El miércoles Paula aún seguía indignándose por el no-beso. Cuando la protagonista le había contado la tarde del domingo el lunes en el coche mientras iban a la hípica a la chica casi se le sale el coche de la carretera cuando le dijo que no se habían besado.
En cuanto había conseguido volver a poner recto el coche había afirmado rotundamente que si, que su amiga era homosexual. Y además de homosexual tonta. ¿Para qué tiene una cita con un chico al que no va a besar?
Cada vez que hablaban del tema la conversación era muy similar:
-Guillermo... ¿cómo pudiste tener una cita con Guillermo y no besar a Guillermo?
-No fue una cita.
-Si lo fue. Una cita extraña en donde os disparabais pero él no tiene culpa, es que tú nunca has sido normal.
*Suspiro exasperado de Carolina*
-¿Por qué no podemos quedar solo como amigos?
-¡Por qué es Guillermo!
Y así dos o tres veces al día, cada vez que Paula fruncía el ceño o suspiraba o refunfuñaba y la otra le preguntaba que le pasaba tenían esa conversación. Incluso de vez en cuando se acercaba y lo soltaba sin más.
Llevaban dos días ya de campamentos. La rutina era sencilla: la mayor iba a buscarla al pueblo a las ocho de la mañana para que estuvieran pronto en la hípica y pudieran prepararlo todo antes de que se levantaran los niños, cosa que sucedía a las nueve. Se pasaban el día con los niños hasta la cena cuando la mayor llevaba a su amiga en coche a su casa.
Aquella primera semana solo tenían a seis niños en el campamento, así que se encargaban principalmente ellas dos solas excepto las clases de equitación que lo hacían los padres y la cocina que la comida la hacía la abuela.
Pero controlar a los niños y jugar con ellos era trabajo de las dos muchachas que también tenían que encargarse de todo lo relacionado con los caballos. No sabían que iban a hacer cuando hubiera más críos a los que cuidar.
Todas las mañanas despertaban a los niños y les llevaban al comedor para desayunar, allí se encargaban los padres de vigilar y la abuela de servir la comida mientras las dos chicas preparaban a los caballos y la actividad.
El miércoles Paula tenía algo especial en mente y en cuanto los acampados comenzaron a servirse la leche arrastró a su amiga hasta su cuarto. Buscó en el armario durante un rato mientras tiraba la ropa que quería en cuanto la encontraba.
Le hizo ponerse a Carolina una camisa a cuadros y unos tejanos mientras ella llevaba una falda vaquera y una camiseta por dentro de la misma donde decía: "Yiha" y aparecía una amazona montando a caballo.
-No, así no- le corrigió la rubia. Se acercó a ella y le desabrochó los últimos botones para atarle ambas partes más arriba y que enseñara el ombligo. Acto seguido se apartó un paso y contempló su obra pensativa-. Hazte trenzas.
-¿Por qué te gusta tanto disfrazarme?- preguntó Carolina mientras obedecía.
-Porque a ti no te gusta. Y tus caras de fastidio son muy divertidas- respondió colocándose un sombrero vaquero- ¿qué tal estoy?
-Como para pegarte un puñetazo.
-¿Mejor sin espuelas?
-Quítatelas si quieres pero hasta que yo no me quite todo esto voy a seguir con impulsos asesinos si no te importa- comentó terminando su peinado.
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La felicidad no tiene nombre.
RomantizmPasar el verano en un pueblo donde la media de edad pasa de los 40 años no es, ni por asomo, un buen plan para una chica de 17 años. Con lo que Carolina no contaba era que todas las vacaciones tienen sus sorpresas.