacientemente mostró sus tolerables rasgos para mantener la calma y reprimir su aversión.

El almuerzo fue un asunto predeciblemente aburrido, Caroline no permitió que nadie hablara de negocios dentro de su compañía.
Quería distanciarse de la mancha del comercio y darse aires de riqueza y conexiones. Ella estaba recordando su última velada en Londres cuando Bingley intervino.

"Darcy, olvidé mencionarte que me he comprometido a asistir a la asamblea de Meryton esta noche".

Darcy gimió. "Bingley, sabes cómo detesto esas celebraciones, aún más las pueblerinas. Además, estaba esperando un momento agradable y tranquilo en la biblioteca después de mi viaje de hoy".

"Deja de ser un hombre tan amargado Darcy, te comportas como un viejo. Si vamos a pasar un tiempo aquí, qué mejor manera de conocer a nuestros vecinos. Ya conocí a algunos y descubrí que son todos sinceros y serviciales".

Caroline interrumpió: "Estoy completamente de acuerdo con usted, Sr. Darcy. No veo bien asociarme con estos humildes escuderos de campo y sus familias ordinarias y groseras.
De hecho, estaba pensando en quedarme en casa con un buen libro, podría hacerle compañía".5

Darcy miró a Bingley fastidiado y con claro pánico. "Pensándolo bien, sería una buena idea conocer el terreno y sus habitantes. La política y la economía locales tienen un gran impacto en las propiedades circundantes"
"Y no tengo mayor urgencia por montar... pensó"

Sonriendo, Bingley estuvo totalmente de acuerdo.

Profligate & Proclivities - Orgullo y Prejuicio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora