Mazmorra, 1ª planta (II)

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Cuando se despertaron, les sorprendió una babosa que estaba merodeando por la entrada a la zona de descanso. Al parecer, había seguido su rastro durante la noche.

Decidieron encargarse de ella antes de desayunar, ya que en estos momentos habían recuperado todas sus energías, y así podrían recuperar lo que gastaran durante el desayuno.

La lince salió primero, aunque sin Barrera Ciclónica o Toque Purificador, pues la barrera que protegía la entrada impedía también que esos hechizos la traspasaran. Inmediatamente, se alejó de la entrada, y la babosa se volvió hacía ella, siguiéndola.

Poco después, salió Goldmi, usando todo su maná y energía sin dilación. No sólo quería acabar con aquel ser lo más rápidamente posible, sino evitar que su hermana pudiera sufrir daños, reduciendo el tiempo que estaba expuesta. Además, estaba justo en la entrada de la sala de descanso, pudiendo entrar en cualquier momento, por lo que quedarse sin maná no tenía el peligro de otras ocasiones.

El bombardeo de Flechas Etéreas disparadas de tres en tres acabó con facilidad con la babosa, que, a pesar del daño que recibía desde atrás, seguía persiguiendo a la felina. Casi sin maná, la elfa entró de nuevo en cuanto su hermana volvió, ilesa. Había esquivado todos los ataques de su lenta enemiga con la facilidad que le otorgaba las horas de práctica, manteniendo siempre una distancia segura.

Se permitieron así disfrutar de un largo y tranquilo desayuno, pues la arquera necesitaba tiempo para recuperar el maná gastado, además de revisar qué había obtenido al subir de nivel. Eran los pasivos de regeneración de maná y energía, tan poco vistosos como altamente útiles, y gracias a los cuales necesitarían menos descansos. Lo más curioso era que también afectaba a la lince, pudiéndose también recuperar más rápido, como si, de alguna forma, lo compartieran.

Y, por supuesto, se había vuelto a cambiar el equipo al de nivel 16.



Al haber subido de nivel, la dificultad había bajado y las reservas de maná habían subido. Esa era una de las razones por las que ya no necesitaba gastar casi toda su reserva de maná. La otra era la felina, que había recuperado su espíritu de lucha hasta límites insospechados.

–Dejámela a mí. Quiero encargarme de ella sola.

No esperó a que la elfa le respondiera, abalanzándose hacia el ser gelatinoso. Goldmi se la quedó mirando con el ceño algo fruncido y el arco preparado, pero respetó el deseo de su hermana. Aunque, si había peligro, intervendría inmediatamente.

Esquivó con facilidad las babas que pretendían alcanzarla a media carrera, y Saltó sobre su presa, prácticamente rozándola y aterrizando tras de ella, habiéndole dejado la marca de sus garras mientras la sobrevolaba.

La babosa empezó a darse la vuelta de una forma un tanto especial. En lugar de girar el cuerpo, ocultaba las antenas, a la vez que las iba mostrando del otro lado. Éstas le permitían tener una mejor visión de su enemiga, aunque podía sentirla incluso sin ellas.

La felina empezó a saltar de lado a lado, impulsándose en las paredes de la cueva, y rasgando aquella sustancia gelatinosa cada vez que la sobrepasaba, quedando los zarpazos grabados durante largo rato debido al efecto de Toque Purificador. La babosa a duras penas podía seguir sus movimientos, mucho menos apuntar y disparar con precisión.

Goldmi observaba la pelea gracias a la luz de una lámpara flotante, un artilugio que formaba parte del kit básico de todos los jugadores. Ni las babosas ni la lince precisaban de aquella luz, pero a ella le resultaba imprescindible.

Se sentía impresionada, orgullosa y preocupada por su hermana, pero no dijo ni hizo nada hasta que el ser desapareció, momento en la que la felina se volvió y la miró con orgullo.

–Ya no son dignas de enfrentarse a mí.

–Ja, ja, ja. No te lo creas tanto– rio la elfa, usando de nuevo Detección de Vida –. Una un poco más adelante, hacia la derecha.

Ya la había detectado antes, ahora sólo confirmaba su posición. Y la de otras dos un poco más lejos. Poco a poco, había ido subiendo la densidad de éstas, a medida que se alejaban de la zona de descanso. Por suerte, no había peligro de que se perdieran, pues el dibujo de la mazmorra iba detallándose en el mapa virtual a medida que avanzaban, un mapa que no tenía la más mínima idea de cómo podía funcionar así, de cómo podía aparecer en su mente, pero tampoco se quejaba.



Pronto, decidieron que la mejor estrategia era combinar el daño, dejando más trabajo para la lince si su hermana estaba baja de maná, o más para ésta si estaba al máximo. Junto a la mayor rapidez de recuperación, no tardaron en acabar con cuatro de esas babosas, alcanzando el nivel 17, y al final del día había llegado a 18. Lo peor para la lince fue que tuvieron que comerse las sobras de días anteriores, aunque tampoco las rechazó, sólo gruñó un poco.

Ahora, a pesar de estar dos niveles por encima, las babosas ya no representaban una amenaza, aunque volvieron igualmente a la zona de descanso. Sabían que al día siguiente podrían ser más eficientes, aunque también les costaría más subir de nivel, pues la diferencia era menor. Necesitarían acabar con al menos cincuenta de ellas para alcanzar el nivel 20, y no menos de cien para llegar al 21.

Por ahora, había recuperado Tornado, un hechizo que crea un pequeño tornado de unos dos metros de altura y medio de ancho, y que produce daño cortante. Se puede dirigir su movimiento, aunque es bastante lento. Estaba al 6, y su coste en maná no es bajo, consumiéndolo mientras está activo. Es posible invocar más de uno, subiendo consecuentemente el consumo de maná.

Y en 18 estaba Sol, que hace brillar al lanzador del hechizo, no muy útil si ya tienes una lámpara portátil, y que apenas tenía en 2, lo que le permitía brillar poco menos que una farola.

En cuanto a habilidades, Lluvia de flechas consiste en lanzar decenas de flechas a la vez, cinco por nivel, hacia una determinada zona, aunque no permite controlarlas individualmente, por lo que no tienen mucha puntería, ni se pueden aplicar bendiciones a los proyectiles. La tenía en 8, pues la había usado a menudo para farmear grupos grandes de mobs.

Y Finta al Pie, que consiste en bloquear con daga y espada, dejándose llevar por el golpe y resbalando hacia el suelo, desde el cual se golpea con el pie al del enemigo, con muchas posibilidades de hacerlo caer. No era muy útil, excepto en batallas contra otros jugadores, aunque ella no era tan aficionada como Gjaki a ellas, así que la tenía tan sólo en 3.

Regreso a Jorgaldur Tomo II: la arquera druidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora