Hilo Rojo || Stony

"El hilo rojo del destino".

Érase una vez, un joven rubio de hermosos ojos azules, de aproximadamente 20 años, que se encontraba huyendo de unos enemigos de la academia Hydra, en un lugar desértico donde no había absolutamente nada de protección, personas o inclusive no había ningún tipo plantas en miles de kilómetros con nada más que una maleta donde cargaba lo necesario para sobrevivir, su traje del Capitán América puesto y su inolvidable escudo.

Caminando entre una de las tantas montañas de arena fría que había en el enorme desierto, hasta que notó algo extraño en la lejanía, decidió acercarse, poniéndose el escudo enfrente para protegerse (debido a que no había un lugar donde esconderse su única opción era pelear de frente) al ya estar a una distancia considerable se dió cuenta de que era lo que ahí estaba.

Un hombre viejo, que en sus manos sostenía un libro que evidentemente estaba leyendo, por mera curiosidad se le acercó, cuando le dio una pequeña ojeada al libro se atrevió a preguntar con nervios.

—Disculpe ¿Quién es usted? ¿Qué hace aquí en medio de la nada? ¿Podría decirme qué es lo que está leyendo?— El rubio llamó la atención del anciano, quien con un movimiento suave alzó la mirada para dirigirla a quien le hablaba.

—Por supuesto— Respondió el hombre con cabellos plata y marcas de vejez en el rostro .-"En primera, yo soy Yùe Lăo y estoy leyendo el libro de los matrimonios, mi trabajo es atar los hilos del destino entre una pareja destinada a ser marido y mujer, aunque a veces hay excepciones sobre la segunda, yo me pregunto lo mismo"-. Comentó mientras veía al rubio reír nerviosamente, sonrojandose bajo la máscara azul que traía puesta.

.-"¿Libro de los matrimonios?"-. Volvió a preguntar Steve olvidándose rápidamente de su vergüenza, aunque esta vez en susurro, cuando de repente se le ocurrió preguntarle nuevamente al anciano .-"Disculpe... ¿Podría decirme con quién estoy destinado a casarme? ¿Por favor?"-. El rubio se quitó la máscara del traje de Capitán América que traí puesto todo este tiempo.

El anciano lo miró fijamente, como si lo analizará, pensando en si hacerlo o no, pero, el siendo un hombre muy sabio supo que, de no hacerlo estaría alterando el destino de dos personas que tienen que estar juntas, causando caos y haciendo todo lo contrario a lo que se supone es su trabajo, suspiró con pesadez, las cosas se pondrían horribles cuando la persona enfrente suyo sepa la verdad.

.-"La persona con la que te has de casar está aquí"-. Dijo el anciano, de manera lenta y suave fue buscando entre las páginas de su gran libro la imagen del futuro amado del joven frente suyo, mientras tanto Steve miraba expectante, con ansias, esperaba ver a su querida Peggy en aquel libro, la amaba tanto que estaba seguro que ella sería su destinada, no fue hasta que la búsqueda finalizó y el anciano con su dedo señaló a un castaño de apariencia muy similar para él .-"El será tu futuro amor y prometido"-. Finalizó el anciano.

A Steve se le borró inmediatamente la sonrisa del rostro, miró con incredulidad al anciano frente suyo, este lo volvió a mirar y como si comprendiera que su contrario no entendía lo sucedido, con algo de -magia- cambio la imagen que en el libro aparecía, poniendo la imagen de una hermosa mujer castaña que se notaba preocupada mientras escapaba de algo que no sabía que era, con lo que parecía ser un bebé en sus brazos.

De repente, el anciano cerró el libro de manera brusca, asustando un poco a Steve que seguía anonado, decepcionado por lo que sería su futuro. Para cuando se dio cuenta, ya no estaba en el desierto, si no en una desolada calle de New York y tampoco el anciano estaba por ningún lado.

Se escucharon unos pasos muy apresurados, cosa que lo alertó enseguida, puso de nueva cuenta su máscara y ajustando su fiel escudo se preparó para lo que venía.

Cuando vio a una bella mujer castaña que corría con velocidad y preocupación, en sus brazos cargaba una de las cosas más preciadas de toda su vida, a su bebé. Esta escapaba de unos delincuentes que la acorralaron cuando tuvieron la oportunidad, eran aproximadamente las 12:30 am, las calles estaban muy oscuras y la dama no tuvo tiempo de reaccionar cuando aquellos maleantes la atacaron.