Amor y oscuridad

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Seiya trataba de concentrase en las notas que tocaba en su guitarra, pero la ansiedad que experimentaba era demasiado fuerte para poner atención en cualquier otra cosa.

Cuando solicitó permiso a la princesa Kakyuu para visitar a Usagi en la Tierra pensó que con tan solo verla feliz bastaría. Pero la pasión tan grande que la princesa de la luna despertaba en sus adentros era tanta que estaba llegando a su límite.

Lo que más lo ponía sensible es que Usagi no era ajena a lo que Seiya sentía, en varias ocasiones cuando encontraba oportunidad de hacerlo, la tomaba por el brazo y la acercaba sin reparo a su cuerpo. Podía notar como no le desagradaba el contacto porque realmente no hacía nada para evitarlo ni tampoco para terminar el momento.

Sólo le decía un torpe: ¿Vamos Seiya a qué estás jugando ahora?

Después de que casi avienta la guitarra al suelo decidió que era momento de salir a caminar un rato. La ansiedad mermaba un poco cuando salía a caminar. Pero esta ocasión parecía no ser tan efectivo.

Se sentía acalorado, su corazón latía más de lo normal, sentía una punzada enclavada en su pecho como si de un hierro al rojo vivo se tratara. A cada latido aparecía una imagen, un sonido, un recuerdo de Usagi.

-¿Cuándo lograré apagar este fuego que me come las entrañas? –Se dijo mientras poco a poco comenzó a acelerar el paso que ahora ya era un trote intenso.

Al día siguiente pasó por la escuela de las chicas, pero casi pasa desapercibido por ellas, estaban muy concentradas leyendo algo.
-Hola, chicas, ¿qué pasa? ¿qué leen con tanta atención?
-¿No sabes?- preguntó Mina
-¿Qué cosa?
Le mostraron lo que leían y era un periódico, hablaba sobre unos casos recientes de asesinatos de jóvenes parejas. Seiya lo observó indiferente.
-Ah eso, si ya había visto algo en las noticias.

El resto de la tarde la pasaron amenamente, fueron a comer y más tarde se trasladaron a una cafetería. Seiya como siempre se encontraba sentado a un lado de Usagi, ella resplandecía como siempre, la energía que fluía entre ambos era sorprendente.

Entonces al igual que siempre llegó Mamoru… al instante Usagi se ponía tensa y corrió a recibir a Mamoru. También como típicamente ocurría Seiya se disculpaba y se retiraba al instante.

Cada vez le costaba más lidiar con Mamoru.

Cerró los puños y se alejó rápidamente. Seiya no pudo notar que mientras se alejaba Usagi lo miraba con semblante triste.

Esa noche fue igual a las otras, Seiya estaba atravesando su peor temporada de insomnio, luego de un rato su cuerpo se sentía ansioso, entonces la risa de Usagi inundaba la habitación. Seiya temblaba sobre la suavidad de las sabanas. Quería tomarla, hacerla suya, besarla hasta quedar sin aliento. Estrecharla contra su cuerpo sintiendo toda la piel de Usagi. Hacerse uno con ella y escucharla estallar en placer.

En el momento más intenso de sus pensamientos llegó la oscuridad. "Cómo te gusta torturarte, ella nunca estará en tus brazos. No de la forma en que deseas.
Odango nunca dejará a Mamoru. Nunca podrás siquiera besarla. Menos poseerla".

Seiya sintió que por fin el sueño estaba haciendo presencia pero en realidad se sumergió en oscuridad. No podía ver nada pero sonidos similares a cuando nadas en lo profundo de una piscina lo rodeaban. El aroma que percibió lo hizo despertar sobresaltado.

Eran las nueve con treinta de la mañana. Seiya se encontraba cubierto de sudor.
-¿Mataku? (trad: Otra vez)

No era la primera vez que amanecía de esa forma. De hecho ya había perdido la cuenta.
Incluso había revisado por internet. Y lo más parecido que encontró eran los terrores nocturnos que padecen algunos niños. Aunque intentaba recordar qué clase de pesadilla era pero no, no quedaba recuerdo alguno.

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