Estaba muy nerviosa, mis manos temblaban y sudaban. se oía música que, en lugar de relajarme, me hacía sentir más ansiosa. No había ni un solo ruido en la sala, estábamos solo la secretaria, detrás de su escritorio probablemente en WhatsApp,y yo. Tamborileaba mis dedos en mis rodillas, sentí como empezaba a hiperventilar y comencé a respirar más calmado. No quiero que piensen que tengo algo grave y me internen en un psiquiátrico, aunque no sé si los psicólogos puedan hacer eso.
De pronto la puerta se abrió, detrás de ella estaban un chico gigante de cabello rizado, quien evitó el contacto visual conmigo. Se despidió con la mirada de la psicóloga y se acercó a la secretaria. La psicóloga me miró y sonrió.
-Ya puedes pasar- me dijo invitándome a pasar con un gesto gentil. Justo como cuando quieres que un perrito se acerque a ti, entiendes tu mano hacia él y esperas a que se acerque a tí.
Me levanté rápidamente y entre a la habitación con ella. Era una habitación amplia con mucha luz y unos ventanales gigantes, no pude contenerme y me acerque directamente a ellos. como estábamos en el séptimo piso podía apreciar buena parte de la ciudad. Giré a mi derecha y pude ver una estación de café, algunos dulces y al fondo un minibar. Justo a mi lado estaba el típico sofá de psicólogo, un sofá Cleopatra de esos alargados con solo un reposabrazos color café. Del lado derecho otro sofá individual a juego. Frente a estos otro sofá más grande color blanco que tenía a los lados dos mesas auxiliares. Del lado derecho incienso en lo que parecía un cenicero, una campana y unas velas. Del lado izquierdo una jarra de agua helada y dos vasos de cristal, además de 2 libretas y un jarrón con un montón de lápices de madera.
La doctora me observaba desde la puerta. No se cuánto tiempo llevaba ahí, cuando la miré se acercó al sofá blanco y se sentó. Señalando el Cleopatra me invitó a sentarme. Tomo una libreta y del bolsillo saco un bolígrafo. Tomé asiento y comencé a morderme las uñas, un mal hábito que tengo, además de mover mi pierna rápidamente.
- Cómo prefieres que te diga? Olivia o ....- dijo la Dra.
- Olivia esta bien - interrumpí. Ella me miró sospechosa. Era una mujer alta, con unos ojos castaños que si te miran fijamente le contarías toda la verdad. Con labios delgados y una nariz ligeramente respingada, con una piel muy blanca y buen cuerpo.
Escuché el canto de un pájaro y comencé a buscarlo con la mirada desde mi lugar.
-Entonces, Cuál es tu historia Olivia?- preguntó la psicóloga con una voz firme y sin mirarme, mientras escribía en su libreta. Suspiré....
No sé cuándo fue la última vez que me sentí felíz, mi último recuerdo de la infancia soy yo mirándome al espejo mientras las lágrimas resbalan por mis mejillas sin una razón aparente.
En mi familia soy la llorona, todo me duele, me lastima, la que no aguanta nada. Las palabras me atraviesan como dagas el corazón aún cuando vengan con la mejor intención.
Entre las lagunas mentales que existen en mi memoria hay unos fragmentos de historias que se mantienen vibrantes la mayoría se tratan de eventos vergonzosos y tristes. A veces pienso que nací para estar triste que realmente en mi cabeza no existe la felicidad, no podría reconocerla aunque la tuviera de frente.
En este último año de la preparatoria me decidí por hacer las cosas diferentes, puesto que no tendré 17 otra vez y ya he dejado pasar mi vida sin hacer algo que me haga sentir realmente feliz. Casi lo conseguí hasta que todo se fue al caño.
Estudio en el colegio Eliseo villa Fontana. Una preparatoria privada, la mejor del estado, todos quieren estar aquí. Cada año presentan examen de admisión al rededor de 1000 prospectos y solo aceptan al 10 porciento de los que logran pasar el examen. De los cuales solo sobrevive al último año menos del 50 % de la población estudiantil. Es la escuela más estricta y con mayor carga de trabajo que existe en la región.
Hace dos años, cuando iba a ingresar. Yo quedé en el turno de la tarde y gracias a que mi madre ya conocía la burocracia interna de la escuela, porque mi hermana entro el año pasado, logro mover influencias para que me cambiarán al turno de la mañana. Mi hermana Fany no estaba muy contenta. Soy muy dedicada en la escuela pero también sufro de mucha ansiedad que al momento de presentar exámenes importantes se nubla mi mente y no me deja pensar. Nunca he logrado quedar en la escuela a base de exámenes, siempre quedo en la línea por encima y mi madre viene a hablar con la escuela para que me den la oportunidad porque mi hermana está ahí. Fany es perfecta, es muy inteligente, creativa, responsable, es muy reservada, cuando mis padres le llaman la atención ella se queda callada y buena en los deportes. Mis padres están muy orgullos de ella puesto que siempre es la mejor en todo, ella fue de los primeros lugares en su generación con mayor puntaje en el examen de admisión al colegio. Yo la admiro mucho pero todos , más mis padres, nos comparan todo el tiempo lo que nos hizo alejarnos. Ella es muy alta, mide 1.75, es delgada, de piel morena, ojos café claro, un cabello lacio y largo, unas pestañas muy largas, nariz larga y ligeramente respingada, unas piernas largas con chamorros de corredor. En cambio yo pues..., Soy yo....- apreté mis puños y los pegue a mis piernas. Lágrimas bajaban de mis mejillas. La doctora se levantó de su lugar y fue al mimi bar. Saco una botella de agua y la dejo justo en la mesita de auxiliar.
Toma un poco de agua, te ayudará - dijo con una voz calamada. Le di un buen trago a la botella, el agua fría calmo el calor que había en mi cabeza, las lágrimas cesaron y me sentí mejor.
He logrado sobrevivir dos años en la preparatoria con mucho trabajo y dedicación, este año es muy importante y diferente porque es el último año. En este ciclo escolar, Fany se encuentra en la universidad estudiando Arquitectura por lo que estoy relativamente sin la supervisión constante de mi casa. Así que quería probar cosas diferentes, por temor a las comparaciones hasta que estuvo Fany nunca me atreví a participar en ningún club extracurricular, supuse que ahí debía empezar el cambio.
