31.- AIMER MAL, CHÂTIER BIEN

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AMAR MAL, CASTIGAR BIEN

—¡Oye, Kun ge!

La luz del atardecer lo encandiló cuando buscó el rostro de SiCheng entre los rayos dorados, pero todo lo que encontró fue un puño cerrado que impactó con su rostro, empujándolo directamente al suelo.

Sin aliento y desorientado, fijó la mirada en las cañerías desnudas que goteaban sobre su cabeza, salpicando líquido frío en su piel caliente. Con su mano derecha se limpió la humedad de la frente y al alejarse vio la mancha oscura de la sangre cubriendo sus dedos.

Un nuevo golpe lo sacudió, pero esta vez impactando contra su pecho y quitándole el aliento con un gemido agudo. Echo un ovillo sobre la lona, intentó recuperar el aliento antes de un nuevo ataque, pero este llegó tan rápido que Kun apenas pudo reaccionar y cubrirse la cabeza.

Escuchó voces a su alrededor y una risa pesada que no pudo reconocer como propia, buscó en el sitio el origen de aquel sonido y encontró a su contrincante en una esquina, intentando recuperar el aliento. Al otro lado de la reja, más allá del tipo, sonrisas retorcidas iluminaban la penumbra.

Desorientado y adolorido, Kun solo fue capaz de contemplar las figuras difusas que rompían las sombras. ¿Los estaba haciendo feliz? ¿Estaba dando un buen espectáculo dejando que lo apalearan? ¿Obtendría una recompensa al final de todo?

Gimió cuando vio al otro tipo acercarse y, más allá de él, a su padre sonreír. Cada vez que su padre lo miraba, Kun recordaba por qué aún no se daba por vencido.

Golpeó una de las piernas que se acercaban temblorosas en su campo de visión y apenas consiguió moverse y evitar que el cuerpo ajeno cayera sobre él. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que el enfrentamiento comenzó, pero su oponente estaba tan exhausto como él se sentía y sus respuestas eran incluso más lentas.

—Ríndete —rogó por lo bajo sosteniendo los brazos del tipo contra su espalda, inmovilizándolo contra la lona. Sentía el sudor y la sangre cubrirle el rostro, estaba cansado y sus músculos ardían, las nuevas heridas y los nuevos golpes le quemaban la piel, pero no podía rendirse, cada vez que consideraba la idea de darse por vencido en su mente aparecía la sonrisa grotesca de su padre y recibía un nuevo aliento de vida.

Un día esos alientos se acabarían y Kun apenas sería consciente de su final.

El tipo se retorció bajo su cuerpo y gruñó palabras ininteligibles, maldiciéndolo en algún idioma desconocido probablemente, pero sin golpear ni la lona ni alguna parte de su cuerpo en rendición.

Kun siempre esperaba a que sus oponentes se rindieran, tenía la esperanza de que alguno de ellos lo hiciera antes de escuchar el crujido de algún hueso o ver la sangre brotar de su piel, pero también conocía las consecuencias de una rendición y aún no podía decidir cuál era la mejor opción. Le aterraba volver a la oscuridad y el silencio, no poder contemplar el rostro preocupado de SiCheng a través de los barrotes que los separaban y la incertidumbre de no saber si era víctima de las represalias de su padre lo obligaban a actuar a último minuto y los gritos quedaban grabados a fuego en su cabeza, quitándole el sueño en las pocas noches que tenía de descanso.

A veces solo esperaba a que alguien apretara su cuello con tanta fuerza que ya nunca más pudiera despertar, pero todos sus deseos, incluso los de dejar de existir, eran demasiado para él.

El sonido agudo de la campana determinando el final del encuentro le robó un suspiro tembloroso, mientras el otro tipo de retorcía en el suelo y la vista de su hombro dislocado mezclándose con el aroma a sangre y sudor que lo envolvían, le provocó nauseas.

Rappelle toi que je vis [WinKun/KunWin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora