Un bip-bip constante es lo primero de lo que puedo percatarme al despertar. Pero, sé que no estoy despierta del todo y tal vez esté dentro de una pesadilla. Una de esas en las que quieres abrir los ojos y no puedes, tal y como en aquellas en las que deseas correr pero tus piernas están estancadas.
Sin embargo, sé que esto no es un sueño o una pesadilla por un par de simples razones:
La primera es que, llegan a mi mente imágenes de lo sucedido. Llegan como flashbacks y desaparecen rápidamente. Imágenes de tan solo un segundo o dos. Todo es confuso al inicio y conforme pasan los segundos, todo vuelve a reacomodarse y tomar sentido. Comienzo a ponerme furiosa y un gran nudo obstruye mi garganta. Dejo de pensar en ello, cuando la segunda razón que me hace saber que ésta es mi realidad, hace acto de presencia.
El dolor.
Mi costado duele, al igual que mi cabeza y mi brazo derecho. Siento mis miembros pesados y, al tratar de hacer algún movimiento, no puedo hacer nada. Me asusto al instante. Quiero dormir. Quiero eliminar el dolor, las malas y extrañas sensaciones.
Quiero salir de esto.
(. . .)
La segunda vez que despierto puedo abrir los ojos con facilidad. Repito el proceso de abrir los ojos un par de veces hasta que me acostumbro a la claridad de la habitación. ¿Por qué los hospitales siempre son tan... claros e iluminados?, ¿no se han puesto a pensar en cómo puede sentirse el paciente que acaba de despertar después de un largo periodo?
No me molesto en comerme la cabeza con las preguntas que probablemente me hubiera hecho de no ser por recordar absolutamente todo lo ocurrido. Solo respiro hondamente, casi escuchando el crujir de mis costillas con el suave movimiento de mis pulmones. Escucho los movimientos de alguien a mi lado izquierdo pero no puedo girar mi cuello para mirar quien causa esos ruidos. Estoy casi segura de que se trata de una enfermera. Y no me equivoco. La mujer me sonríe amablemente mientras presiona un botón cercano a la cama. Toma unas hojas, donde supongo que está explícita mi información sobre mi estado de salud y sale sin decir alguna otra palabra. Qué raro.
Después de que ella se aleja, una mujer mayor entra a la habitación y después de verificar mis signos vitales, toma una pequeña silla y la acerca, no puedo verla, pero escucho atenta cada ruido que ella hace.
— ¿Diane Fray? —pregunta la mujer con voz suave y amable.
— Sí. —respondo. Mi voz se escucha ronca pero no carraspeo porque temo que el dolor se intensifique. Ella suspira aliviada y hace unas anotaciones.
—Lo siento. Tus pertenencias quedaron regadas por la calle así que no nos fue sencillo identificarte hasta hace unos días, cuando alguien amablemente las trajo aquí. —asiento como puedo. ¿Unos días? ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Qué ha sucedido con exactitud? —Tranquila, ¿sí? No hagas algún movimiento que cause dolor o incomodidad, por el momento permaneces estable, pero habías perdido bastante sangre cuando llegaste aquí. ¿Quieres que llame a alguien pasa avisar que estás aquí? —ella puede leer la preocupación en mi semblante y antes de que pueda volver a hablar, ella interrumpe. —Tu teléfono quedo hecho trizas y se nos ha hecho imposible comunicarnos con algún familiar para informarle acerca de tu estado de salud. Lo sentimos. —vuelvo a asentir y hago una mueca cuando un dolor intenso amenaza con hacerme llorar. Pienso en el único par de números telefónicos que extrañamente se han grabado en mi memoria. El primero es el de Jacob, pero no pienso preocuparle y hacerlo venir hasta acá por esto cuando él posiblemente está atendiendo asuntos importantes.
—Bueno. —respondo lentamente. —Hay alguien a quien podrían llamar. ¿Tiene que ser familiar congénito? —me pone nerviosa tener que llamar a mamá. Por lo tanto, mis opciones están entre Harry y Niall. Ella me explica que no hay ningún problema con que no lo sea ya que soy mayor de edad y después de dictarle el número, ella se aleja, prometiendo que en el próximo horario de visitas esa persona llegará.
