Día 6: Ego || Prusia x Austria

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Prusia, de pie contra el escritorio fortuito que logró encontrar en la casa para arrastrar a Austria hasta allí y hacerlo callar a besos; embiste y embiste sin cansarse jamás. Al mirarlo con atención, recostado, con las piernas separadas, la piel brillante y sudada, los ojos vidriosos y la boca entreabierta, necesita sonreír con cierta autosuficiencia.

No tiene ningún tipo de reparo en reconocer que tiene un evidente problema de ego, aunque él insiste en que es inofensivo, y no hay situación alguna existente, ni en esa vida ni en la próxima, que se lo infle tanto como la que vive y disfruta en ese preciso instante.

Austria diciendo su nombre con esa sensualidad que tan fácilmente le sale.

Y embiste, embiste, embiste.

—Prusia...—gimotea él, mordiéndose el labio, arqueando la espalda, desesperándose entre calor y sudor.

El elogiado lo mira de nuevo, y sonríe más, pero por sobre todo, lo escucha.

Su ego florece imparablemente.

—Prusia... ¡Oh, Dios...!

Más fuerte, más profundo.

—¡Prusia...!

Sonríe de nuevo.

Pero no, piensa de pronto. Lo que le infla el ego no es que Austria diga su nombre. Es que Austria grite su nombre con absoluto éxtasis.

—Grita...

—¡Pero es que...!

—Grita, carajo; o te juro que te voy a castigar...

Austria se muerde el labio con fuerza.

Y el grito final, es su nombre destilando de los labios enrojecidos, de la sal de su sudor, de su mirada nublada.

En segundos él también se rinde, cayendo a cuerpo muerto sobre Austria.

Al sonreír, sigue convencido de que su problema de ego es inofensivo.

—261 palabras—

APH: Fictober 2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora