Un delicado sonido anunció el final de la clase. Todos los alumnos cerraban las libretas en las que habían anotado lo más importante dicho por el maestro, Gabriel Agreste. Pero Marinette, en cambio, no volvió a abrir su cuaderno después de asustarse al verlo.
Pasó básicamente toda la clase mirándolo. Lo veía moverse de lado a lado, con el gis en la mano y sus manos, tan ágiles como delgadas, hacían hermosos trazos de partes del cuerpo humano, junto con algunas palabras que el profesor creía que eran importantes. Marinette entendió ante su caligrafía que era demasiado perfeccionista, pues su letra, cursiva pero perfectamente recta, le parecía imposible de escribir. Escribía tan bien que llegí a creer que había estado practicando, pero luego desechó la idea.
Estaba emocionada por empezar la universidad. Marinette se sentía realizada, pero a la vez, sorprendida por las vueltas que daba la vida, sobretodo teniendo a quien llegó a considerar su ídolo profesional durante su adolescencia enfrente de ella dándole clases. Bueno, a ella y a todo el resto de sus compañeros de clase.
La clases eran realmente interesantes. Tenía materias que le enseñaban desde la historia de la ropa hasta una materia que le permitía aprender sobre la anatomía humana, rozando muy suavemente con algunos conocimientos de medicina, todo con el único fin de aprender sobre las dimensiones del cuerpo humano. Suposo que eso le ayudaría después con las materias de corte y confección que vería más adelante.
Pero no podía concentrarse en eso. Tenía demasiadas dudas.
Cuando todos salieron, dispuestos a caminar hacia el próximo salón de clases, Marinette aún seguía sentada. Gabriel, desinteresado y sin haberse dado cuenta de la mirada fija de aquella jovencita sobre de él que había durado casi dos horas, agarró sus cosas y se dispuso a irse; entonces, Marinette reaccionó, tomando su mochila y su libreta, corriendo con prisa detrás del mayor.
—¡Disculpe, señor Agreste!— gritaba ella, intentando llamar la atención de su ahora profesor, lográndolo con facilidad. Gabriel se detuvo y se giró sobre sí, mirándola con aquellos ojos azules que no expresaban nada, pero que parecían una puerta sellada con un candado. O eso pensó ella.
—¿Sí?— Gabriel alzaba una ceja mientras decía eso, admirando como su alumna, de quien no conocia nombre pero claramente no le importaba tampoco, quedaba petrificada. Esperó a que ella pudiera volver en sí, lo cual no duró más de un minuto.
—Disculpe, señor Agreste...—
—Profesor Agreste— interrumpió él, con su voz autoritaria y seria, fuerte.
—Perdón... Profesor Agreste. Solo quería decirle que sus diseños son increíble. ¡Fui compañera de Adrien, su hijo, en los ciclos de educación superior!— Exclamaba la fémina con emoción, tomando su libreta con ambas manos, pegándola a su pecho.
—Ah, ya veo. También eres exalumna del colegio François Dupont entonces—
—Así es, profesor Agreste. Estoy encantada con que pueda compartirnos sus conocimientos— decía la jovencita, sonriéndole ampliamente, dejando ver su blanca y bien acomodada dentadura.
Entonces, el profesor solo le respondió con una sonrisa no tan cálida, se dio la vuelta y se fue sin despedirse. Marinette se quedó ahí, y gracias a eso, se percató del delicioso aroma que desprendía el hombre en su caminar. Olía a un perfume carísimo, porque su olfato detectaba algo amaderado, suave, pero a la vez atractivo...
... sensual.
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Marinette llegaba a su hogar con tanta energía que su padre se desconcentró y dejó pasar unos segundos más los macarrones que tenía a punto de terminar de prepararse.
Su madre, entonces, rió de la distracción de su esposo y lo abrazó. Eran una pareja muy feliz, se habían jurado amor eterno y así había sido, y parecía que sería así por siempre.
Marinette se encerró en su habitación. Se mordió el labio, y tirando su mochila al suelo, sacó el celular de su bolsillo, llamando a Alya con el corazón acelerado, mientras se sentaba en su cama, quitándose los zapatos para mayor comodidad.
—¿Hola?— se escuchó la voz de la morena detrás del otro lado de la línea, haciendo que Marinette sintiera un cosquilleo en la garganta
—Hola, Alya, ¿cómo estás?— Marinette estaba nerviosa. Tenía muchas dudas, y sabía perfectamente quién podía ayudarla a encontrar respuestas.
—¡Estoy de maravilla! ¿Cómo fue tu primer día en el mundo del diseño de modas, eh? ¿Cómo? ¡Creí que no me llamarías nunca, Marinette!—
—Estuvo muy bien, Alya... aunque pasó algo demasiado raro. Tengo un profesor que además de ser nuevo en el colegio, es muy llamativo—
—¿Cómo?—
—Bueno, tengo de profesor a Gabriel Agreste. ¡Gabriel! ¡El padre de Adrien!— aunque la voz de la jovencita se alzaba, sus pies se juntaban con fuerza. Era demasiado curioso como para siquiera hablarlo pensado.
—¡¿En serio?! ¡Qué raro! Quizás por ser tan buen diseñador, la universidad lo invitó a dar clases. Pero es curioso, ¿no? debería estar muy ocupado, la Fashion Week de París en dentro de un par de meses... O algo así me habías dicho, ¿no?—
Marinette asintió con la cabeza a la vez que daba un sonido con la garganta para indicar que estaba en lo correcto.
—¿Por qué estaría dando clases? Yo también supuse eso...—
—Marinette, ¿acaso quieres que investigue?— Alya, del otro lado, comenzó a reír con delicadeza.
—Por favor, Alya—
—Será un placer, querida. Al rato le preguntaré a Nino— susurraba con la voz tan amena, pacífica.
Alya siempre había sido un refugio para Marinette. Era su mejor amiga, su confidente, un alma buena en la que creía ciegamente.
—Gracias, Alya. Ahora te dejo, tengo algo de tarea—
Y tras dicho eso, se despidieron con efusividad y terminaron la llamada.
Marinette puso su celular a cargar la batería, mientras ella sacaba su cuaderno y se sentaba delante de la computadora, empezando a investigar acerca de sus primeras tareas. Veía algún que otro video para distraerse en lo que leía, escribiendo notas, algún que otro pequeño papel adhesivo para no olvidar preguntas que le surgieron. Cuando entonces, se le ocurrió una idea.
Abrió el buscador de internet, buscando, entonces, "Agreste", esperando encontrarse con alguna página de internet donde pudiera hacer compras en línea, pero no. Le apareció una o dos noticias locales que advertían un problema legal que tuvo la marca de ropa parisina. Marinette no entendía de términos legales, así que cerró la pestaña y volvió a sus tareas.
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"Especial" ; {Gabrinette - Gabriel x Marinette}
FanfikceTras algunos acontecimientos desastrosos que ignoraba, Marinette había comenzado la universidad, especializándose en diseño de modas como siempre lo había soñado. Entre aquellos pasos de la vida que no tenía ni idea de que habían sucedido, estaba l...