Solo espero que no le llame a Niall.
No tengo en claro cuál de los dos números le di.
(. . .)
—No puedo creerlo Fray, esto es peor que verte con el cabello anaranjado. —se burla Harry al entrar a la habitación. Sé que detrás de ese tono de burla hay mucha preocupación y que trata de bromear al respecto para alivianar la situación.
—Oh pues, gracias. —digo, aún con mi voz rasposa. Harry toma asiento a mi lado. Pero, antes de que lo haga, me puedo percatar de los grandes círculos oscuros que hay debajo de sus ojos e inmediatamente me siento mal por ello. Ambos permanecemos en silencio y sé que detrás de ese incomodo silencio, el rizado analiza la situación o por lo menos, trata de asimilar lo que me ocurrió observando mis golpes.
—Niall ha llamado como un millón de veces a mi teléfono, preguntando por ti. Parecía realmente interesado por saber si estabas enfadado con él. —suelta. No sé porque no me sorprendo. Cierro los ojos y asiento. —Yo me puse como loco al saber que él no sabía absolutamente nada de ti, pero imaginé que habías encontrado a alguna vieja amistad o algo, porque siempre llamas cuando algo va mal. Una semana y media fuera de casa fueron suficientes para preocuparme mucho y cuando estaba a punto de llamar a tu madre, una enfermera llamó y me contó todo. No dudé ni un segundo en correr hasta acá. —asiento nuevamente, asimilando un nuevo trozo de información que nadie se había tomado la molestia de dar antes. Estoy aquí desde hace semana y media. Ahora puedo atribuir un poco de eso al intenso dolor que recorre mi cuerpo. —La doctora que está atendiéndote me contó más o menos lo sucedido. ¡¿Qué rayos haces metiéndote a media calle en medio del tráfico?! —exclama.
—No me fije por donde iba. —admito avergonzada y sueno como una niña tonta. El dolor y todas las emociones mezcladas después de lo sucedido con Niall me cegaron por completo. Harry bufa, desechando por completo mi explicación. —Es cierto. —me defiendo. —Solamente iba caminando porque quería llegar a casa y no me percaté del tráfico.
— ¡Pero cualquiera se daría cuenta de que hay que esperar para cruzar!, ¿nunca asististe al preescolar? —dice en tono duro. Cierro los ojos, una vez más y asiento mientras las lágrimas comienzan a derramarse. ¿Por qué me he convertido en una llorona últimamente? No abro los ojos, todo comienza a girar y siento que vomitaré en cualquier momento mis últimos alimentos de esta mañana. Una insípida avena y galletas integrales. —Diane... yo lo siento... no quería...
—No, está bien. Tienes razón, debí fijarme, lo siento. Soy una idiota.
—Sí, lo eres. —confirma y casi puedo escuchar su sonrisa. —Si soy el único que ha venido, ¿supongo que soy la única persona enterada del accidente?
—Así es.
— ¿Tengo que llamar a alguien?, ¿a tu madre?, ¿a Jacob?, ¿Niall? —cuestiona. Hay una simple razón por la que no decidí anunciar a ninguno de ellos cuando la enfermera me dio la opción. Me da vergüenza admitir que por descuido yo misma ocasioné esto. No quiero preocuparlos y sobretodo no quiero escuchar un sermón peor que él que sé que me darán cuando se enteren en algún futuro.
—No. A nadie.
— ¿Segura que no quieres que le avise a Niall?, no deja de llamarme a diario. ¿Ocurrió algo entre ustedes? —pregunta. Lo imagino levantando una de sus cejas. Abro mis ojos y hago un esfuerzo por localizarlo aún con mi disminuido campo de visión.
—Sólo te pido que no le comentes nada a Niall, por favor. —No quiero que le cuentes y la culpa le invada. Pienso. —Yo hablaré con él cuando esté recuperada, dame tiempo.
—Está bien, pero tienes que contarle porque desapareciste tanto tiempo. —asiento. —Entonces... ¿Qué quieres hacer durante la próxima hora?