IV - "Las barreras que nos protegen son las primeras que tumbamos"

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El desespero corría por sus venas y la maldita puerta no quería ceder, Frank sentía que estaba justo detrás de esa puerta, pero el cabrón metal no quería ceder y la fiebre no paraba de atormentarlo. Solo necesitaba salir de la maldita habitación y estaba convencido de que David había hecho algo para que se jodiera ahí dentro hasta que la mañana tocara a la puerta, sin embargo Frank no quería esperar hasta que al sol le diese la perra gana de aparecer. Él necesitaba salir y lo necesitaba inmediatamente.

― ¡Mathew! ―el nombre del devoto abogado salía de su boca de una forma completamente anormal, no obstante a Frank no le importaba un carajo lo que saliera de su boca siempre y cuando saliera de esa condenada habitación y... ¿Y? Frank se detuvo por muy poco, lo que su cuerpo le permitió antes de obligarle a moler sus nudillos nuevamente contra la puerta.

Frank Castle necesitaba desesperadamente a Matthew, tanto que lo sentía como si jamás hubiese necesitado algo antes y esta fuese la primera vez, quizás era por culpa de la atronadora fiebre que lo enloquecía cada vez más, sin embargo, no sentía a esa fiebre como un agente externo e irreconocible; como una excusa.

¿Excusa para qué?, no lo entendía.

Frank intentó pedirle a David que abriese la maldita puerta de una vez antes de que considerara meterle una bala en cada ojo, pero de su boca no salió otra cosa que no fuera el nombre de ese abogado molestamente santo que trataba de ayudarlo pese a toda la mierda; pese a que trataba de ayudarlo a él: El genocida loco y despiadado, el que colgó a los miembros de un cartel como si fuesen reses próximas a cocinarse y consumirse. Castle no supo cuando fue que la puerta finalmente cedió sino hasta que se vio a si mismo reflejado en los portátiles apagados de David. Ni pista de ese malnacido por toda su madriguera solo un metálico olor fuerte que a pesar de ser fuerte no le hizo torcer la nariz, ya estaba acostumbrado de sobra a ese olor. Pasos pesados resonaron por el piso de cemento de la madriguera hacia él.

―Rojo...

―Frank...

Rojo se veía gravemente herido e inconsciente de lo que pasaba a su alrededor, como si realmente no fuese él, y aun así caminaba hacia Castle como si supera claramente donde estaba y que no existía nada peligroso a su alrededor... aunque con Frank eso siempre sobrara. El castigador no tardó ni un segundo en acercarse al pelirrojo, lo hizo sin pensar en la dañina atmósfera que Matt irradiaba, sin interesarle que hubiese hecho para estar con ese aspecto tan aterrador; quería tenerlo y no dejarlo nunca. El cuerpo del monaguillo se sintió tan rígido al momento de abrazarle que Frank no evitó suspirar de gusto cuando él se relajó bajo su toque.

Para Matthew fue como lo que le sigue a una pesadilla, aun sin despertar y sintiendo que los sueños de alguna manera se tornan más amables al estar acompasados con la presencia de su querido psicópata, eso casi se sintió correcto, como si no se hubiese enfrentado a Maya para llegar a ese punto.

― ¿Quién te ha hecho esto? ―se escuchó preguntarle a Matt, su voz fue un murmullo que no hubiese sido oído si el pelirrojo no se hubiera escondido en su cuello.

―No te lo voy a decir ―eso fue lo que le dijo Matt tratando de dar por finalizado su pequeño intento de iniciar una conversación para luego besarlo con toda ansia y acariciar la extensión de su espalda con aquellos dedos empeguntados de sangre que de vez en cuando temblaban. Frank se dejó distraer por breves momentos al concentrarse en la divina suavidad de los labios del pelirrojo: Tan suaves, tan dulces y tan correctos.

―Dime qué haces aquí ―Castle enserio intentó obtener una mínima conversación aun sin saber por qué le interesaba hacerlo en primer lugar, pero Matthew se veía reacio a ignorarlo y dejarse perder por un buen rato― ¿cómo llegaste?

AFIEBRADOS [Fratt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora