Feel me

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Swan sentía sus manos trémulas y su corazón acelerado mientras caminaba en dirección a la morena. Se colocó frente a Regina, que permanecía sentada en el borde de la cama. Con la boca entreabierta, la mayor fijó su mirada, que ya hervía de deseo, en los verdes de Emma. Pasó levemente los dedos por la cinturilla de los pantalones de pijama de la rubia, que ahora ya tenía la respiración acelerada por completo. Se levantó, enroscado sus dedos en los rizos rubios de Emma.

—Sienta— pidió suavemente y Emma lo hizo, sentándose en la cama.

Regina, detrás de la rubia, recogió su cabello en una alta cola de caballo, dejando su cuello y nuca expuestos. La morena rozó sus labios en los hombros de Swan aún cubiertos por la tela y siguió hacia el lóbulo de la oreja, donde depositó besos y ligeros mordiscos, escuchando cómo la más joven jadeaba.

Emma cerraba los ojos y se mordía los labios con más fuerza a cada segundo que sentía la boca helada y suave de Regina en su piel caliente. Con una mano, la morena tiró suavemente del cabello rubio hacia atrás, para a continuación morder la nuca. Swan apretó sus piernas para aliviar el incontrolable deseo de tener a Regina en aquel momento.

Mills se puso de nuevo frente a la rubia, que ahora paseaba su mirada por todo el cuerpo de la morena. Sonriendo maliciosa, Regina la levantó y comenzó un beso lento que, en pocos segundos, ganó más intensidad. La mayor agarró con fuerza la cintura de Emma, guiándola hacia la pared más cercana, donde la acorraló mientras distribuía mordidas por todo su cuello.

Emma, por su parte, descendió las manos, intentando deshacer el sencillo nudo de la bata de seda de Regina, pero falló miserablemente, pues la morena se lo impidió.

—¿Crees que será así de fácil, señorita Swan?— dijo jadeante al interrumpir el beso.

Regina separó las piernas de la rubia, encajando y presionando la suya allí, contra su vagina, que ya palpitaba.

—Esto es tortura, Regina—dijo mientras imploraba por más contacto con la morena.

—Lo sé—dijo con una sonrisa maliciosa en el rostro —Quítate esa ropa para mí— pidió la morena con la voz tomada apartándose un poco y sentándose de nuevo en la cama.

Un poco desconcertada, Emma se colocó una vez más frente a Regina y se quitó sin vacilar la blusa. La morena sonrió al ver que la joven ya estaba sin sujetador y se mordió el labio inferior al mirar sus senos totalmente expuestos. Los latidos en su intimidad ya habían comenzado a aparecer antes incluso de que Swan se quitara los pantalones que aún mantenía en su cuerpo, obligándose entonces a cruzar las piernas y respirar hondo. Al percibir esto, Emma sonrió y se pasó la lengua por sus labios mientras se retiraba la última prenda de ropa, quedando apenas con unas sencillas bragas blancas.

—¿Le gusta lo que ve, señorita Mills?— preguntó provocativa acercándose a la morena cuya mandíbula estaba por los suelos y sus ojos ardiendo de deseo.

En un solo movimiento y sin responder a la provocación, Regina agarró a la joven por la cintura y la tiró sobre la cama, haciendo que su espalda chocara contra el colchón y las finas sábanas. La mayor reptó a cuatro patas por encima de la rubia, quien tenía los ojos más brillantes del mundo. Volvió a apoderarse de los labios que tanto le gustaban, comenzando enseguida un juego de lenguas. Dejó un sendero de besos y mordiscos por el cuello y la nuca de Emma al mismo tiempo que amenazaba con llevar sus manos a uno de los pechos de la rubia, pasándola suavemente por el espacio entre ellos.

—Regina...—Emma susurró al sentir que la boca de la morena estaba cada vez más cerca de su pecho. A cada segundo que pasaba, ambas tenían la certeza de cuánto se querían la una a la otra con la mayor intensidad del mundo.

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