Capítulo uno: La valla

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En Growntown la vida es siempre igual, es una constante rutina que acaba aburriendo a todos los que vivimos aquí, no hay persona joven que termine sus estudios y se quede a vivir aquí. Poco a poco este se está convirtiendo en un pueblo fantasma, sólo hay viejos amargados y un puñado de pringados como mis amigos y yo que no tenemos más remedio que quedarnos aquí porque nuestros padres están demasiado ocupados con sus trabajos como para cuidarnos ellos mismos; aquí todos los jóvenes vivimos con nuestros abuelos; o bien por lo que he comentado, o porque son huérfanos y sus abuelos son sus representantes legales ahora.

En total, y tirando muy por lo alto, seremos unos 300 jóvenes de menos de 21 años, a partir de esa edad la persona más joven del pueblo es el tío abuelo de mi amigo Jack, que tiene 67 años.

Todos los días tenemos que ir al instituto del pueblo de al lado porque claro, ¿cómo va a haber un instituto en un pueblucho como este? Como aquí la mayoría no tenemos coche ni hay transporte público que conecte este páramo desértico con el pueblo de al lado, tenemos que ir andando; aproximadamente una hora y media para ir, y otra hora y media para volver, como se puede comprobar, perdemos mucho tiempo en el trayecto y atendiendo a que el tiempo es considerado oro, más aún en este pueblo de mierda en el que solo hay viejos que ansían con toda su alma que el tiempo no pase para no dejar este mundo - cosa que no entiendo porque yo, si fuera ellos y viviera aquí absolutamente toda mi miserable vida, estaría más que harto de vivir, sólo llevo 18 años de vida, de los cuales he pasado aquí 3 y ya estoy deseando que la parca haga su trabajo conmigo, así que con eso lo digo todo - podemos llegar a la conclusión de que la vida aquí es una absoluta jodidisima mierda.

No hay nada con lo que entretenerse, ningún sitio al que ir para despejarte de los estudios, ningún bar/pub/discoteca que no sea el sitio donde los viejos del pueblo van a jugar a las cartas o al dominó, además de que todos a partir de las 11 están ya más que cerrados.

Tampoco podemos hacer fiestas en casa porque nuestros abuelos se acuestan antes incluso de que anochezca y, aunque eso no fuera así en un caso particular, son bastante empáticos por lo que se ve y no les gusta que se haga el mínimo ruido a partir de las 7 de la tarde para no molestar a las posibles personas que estén ya durmiendo. Eso sí, ellos a las 4 de la mañana cuando se despiertan porque son viejos y el sueño les abandona bien temprano no dudan en hacer todo el ruido que pueden y más, da igual que sea lunes, martes como si es sábado y quiero dejar descansar mi cuerpo de toda la maldita semana levantándome a las 4 de la mañana para ir al colegio (que podría levantarme más tarde si no fuera por los malditos vecinos).

En conclusión, aquí la única manera de entretenerse mínimamente es yendo a los bancos de la plaza central del pueblo a hablar con tus amigos y si tienes suerte y había en la tienda -que rara vez trae comida que no sea esencial para la alimentación humana- puedes comerte unas pipas o algún que otro tentempié. Sí, parece que estemos en 1950 en lugar del 2347. Este pueblo es un atraso para la humanidad.

Hoy por fin es viernes y eso significa que cuando salga de este instituto medio en ruinas podré ser libre durante todo el fin de semana, este finde teníamos planeado ir al campo que hay detrás del ayuntamiento del pueblo. Es un gigantesco campo con hierbas altas y perfecto para correr un poco y entretenernos con algo, pensamos en ir allí y hacer una especie de acampada; llevarnos los sacos de dormir, comida, un campingaz y, en definitiva, todo lo que te llevarías si fueras a una acampada real lejos de casa. En nuestro caso las casas se encuentran a escasos cien metros en la zona más próxima al pueblo. Pero, como ya he dicho, el campo es enorme, y, según mis cálculos, en la zona más alejada estaremos a unos quince kilómetros del pueblo, así que supongo que será más o menos por donde nos pongamos para evitar tentaciones de volver a casa para coger cualquier tontería que se nos haya olvidado y hacer la experiencia lo más real posible.

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